Los datileros del jardín mueven sus hojas por el viento y parecen que estuvieran saludando al firmamento, mientras que más abajo, unas matas de orquídeas se aferran a sus troncos, esperando el mes de mayo para ofrendar sus flores al paisaje. Dos guacharacas entre las matas de trinitarias cantan a dúo, pero sin afinación alguna. Una solitaria tortola, parada en una rama seca de una mata de aguacate que se rindió ante las balas ardientes de la sequía, ve a lo lejos.
El periodista Juancho Marcano observa el panorama y lanzando una mirada al cielo, que muestra sus nubes despejadas, eleva una plegaria y piensa: "Estamos en Semana Santa y por segundo año consecutivo, la pandemia también encarcela a las imágenes y no les permite salir en procesión por las calles de La Asunción. ¿Quién se iba imaginar en el pasado que esto iba a ocurrir? Porque me imagino que es la primera vez que esto pasa en toda la historia religiosa de la capital neoespartana"
El perro Pipo que observaba como un Colibrí se sentía satisfecho por el licor que le brindaba la copa roja de las ixoras, caminó hacia donde estaba el periodista y viéndolo tan pensativo, rápido le preguntó:
- ¿En qué piensas Juancho?
- En la Semana Santa de la Asunción, Pipo, una de las más grandes conmemoraciones religiosas que se hacen en el país y que reúne gente no sólo de aquí sino de toda Venezuela, para observar de cerca las procesiones que reflejan la pasión, la muerte y resurrección de Jesucristo. Hoy, sin embargo, aquellas calles que en otrora estaban llenas de feligreses demostrando su fervor y devoción al hijo de Dios, hoy deben estar solas y más silenciosas que nunca.
- Pero creo, Juancho, que lo mejor es que cada quien desde su casa rece e implore desde su casa, para que así se acabe esta peste, como tú dices, dijo el perro.
- Así es Pipo, esa es la idea, que todos recemos y tengamos fe para salir rápido de esta pandemia, dijo el periodista y siguió contemplando el firmamento.