En el presente texto, referente al terremoto de 1812 en Mérida, se cita el testimonio del presbítero Mariano de Talavera al respecto. Importante evidencia escrita sobre dicho sismo y sus consecuencias en la capital de la provincia homónima, en la que, entre otras cosas, se hacía mención de los daños materiales y humanos, de las réplicas y del perjuicio económico.
Posiblemente se trata de uno de los primeros testimonios escritos sobre el megasismo de 1812 en la provincia de Mérida y su capital, elaborado por el presbítero arriba mencionado dos días luego del catastrófico evento, el sábado 28 de marzo a primera hora de la mañana:
"El Jueves Santo, á las cinco de la tarde, al salir el señor Obispo de la Catedral de celebrar el lavatorio, comenzó un espantoso terremoto, que, con la interrupción de poco más de un minuto, arruinó enteramente esta ciudad. En un mismo momento cayeron la Catedral, San Francisco, el Colegio de Jesuitas y todas las demás iglesias, en donde perecieron infinidad de personas, que aun se ignoran. En el mismo momento cayeron todas las casas y mataron en las calles á todos los que corrían. El señor Obispo con los curas del Sagrario, del Llano, varios capellanes y colegiales, perecieron al llegar á su palacio que les cayó encima. En una palabra, se conceptúan muertas más de mil quinientas personas, sepultadas bajo las ruinas, y con el desconsuelo de que no es posible sacar algunos de los que se creen vivos, porque los restos de los edificios amenazan una próxima ruina y sería locura acercarse á ellos. No ha quedado absolutamente casa que no haya caído ó esté para ello. Los temblores han continuado hasta la fecha con interrupción de media hora, más ó menos. El Jueves Santo en la noche todos los vivos lo pasaron en la plaza, y ayer viernes por la mañana se han pasado á la Mesa, en donde está la Quinta del doctor Uzcátegui y también las monjas. Todos están en la mayor miseria, porque todos están con la ropa con que los cojió el terremoto; y si de los pueblos no traen comida, quizá perecemos. Hoy al amanecer se prendió fuego en esta ciudad, el que por fortuna logró apagarse. En fin, no es posible decir todas las desgracias y ruinas que han sucedido. Sirva este ligero bosquejo para que entienda V.S. la general desolación de esta ciudad, en donde todos los vivos han quedado á pedir limosna, y sírvase comunicar este suceso á todos los pueblos y Gobiernos de la Confederación de la Nueva Granada, porque aquí no hay proporción para nada y que siquiera nos auxilien para salir de este desgraciado suelo. Son las siete de la mañana del Sabado Santo, 28 de Marzo de 1812, y siguen los temblores". Antonio Ramón Silva (compilador). Documentos para la historia de la Diócesis de Mérida. Mérida: Imprenta Diocesana, 1910, pp. 262-263.