El lienzo del paisaje lo pintó el chubasco con su pincel, de variadas tonalidades de verde. Mientras que las Guacharacas organizaron un concierto y cantaron alborotadas en el teatro de la montaña.
El periodista Juancho Marcano, impresionado y contento por los trazos que ha dejado la lluvia, se decidió llegar hasta el pueblo de la Tacarigua de Margarita y hacer unas diligencias y si era posible hacer hasta unas visitas. Pero no quiso ir en carro a pesar de que vive a cierta distancia, si no que se fue a pie para ir disfrutando de la frescura del paisaje y de la alegría de los árboles frutales por la visita de la lluvia.
El periodista tenía que hacer en el pueblo unas compras primero y si le alcanzaba el tiempo, pasaría por la casa del señor Alejandro, un viejo agricultor del pueblo con un hermoso y productivo conuco, el cual se puede decir es una pequeña finca, dónde tiene su casa de habitación.
El pueblo como siempre, desde que empezó la pandemia, lucía solo. Unas pocas personas sólo se veían en la plaza, esperando los carros por puestos que tardaban bastante en pasar, pues había muy pocos.
Luego de comprar rápidamente unas cositas, pasó frente a la cerca del conuco de Alejandro y éste limpiaba y araba la tierra con el azadón, muy cerca de la empalizada, y cuando vio a Juancho Marcano, paró la tarea y se dispuso a conversar con él.
,- Amigo Juancho le digo que ha llovido bien bueno para la siembra, tanto es así que ahora pido que caliente sol para que seque un poco la tierra y no le enfríe la pata al malojo.
- Si, amigo Alejandro, las lluvias han estado buenas, las cuales han caído por las ondas tropicales que han venido por ahí, porque si no, el aguacero no hubiese caído, pues este tiempo en Margarita no es de tanta lluvia.
- Pero si la cosa es así amigo Juancho, que vengan ondas tropicales, pero, claro, que las lluvias sean moderadas. Aunque te digo en mi larga vida, jamás había visto tanta lluvia en estos meses de junio y julio.
El periodista después aceptó la invitación de su amigo y recorrieron el conuco, en el cual sobresaltaban los malojos de diferentes tamaños, por haber sido sembrado en varios tiempos.
Después de haber caminado por el sembradío, el periodista Juancho Marcano, agarró rumbo a su casa, dónde lo esperaba su esposa y su perro Pipo para almorzar.