Los resultados electorales de Maracaibo: la sombra detrás de los votos (III)

Miércoles, 29/12/2021 08:32 AM

Primero, lo primero...

«La única experiencia de campaña que vale es entender por qué se

ganó o por qué se perdió».

En los sistemas democráticos consolidados, una campaña electoral

es una interesante experiencia sociopolítica. En marzo del 2021

nos embarcamos en la tarea de investigar las oportunidades que

podría tener el alcalde Willy Casanova como candidato a la

reelección. De nuestra revisión, concluimos que, en Maracaibo, el

chavismo no contaba con los votos suficientes (capital electoral)

para ganar, pero (a su favor) sí con la posibilidad de generar

las condiciones necesarias (capital político) para propiciar

eventos que pudieran revertir tal situación .

Esta conclusión la revelaba el comportamiento electoral de los

votantes del municipio: en casi la totalidad de los eventos

electorales realizados del 2000 hasta la fecha (municipales,

regionales, presidenciales, parlamentarias y referendos),

Maracaibo se ha mantenido firmemente adversa a la opción

chavista. Por ejemplo:

1. Al propio Hugo Chávez (máximo líder bolivariano) se le

resistió la victoria en este municipio. Perdió el referendo

revocatorio del 2004. En las elecciones del 2006, cuando subía

al tope de su valoración política, obtiene en Maracaibo 270

475, frente a los 304 595 de Manuel Rosales. Y un años después,

perdió también el referendo constitucional del 2007.

2. Esta tendencia se repite en las elecciones del 2012, cuando

Chávez obtiene su tope de votación histórica con 8 191 132

votos. Por su parte, en las repetidas elecciones presidenciales

del 2013, Capriles obtiene en Maracaibo 447 180 votos, frente a

los 296 111 de Maduro, de los cuales el PSUV aportó 259 103

votos.

3. En el caso de las elecciones a la alcaldía, el tope de

chavismo se había obtenido en el 2013, con Pérez Pirela ( 259

669 votos). Eveling de Rosales saca, en esa misma contienda,

288 071 votos.

Era, por tanto, una prueba empírica irrefutable. Además se sumaba

otro dato neurálgico: la diferencia en el caudal de votos entre

ambos bandos partidistas también había sido (históricamente)

superior a favor del opositor. En pocas palabras: el municipio

Maracaibo ha mantenido una identidad política firmemente estable

hacia la opción opositora a lo largo del gobierno del chavismo.

Siendo así, lo que determinó la balanza de estas elecciones, a mi

entender, sigue siendo la IDENTIDAD POLÍTICA (que no es lo mismo

que la identidad partidista) de los electores.

Una estrategia para el intento

No es posible ganar unas elecciones sin una estrategia electoral.

Dadas que son conocidas las circunstancias que hicieron posible

que Casanova (y igual que otros gobernantes del chavismo)

obtuviera la victoria en las elecciones municipales del 2017, no

haremos referencia a este hecho. Por otra parte, conocido era que

para este nuevo proceso, el contexto sería diferente

(participarían todos los bandos opositores al chavismo). Por ello

se pensó en una estrategia dirigida a:

1. Mantener ( a toda costa) la base de votos obtenidos en el 2017

(como un mínimo): ya (en sí misma) esta condición era un

desafío. Todos los datos advertían de que el voto chavista ha

ido en disminución (como lo había señalado ya William Izarra)

de evento electoral a evento electoral.

1. Esperar la división de las opciones candidaturales opositoras,

con lo cual se pudiera dispersar el voto de este sector en la

ciudad.

Lo acontecido

«Ningún spot gana una elección, ninguna fotografía, ningún

discurso, y mucho menos un lema. ¡¡¡Es la estrategia!!!». Roy

Campos Consultor político mexicano

El resultado final del 21 de noviembre en Maracaibo ya es

conocido:

Rafael Ramírez (MUD): 197 764

Willy Casanova (chavismo): 131 482.

Como se observa, ambos candidatos estuvieron alejados de los

topes electorales de sus tendencias partidistas. Pero, ¿cómo se

interpreta lo ocurrido con el candidato del chavismo, cuando en

el año 2017 había obtenido 225 748 votos?

No entraré a rivalizar con los muchos «opinadores» que, por este

mismo medio, han concluido que la derrota de Maracaibo se debió a

la mala gestión. En mi análisis, es una interpretación

políticamente pobre. Tanto una victoria como una derrota

electoral es el resultado de la conjugación de múltiples

factores. Satisfacerse con esta visión simple es una elección de

pobreza crítica.

El comportamiento de las variables para el establecimiento de una

interpretación del desenlace electoral

1. La abstención: La participación electoral en Maracaibo se

ubicó en un 38 %, una de las más baja del país. Por tanto, esta

variable afectó a todos las opciones. Las encuestas elaboradas

(sobre estos instrumentos también hay que decir algo) los meses

previos a la elección siempre anunciaron una abstención muy

significativa en los votantes opositores y una participación

muy elevada (por encima del 80 %) de los votantes afectos al

chavimo. Sin embargo, no fue así. Tanto en Maracaibo como en

otros municipios del estado, la abstención de los votantes

chavistas fue decisiva para la derrota electoral. La esperada

pérdida de votos se produjo en ambos bandos, pero en el caso

del sector del chavismo, esta disminución afectó toda

posibilidad de triunfar por presentarse con un porcentaje que

no era el esperado.

2. La maquinaria del partido: el PSUV ha logrado organizar una

maquinaria envidiable, pero (a la luz de estos resultados y de

la pasada elección a la AN del 2020) no infalible y, además,

poco fiable. La maquinaria de Maracaibo aseguraba contar con

280 000 votos duros en el escenario más alentador. En el peor

de los caso y más catastrófico, con unos 230 000. A ninguno de

estos escenarios se aproximaron los resultados. Con el

escenario fatal, Willy Casanova hubiera salido reelecto sin

mayores problemas. Sin embargo, desde sus inicios estos

cálculos aparecían (a nuestro modo de ver) como científicamente

insostenibles. Era bastante previsible pensar que la tendencia

a la disminución continuara porque no se había dado ningún

acontecimiento extraordinario (ni social, ni económico ni

político) que la revirtiera. Además, porque las conductas

electorales no «cambian» por arte de magia (mucho tenemos que

aprender de la Psicología Política). Indudablemente, esta

pérdida del voto chavista también es pérdida o desgaste de la

identidad política que el propio chavismo padece.

3. El uso inadecuado de encuestas como instrumentos de

planificación de campaña: las encuestas informan sobre los

temas (QUÉ) presentes en la gente. Una vez detectados, se

requiere investigación cualitativa que aporte información sobre

los PORQUÉS y en qué medida pueden decidir el comportamiento

electoral. Algunas encuestas cuantificaron la desconfianza

política sobre todos los candidatos posibles a la alcaldía. El

candidato Casanova (cómo todos los demás aspirantes) aparecía

con un índice muy alto de desconfianza. El equipo de

investigación electoral indagó sobre el asunto de la

desconfianza política y aportó elementos críticos para su

comprensión. Nunca se avanzó a comprender por qué la gente

encuestada no confiaba para corregirlo. A mi entender, las

encuestas no se planificaron, diseñaron ni interpretaron de

modo que sirvieran para atajar dimensiones de la realidad

electoral que fueran a favor de mejorar el voto hacia la

tendencia que se quería.

4. La tesis de Omar Prieto como «submarino electoral»: en las

elecciones del 2017, las candidaturas de los alcaldes y de la

gobernación se presentaron al elector en boletas distintas. En

aquella ocasión, Omar Prieto sacó un número de votos superior

al de los alcaldes del chavismo electos. Por ejemplo, en el

caso de Maracaibo, mientras Willy Casanova obtenía 225 748,

Omar Prieto obtuvo 230 756. En esta oportunidad, el

comportamiento se produce al contrario: la mayoría de los

candidatos a alcaldes obtiene más votación que Omar Prieto. Por

ejemplo, en Maracaibo, Casanova obtiene 3 195 más votos que

Prieto (la más alta distancia), en San Francisco, Arrieta

obtiene 156, Labrador (en Colón) 90, Caldera (en Mara) 67 y en

Cabimas, Duarte, 58. Por tanto, si esta hipótesis es

sustentable , debe tal posibilidad a la puesta en práctica del

llamado «voto tubo» por parte del CNE.

5. El voto tubo como probabilidad: los márgenes de abstención de

los votantes chavistas se produjo en muchos municipios en la

misma proporción en que se produjo el porcentaje de pérdida de

votos para Omar Prieto. El llamado «voto tubo» pareciera tener

una relación causal nada despreciable y que, en el caso del

Zulia, merecería la pena ser estudiada.

6. La inadecuada imposición de una campaña electoral nacional «

uniforme»: que el PSUV piense un diseño de campaña nacional («

Venezuela tiene con qué») para posibilitar a todos los

candidatos contar con los mínimos estratégicos en cuanto a

mensaje electoral, es un avance apreciable. Sin embargo, de ahí

a no considerar la necesaria «flexibilización» (de acuerdo con

las realidades particulares de los territorios) fue un

desacierto. Si en alguna ciudad el «...tiene con qué» no

enganchaba mucho (no decía nada) era en Maracaibo (y en el

Zulia). Este ha sido un territorio en el que la «crisis» (en

sus diferentes manifestaciones) ha pegado con mucha fuerza a

toda la población en general. Los candidatos del chavismo,

aquí, en el Zulia, necesitaban un «plus» en su mensaje político

que esta campaña nacional no proporcionaba.

7. Nuestro estudio cualitativo (primera ronda de grupos focales):

de ellos obtuvimos información sobre el nivel de rechazo a los

líderes chavistas y sus razones: decepción y pesimismo como

emociones básicas por no dar soluciones a algunos de los

problemas de servicios públicos más alarmantes (agua o

electricidad). A los líderes políticos los percibían como pocos

cercanos a la comunidad, que usaban a «Chávez» como un comodín

y les reclamaban cercanía, responsabilidad y compromiso. Del

mismo modo, también se recogió la escasa credibilidad que se le

tenía a la narrativa del «bloqueo». Por último, se marcaba una

tendencia de «chavistas blandos» en aumento y cuya

característica básica estaba soportada en su desinterés a ir a

votar .

8. Se dedicó una fuerte productividad comunicacional (en cuanto a

acciones discursivas globales) a pretender «engancharse» con

sectores no identificados con la identidad partidista del

candidato. Esto con el propósito de «expandir» la base del

voto. De este modo, se impusieron rutas de discurso político en

campaña identificcadas con sectores sociales que, muy muy

difícilmente podrían manifestar su voto hacia un candidato del

chavismo. Véase, por ejemplo, el Instagram y las actividades de

«Villa Carmen», o las diferentes «ferias» promovidas desde la

gestión de la Dirección de Turismo o los «voluntariados» que se

esforzaron en constituir. Poco o nada se hizo (con la misma

intensidad) hacia los públicos privilegiados como público-meta

de campaña: el voto blando chavista.

9. Otra variable que, a mi juicio, en el último tramo de la

campaña perturbó, fue el «mito del voto cruzado». Ciertamente,

en algunas de las encuestas se anunciaba la intención de

votantes autodefinidos como opositores que, en un porcentaje

que osciló entre 8 a 12 %, expresaba su intención de votar por

Casanova. Sin embargo, este dato nunca fue indagado más allá de

estas superficiales apreciaciones. A pesar de ello, se dedicó

(debido a esta percepción) mucha atención hacia esta

posibilidad en la campaña.

Conclusiones

1. La tendencia a la pérdida de votos para el sector del chavismo

continuo su curso, ya marcado desde hace años. A pesar de que

el PSUV se mantiene en la posesión de tener el mejor capital

electoral entre todos los partidos políticos (separados), no

cabe duda de que se requiere de revisiones, rectificaciones

sinceras y efectivas para evitar este permanente descenso en

votos que se viene produciendo de evento electoral a evento

electoral.

2. Existen evidencias estadísticas que apuntan a considerar el

«voto tubo» como un elemento decisorio en el comportamiento

electoral, específicamente en el Zulia. El «voto tubo»

privilegia la «identidad partidista», pero enturbia la

identidad del candidato (que es más que la partidista). Entre

Prieto y Casanova, resultó un factor decisivo en cuanto a la

derrota de este último.

3. A lo largo de la campaña, se renunció a la estrategia central

y que esta era sustituida según las apreciaciones que se iban

presentando. Es así como la variable al respecto de la atención

y concentración sobre corredores electorales no fue la acción

de tierra priorizada ni la de mayor enfoque.

Analistas como Oscar Shemel han reiterado en que Chávez y el

chavismo lograron crear una identidad política casi

mágico-religiosa hacia un proyecto político. Precisamente, la

mayor falencia de los sectores opositores. Sin duda que, años

tras años y evento electoral tras evento electoral, este

pegamento ideologico-emocional ha perdido fortaleza. Muchas

serían sus razones, pero le toca al chavismo revisar y corregir

las que tienen en el comportamiento de sus líderes y en la

efectividad de su acción de gobierno un elemento ineludible. Y

esto debido a que el proyecto enmancipador bolivariano, ese que

intentó desarrollar Chávez (con sus aciertos y errores), merece

caminar hacia un mejor destino (final). Otro que no sea este que

(hasta ahora) insiste y persiste en transitar.

 

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