Primero, lo primero...
«La única experiencia de campaña que vale es entender por qué se
ganó o por qué se perdió».
En los sistemas democráticos consolidados, una campaña electoral
es una interesante experiencia sociopolítica. En marzo del 2021
nos embarcamos en la tarea de investigar las oportunidades que
podría tener el alcalde Willy Casanova como candidato a la
reelección. De nuestra revisión, concluimos que, en Maracaibo, el
chavismo no contaba con los votos suficientes (capital electoral)
para ganar, pero (a su favor) sí con la posibilidad de generar
las condiciones necesarias (capital político) para propiciar
eventos que pudieran revertir tal situación .
Esta conclusión la revelaba el comportamiento electoral de los
votantes del municipio: en casi la totalidad de los eventos
electorales realizados del 2000 hasta la fecha (municipales,
regionales, presidenciales, parlamentarias y referendos),
Maracaibo se ha mantenido firmemente adversa a la opción
chavista. Por ejemplo:
1. Al propio Hugo Chávez (máximo líder bolivariano) se le
resistió la victoria en este municipio. Perdió el referendo
revocatorio del 2004. En las elecciones del 2006, cuando subía
al tope de su valoración política, obtiene en Maracaibo 270
475, frente a los 304 595 de Manuel Rosales. Y un años después,
perdió también el referendo constitucional del 2007.
2. Esta tendencia se repite en las elecciones del 2012, cuando
Chávez obtiene su tope de votación histórica con 8 191 132
votos. Por su parte, en las repetidas elecciones presidenciales
del 2013, Capriles obtiene en Maracaibo 447 180 votos, frente a
los 296 111 de Maduro, de los cuales el PSUV aportó 259 103
votos.
3. En el caso de las elecciones a la alcaldía, el tope de
chavismo se había obtenido en el 2013, con Pérez Pirela ( 259
669 votos). Eveling de Rosales saca, en esa misma contienda,
288 071 votos.
Era, por tanto, una prueba empírica irrefutable. Además se sumaba
otro dato neurálgico: la diferencia en el caudal de votos entre
ambos bandos partidistas también había sido (históricamente)
superior a favor del opositor. En pocas palabras: el municipio
Maracaibo ha mantenido una identidad política firmemente estable
hacia la opción opositora a lo largo del gobierno del chavismo.
Siendo así, lo que determinó la balanza de estas elecciones, a mi
entender, sigue siendo la IDENTIDAD POLÍTICA (que no es lo mismo
que la identidad partidista) de los electores.
Una estrategia para el intento
No es posible ganar unas elecciones sin una estrategia electoral.
Dadas que son conocidas las circunstancias que hicieron posible
que Casanova (y igual que otros gobernantes del chavismo)
obtuviera la victoria en las elecciones municipales del 2017, no
haremos referencia a este hecho. Por otra parte, conocido era que
para este nuevo proceso, el contexto sería diferente
(participarían todos los bandos opositores al chavismo). Por ello
se pensó en una estrategia dirigida a:
1. Mantener ( a toda costa) la base de votos obtenidos en el 2017
(como un mínimo): ya (en sí misma) esta condición era un
desafío. Todos los datos advertían de que el voto chavista ha
ido en disminución (como lo había señalado ya William Izarra)
de evento electoral a evento electoral.
1. Esperar la división de las opciones candidaturales opositoras,
con lo cual se pudiera dispersar el voto de este sector en la
ciudad.
Lo acontecido
«Ningún spot gana una elección, ninguna fotografía, ningún
discurso, y mucho menos un lema. ¡¡¡Es la estrategia!!!». Roy
Campos Consultor político mexicano
El resultado final del 21 de noviembre en Maracaibo ya es
conocido:
Rafael Ramírez (MUD): 197 764
Willy Casanova (chavismo): 131 482.
Como se observa, ambos candidatos estuvieron alejados de los
topes electorales de sus tendencias partidistas. Pero, ¿cómo se
interpreta lo ocurrido con el candidato del chavismo, cuando en
el año 2017 había obtenido 225 748 votos?
No entraré a rivalizar con los muchos «opinadores» que, por este
mismo medio, han concluido que la derrota de Maracaibo se debió a
la mala gestión. En mi análisis, es una interpretación
políticamente pobre. Tanto una victoria como una derrota
electoral es el resultado de la conjugación de múltiples
factores. Satisfacerse con esta visión simple es una elección de
pobreza crítica.
El comportamiento de las variables para el establecimiento de una
interpretación del desenlace electoral
1. La abstención: La participación electoral en Maracaibo se
ubicó en un 38 %, una de las más baja del país. Por tanto, esta
variable afectó a todos las opciones. Las encuestas elaboradas
(sobre estos instrumentos también hay que decir algo) los meses
previos a la elección siempre anunciaron una abstención muy
significativa en los votantes opositores y una participación
muy elevada (por encima del 80 %) de los votantes afectos al
chavimo. Sin embargo, no fue así. Tanto en Maracaibo como en
otros municipios del estado, la abstención de los votantes
chavistas fue decisiva para la derrota electoral. La esperada
pérdida de votos se produjo en ambos bandos, pero en el caso
del sector del chavismo, esta disminución afectó toda
posibilidad de triunfar por presentarse con un porcentaje que
no era el esperado.
2. La maquinaria del partido: el PSUV ha logrado organizar una
maquinaria envidiable, pero (a la luz de estos resultados y de
la pasada elección a la AN del 2020) no infalible y, además,
poco fiable. La maquinaria de Maracaibo aseguraba contar con
280 000 votos duros en el escenario más alentador. En el peor
de los caso y más catastrófico, con unos 230 000. A ninguno de
estos escenarios se aproximaron los resultados. Con el
escenario fatal, Willy Casanova hubiera salido reelecto sin
mayores problemas. Sin embargo, desde sus inicios estos
cálculos aparecían (a nuestro modo de ver) como científicamente
insostenibles. Era bastante previsible pensar que la tendencia
a la disminución continuara porque no se había dado ningún
acontecimiento extraordinario (ni social, ni económico ni
político) que la revirtiera. Además, porque las conductas
electorales no «cambian» por arte de magia (mucho tenemos que
aprender de la Psicología Política). Indudablemente, esta
pérdida del voto chavista también es pérdida o desgaste de la
identidad política que el propio chavismo padece.
3. El uso inadecuado de encuestas como instrumentos de
planificación de campaña: las encuestas informan sobre los
temas (QUÉ) presentes en la gente. Una vez detectados, se
requiere investigación cualitativa que aporte información sobre
los PORQUÉS y en qué medida pueden decidir el comportamiento
electoral. Algunas encuestas cuantificaron la desconfianza
política sobre todos los candidatos posibles a la alcaldía. El
candidato Casanova (cómo todos los demás aspirantes) aparecía
con un índice muy alto de desconfianza. El equipo de
investigación electoral indagó sobre el asunto de la
desconfianza política y aportó elementos críticos para su
comprensión. Nunca se avanzó a comprender por qué la gente
encuestada no confiaba para corregirlo. A mi entender, las
encuestas no se planificaron, diseñaron ni interpretaron de
modo que sirvieran para atajar dimensiones de la realidad
electoral que fueran a favor de mejorar el voto hacia la
tendencia que se quería.
4. La tesis de Omar Prieto como «submarino electoral»: en las
elecciones del 2017, las candidaturas de los alcaldes y de la
gobernación se presentaron al elector en boletas distintas. En
aquella ocasión, Omar Prieto sacó un número de votos superior
al de los alcaldes del chavismo electos. Por ejemplo, en el
caso de Maracaibo, mientras Willy Casanova obtenía 225 748,
Omar Prieto obtuvo 230 756. En esta oportunidad, el
comportamiento se produce al contrario: la mayoría de los
candidatos a alcaldes obtiene más votación que Omar Prieto. Por
ejemplo, en Maracaibo, Casanova obtiene 3 195 más votos que
Prieto (la más alta distancia), en San Francisco, Arrieta
obtiene 156, Labrador (en Colón) 90, Caldera (en Mara) 67 y en
Cabimas, Duarte, 58. Por tanto, si esta hipótesis es
sustentable , debe tal posibilidad a la puesta en práctica del
llamado «voto tubo» por parte del CNE.
5. El voto tubo como probabilidad: los márgenes de abstención de
los votantes chavistas se produjo en muchos municipios en la
misma proporción en que se produjo el porcentaje de pérdida de
votos para Omar Prieto. El llamado «voto tubo» pareciera tener
una relación causal nada despreciable y que, en el caso del
Zulia, merecería la pena ser estudiada.
6. La inadecuada imposición de una campaña electoral nacional «
uniforme»: que el PSUV piense un diseño de campaña nacional («
Venezuela tiene con qué») para posibilitar a todos los
candidatos contar con los mínimos estratégicos en cuanto a
mensaje electoral, es un avance apreciable. Sin embargo, de ahí
a no considerar la necesaria «flexibilización» (de acuerdo con
las realidades particulares de los territorios) fue un
desacierto. Si en alguna ciudad el «...tiene con qué» no
enganchaba mucho (no decía nada) era en Maracaibo (y en el
Zulia). Este ha sido un territorio en el que la «crisis» (en
sus diferentes manifestaciones) ha pegado con mucha fuerza a
toda la población en general. Los candidatos del chavismo,
aquí, en el Zulia, necesitaban un «plus» en su mensaje político
que esta campaña nacional no proporcionaba.
7. Nuestro estudio cualitativo (primera ronda de grupos focales):
de ellos obtuvimos información sobre el nivel de rechazo a los
líderes chavistas y sus razones: decepción y pesimismo como
emociones básicas por no dar soluciones a algunos de los
problemas de servicios públicos más alarmantes (agua o
electricidad). A los líderes políticos los percibían como pocos
cercanos a la comunidad, que usaban a «Chávez» como un comodín
y les reclamaban cercanía, responsabilidad y compromiso. Del
mismo modo, también se recogió la escasa credibilidad que se le
tenía a la narrativa del «bloqueo». Por último, se marcaba una
tendencia de «chavistas blandos» en aumento y cuya
característica básica estaba soportada en su desinterés a ir a
votar .
8. Se dedicó una fuerte productividad comunicacional (en cuanto a
acciones discursivas globales) a pretender «engancharse» con
sectores no identificados con la identidad partidista del
candidato. Esto con el propósito de «expandir» la base del
voto. De este modo, se impusieron rutas de discurso político en
campaña identificcadas con sectores sociales que, muy muy
difícilmente podrían manifestar su voto hacia un candidato del
chavismo. Véase, por ejemplo, el Instagram y las actividades de
«Villa Carmen», o las diferentes «ferias» promovidas desde la
gestión de la Dirección de Turismo o los «voluntariados» que se
esforzaron en constituir. Poco o nada se hizo (con la misma
intensidad) hacia los públicos privilegiados como público-meta
de campaña: el voto blando chavista.
9. Otra variable que, a mi juicio, en el último tramo de la
campaña perturbó, fue el «mito del voto cruzado». Ciertamente,
en algunas de las encuestas se anunciaba la intención de
votantes autodefinidos como opositores que, en un porcentaje
que osciló entre 8 a 12 %, expresaba su intención de votar por
Casanova. Sin embargo, este dato nunca fue indagado más allá de
estas superficiales apreciaciones. A pesar de ello, se dedicó
(debido a esta percepción) mucha atención hacia esta
posibilidad en la campaña.
Conclusiones
1. La tendencia a la pérdida de votos para el sector del chavismo
continuo su curso, ya marcado desde hace años. A pesar de que
el PSUV se mantiene en la posesión de tener el mejor capital
electoral entre todos los partidos políticos (separados), no
cabe duda de que se requiere de revisiones, rectificaciones
sinceras y efectivas para evitar este permanente descenso en
votos que se viene produciendo de evento electoral a evento
electoral.
2. Existen evidencias estadísticas que apuntan a considerar el
«voto tubo» como un elemento decisorio en el comportamiento
electoral, específicamente en el Zulia. El «voto tubo»
privilegia la «identidad partidista», pero enturbia la
identidad del candidato (que es más que la partidista). Entre
Prieto y Casanova, resultó un factor decisivo en cuanto a la
derrota de este último.
3. A lo largo de la campaña, se renunció a la estrategia central
y que esta era sustituida según las apreciaciones que se iban
presentando. Es así como la variable al respecto de la atención
y concentración sobre corredores electorales no fue la acción
de tierra priorizada ni la de mayor enfoque.
Analistas como Oscar Shemel han reiterado en que Chávez y el
chavismo lograron crear una identidad política casi
mágico-religiosa hacia un proyecto político. Precisamente, la
mayor falencia de los sectores opositores. Sin duda que, años
tras años y evento electoral tras evento electoral, este
pegamento ideologico-emocional ha perdido fortaleza. Muchas
serían sus razones, pero le toca al chavismo revisar y corregir
las que tienen en el comportamiento de sus líderes y en la
efectividad de su acción de gobierno un elemento ineludible. Y
esto debido a que el proyecto enmancipador bolivariano, ese que
intentó desarrollar Chávez (con sus aciertos y errores), merece
caminar hacia un mejor destino (final). Otro que no sea este que
(hasta ahora) insiste y persiste en transitar.