Diario de una Cuarentena: Capítulo Cuatrocientos Cincuenta y Ocho

Lo que vi en Las Tejerías…

Jueves, 13/10/2022 03:34 PM

A 942 días del inicio de la contingencia en la República Bolivariana de Venezuela producto de la pandemia global de la Covid 19, en la mitad de la semana 135 de esta contingencia, y siendo el jueves 13 de octubre de 2022, quiero compartir con ustedes mis impresiones de lo que vi en Las Tejerías.

Para ponerlos en contexto, Las Tejerías es una localidad del estado Aragua, capital del municipio Santos Michelena, con 54.392 habitantes de acuerdo al último censo, y su alcalde es Pedro Hernández del PSUV. Está a 1 hora 20 minutos de la capital, Caracas, por la troncal 1, y a 1 hora 6 minutos si nos vamos por la carretera Panamericana.

Importante es de destacar que esta hasta entonces apacible ciudad ha sido noticia de mala manera en dos oportunidades en este año 2022. La primera, cuando en aquellos días del mes de febrero hubo que desplegar un fuerte dispositivo policial-militar para lograr dar con el paradero y abatir a Carlos Revette, alias "El Koki", ya que este se reorganizaba para retomar sus delitos y terminar de entrenarse para dar al traste con el Gobierno Bolivariano. La segunda, con el deslave que hoy ocupa los mayores centimetrajes de la prensa y la mayor parte de la agenda mediática del país.

Pero no pretendo con esta columna hacer un frío análisis o reproducir las explicaciones desde lo científico de lo que pasó en dicha localidad. Lo que trataré es de expresar mi sentir profundamente humano y la experiencia que he vivido, que vivo y que seguramente y durante un tiempo viviré al estar en ese lugar.

Al estado Aragua lo conocí primero en el año 2012, en el marco de las actividades y giras que asumí como parte de la Red Nacional de Tuiteros y Tuiteras Socialistas (RENTSOC) y llegué a Maracay a participar en actividades de la RENTSOC. Me hospedé en aquella oportunidad en el apartamento de mi eterna amiga Greti Richard. La actividad recuerdo que se realizó en el famoso hotel Maracay.

Me encontraba cumpliendo misiones internacionales e internacionalistas del Gobierno Bolivariano que encabeza Nicolás Maduro, cuando posteriormente recibí una llamada donde se me preguntó si podía asistir junto a un equipo de apoyo a la ciudad de Las Tejerías, en Aragua.

Esto porque a la persona que se comunicó conmigo, uno de mis superiores en la institución donde laboró y que tiene un peso importante en las labores que allá se están haciendo, se enteró que mi persona, durante los años 2014 y 2015, me correspondió acompañar y apoyar a muchas personas damnificadas en el estado Aragua. Iba, venía. Me ponían megáfonos y micrófonos para hablar y conversar con la gente, hablaba con ellos, les hacía preguntas, recopilaba la información, me permitía hacer sugerencias para que los decisores hicieran lo que debían hacer. Y creo que se hicieron muchas cosas.

Fue un apoyo importante y considerable a la Comisión Nacional de Refugios Dignos, y además de conocer otras partes de Aragua, en lo humano fue una experiencia muy significativa.

Pues no dude ni por un instante en ser voluntario y apoyar las jornadas de rescate de Las Tejerías como se pedía. No era por un tema de burocracia, de un ascenso, de cuanto me voy a ganar por eso. Era un tema de sensibilidad, un tema de profunda humanidad.

En ese sentido, el lunes 10 de octubre nos trasladamos hacia dicha localidad, y lo que vi, confieso me dejó profundamente impactado. Era como si a esa localidad la hubiesen bombardeado dos bombas atómicas, todo era un desastre, una devastación. No pudieron mis ojos constatar lo ocurrido en la Guaira durante el deslave de 1999, pero si esto no lo supera, pues se le asemeja por mucho. Las calles cubiertas de barro, viviendas enteras bajo las aguas en el mejor de los casos, o bajo el lodo. En miradas de algunos de los habitantes había miedo ante lo terrible que son los embates de la naturaleza. Esos primeros instantes, puedo señalar sin temor a equivocarme, quedé totalmente petrificado.

Pero, sólo fueron instantes, normales de duda ante la impresión de lo que se podría catalogar como la tragedia climática más grande que haya afrontado el país después del deslave de Vargas (hoy estado La Guaira). Incluso tocaba arremangarse las mangas y apoyar para rescatar cadáveres y sin perder la esperanza que el milagro de la vida apareciera.

Y así fue, en una escena que me sacó las lágrimas y me conmovió sobremanera, y de ahí mi orgullo por la brigada canina de Protección Civil y nuestro Sistema de Gestión de Riesgo, cuando vi a uno de los canes cavando en un alud de barro y empezaba a ladrar, activándonos a las brigadas de búsqueda, de rescate y voluntarios, y efectivamente eran personas que aún estaban con vida, y gracias a esa acción, pudimos salvarles.

Y no en balde, como lo dijo Chávez: "la capacidad de amar es infinita", y razón tuve cuando en el marco de mis experiencias personales escribí sobre Luna. Me falta escribir sobre Puky, mi otra amiga can que se fue recientemente, pero ya habrá tiempo para ello.

Al constatar las personas rescatadas, el brillo de sus ojos que expresaban miedo, pero a la vez el agradecimiento por salvarles no tiene parangón. Son de esas gratificaciones que no son en metálico, pero que te llenan el alma.

Y aun la lluvia que no cesa, moja nuestros cuerpos y sin importarnos si es de día, de noche, de madrugada, si hemos comido o no, se ha hecho esfuerzos por salvar lo más importante para una Revolución: Los seres humanos.

Generalmente en los partes que se dan se revela la cifra de fallecidos, más nunca o casi nunca se habla de los seres humanos rescatados, o de los bomberos o funcionarios de protección civil que han arriesgado y ofrendado sus vidas para salvar a su prójimo. Dios quiera que una vez superada esta coyuntura eso se haga.

Pero los milagros no quedan allí, sino que en el medio del fango, del desastre, del dolor por la pérdida material o de los seres queridos, las luces de la esperanza y de la ayuda llegan, en momentos que parecieran inesperados. Después de casi 7 horas en la zona, se escucha un barullo y mucha gente que se dirigía muy cerca a donde nosotros estábamos. Y al percatarnos nos sorprendimos de inmediato.

Era que se hacía presente en la zona nada más y nada menos que el Presidente Constitucional de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro Moros, la Primera Combatiente, Cilia Flores, Diosdado Cabello, Primer Vicepresidente del PSUV, la Vicepresidenta Delcy Rodríguez (que desde el primer momento se apersonó en Las Tejerías) el Almirante en Jefe Remigio Ceballos Ichaso, Ministro del Poder Popular para las Relaciones Interiores, Justicia y Paz y Vicepresidente Sectorial de Seguridad Ciudadana y Paz, y, en fin, todo el Alto Mando Político y Militar de la Revolución no sólo dando la cara sino acompañando en medio del dolor y la tragedia a esta sufrido pueblo.

Acompañamos pues, al Presidente y Comandante en Jefe y demás integrantes del Alto Mando Político y Militar de la Revolución. Sin duda la labor y lo que hay que hacer en Las Tejerías será arduo, llevará su tiempo, pero estoy seguro que al final ese pueblo se levantará, y cual ave fénix, renacerá de sus cenizas.

Y como hace algunos días lo escribí en mis plataformas tecnológicas y redes sociales digitales. La tragedia de Las Tejerías dan ganas de llorar, y lo expresé no porque me la contaron, sino porque he podido verla y constatarla con mis propios ojos.

Me ha correspondido, desde mis modestas responsabilidades, llevar un poco de esperanza, de aliento y de solidaridad a aquellos y aquellas que lo han perdido casi todo, y digo casi todo porque mientras haya vida, siempre habrá esperanzas. A algunos nos ha correspondido cargar a niños, a abrazar a viejitos y viejitas que hemos logrado rescatar, así como también llorar amargamente cuando hemos rescatado cadáveres y entregárselos a sus deudos, para que puedan llorarlos y rendir tributo a su memoria dándoles la sepultura que de acuerdo a su credo consideren deben darles.

Producto de esas pertinaces lluvias que nos han afectado producto de estos embates de la naturaleza, me he engripado un poco. Molestias en la garganta, algo de cogestión nasal y malestar propio de estos climas. Pero cuando recuerdo a mis hermanos y hermanas de Tejerías que están peor que yo, eso me eleva la moral y las ganas y mi malestar no sólo queda en segundo plano, sino que se alivia sobremanera. Claro, ayudado con un acetaminofén y tomando algo caliente para acelerar la recuperación.

Aun me quedan impresiones y sería aun temprano para relatar con lujo de detalles lo que he ido viviendo en Las Tejerías. Tomando en cuenta que eso aun no ha terminado, y que debo seguir yendo y viniendo y cumpliendo las tareas que no solamente mis jefes políticos, gubernamentales sino también mi conciencia me dicta que debo cumplir. Creo que estos momentos cualquier gesto de solidaridad sería gigantesco en medio del llanto y el dolor por los que hoy sufren.

Pero si debo señalar, que pese al miedo, al dolor de los habitantes de Las Tejerías. Cuando uno conversa con estos hermanos y hermanas, cuando ellos se sienten acompañados y que en medio de su dificultad no están solos ni solas, el brillo y el semblante de incertidumbre ante no responder al momento sobre el que hacer se convierte en confianza y esperanza de que saldrán delante de esta. Uno se lleva ese compromiso moral de no dejarlos caer, y seguro que en esto se nos irá la vida.

Traté de expresar en estas líneas, mi emotividad y mis sentimientos ante lo que he vivido en estas últimas horas en Las Tejerías. Más que un análisis o una crónica, mi objetivo era sensibilizar a usted amigo lector, a usted amiga lectora, a que desde su espacio, que seguramente tendrá una cama donde dormir, una cocina donde preparar sus alimentos, que está al lado de sus seres queridos; piense que en Las Tejerías hay personas que no tienen y otros que no tendrán hoy nada de eso. Por lo que apelo a su solidaridad para que con un pequeño aporte (con alimentos, ropa, en ayuda o como usted pueda) el que nazca de su corazón, ayude a esos hermanos y hermanas que hoy nos necesitan.

Por eso es que dicen que la solidaridad es la ternura de los pueblos.

¡Bolívar y Chávez viven y sus luchas y la Patria que nos legaron siguen!

¡Independencia y patria socialista!

¡Viviremos y Venceremos!

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