Lo que observé ayer domingo 7 de mayo en Delta Amacuro- Tucupita, exactamente en El Paseo Manamo, me hizo llorar a moco tendido. Regresé mentalmente al año 1974, 49 años atrás, cuando llegué a la orilla de ese Caño, donde todavía está el embarcadero para atravesarlo y pasar a las instalaciones de la Escuela-Granja que todavía tiene la CVG en la isla de Guara.
La CVG, el instrumento creado para desarrollar y complacer el apetito voraz del capitalismo depredador de nuestros recursos naturales, ya había hecho su trabajo sobre la región Deltana, donde desemboca nuestro Rio Padre, dragando y construyendo compuertas para aumentar el volumen de aguas, que les permitiera la salida y entrada de embarcaciones de gran calado y así pudieran entrar y salir para llevarse la mayor cantidad de mineral de hierro que alimentara las acerías que la Iron Mines tiene en Pensilvania.
Los habitantes originarios de esa región, los Waraos, como todavía se les identifica, andaban por esas orillas del Caño Manamo, mendingando y buscando que hacer, pues sus tierras, donde cultivaban sus alimentos y sus zonas de pescas habían sido dañadas por los trabajos que la CVG había realizado en sus caños, donde cientos o miles de años estuvieron asentados. La CVG creó una Gerencia de Desarrollo Social y yo, por casualidad, fui contratado como Técnico Trabajador Social y para eso me llevaron a conocer la zona, para que decidiera donde me gustaría estar, si en Puerto Ordaz o en Tucupita y yo al ver aquel cuadro de necesidades materiales, morales y afectivas decidí trabajar en La Isla de Guara donde pasé dos años de mi vida. Cuento todo esto, pues el lector no podría entender por qué al regresar al mismo lugar 49 años después me puse a llorar a moco tendido.
El hoy Estado Delta Amacuro, capital Tucupita, era la zona más pobre y depauperada del país, la pobreza extrema de su población era casi total, un barrio pobre de Caracas, era una urbanización comparándolo con Tucupita. Los diseñadores de la Región Guayana hablaban de que sería El Granero de Venezuela por la fertilidad de sus suelos. Mientras eso llegaba sus pobladores originarios andaban semi desnudos y harapientos dando lastima y recibiendo desprecio por parte de "los criollos" que se habían apoderado de sus tierras.
Hoy 7 de Mayo del 2023, después de 49 años regreso al mismo lugar y me encuentro con una infraestructura de concreto hecha para la recreación turística que bordea al Caño, un puesto de la Guardia Nacional Bolivariana y un Busto del Comandante Chávez mirando hacia la Isla de Guara. Me pongo a observar quienes son los que están usando esos espacios y me encuentro a una pareja de adultos ingiriendo aguardiente botella en mano, diciendo vulgaridades a todo pulmón, varias niñas famélicas con sus hermanitos cargándolos sobre sus huesudos brazos, mujeres muy flacas y harapientas con los pies descalzos, grupos de familias bajo láminas de plásticos para guarecerse del sol o de las lluvias asentadas con fogones de chamizas encendidas para hacer comidas, niños tirados en el suelo pelado. Al principio creí que lo que estaba viendo no era real y comencé a tomar fotos con mi celular. No pude continuar y me atacó el llanto y tuve que sentarme. Hoy después de 48 horas me puse a escribir estas líneas. Todavía estoy afectado. Yo había visto muchas imágenes parecidas de personas que vivían en esas condiciones en África, La India, Etiopia, Haití, Bolivia. pero en Venezuela nunca, ni siquiera en la IV República.
No voy a ocuparme de buscar culpables, ni causas. Cada quien tiene ya hecha sus explicaciones, simplemente quiero dejar constancia histórica de lo que observaron mis ojos. Es muy posible que por el mismo espacio y al mismo tiempo hayan pasado otros cientos de personas y observaron otra cosa. Con las dos o tres personas que les he hecho algún comentario por señas, pues no puedo hablar, me han respondido que a los Waraos les gusta vivir así, eso mismo me decían algunos criollos hace 49 años.
No puedo despedirme de mis consecuentes lectores sin tratar de explicar que quiero expresar con el titular de este escrito. Voy hacerlo con un ejemplo: Hace 50 años atrás un Warao, cortaba un racimo de topocho o sacaba unas raíces de Ocumo Chino, se los echaba al hombro se los llevaba al mercado o los ofrecía en las calles de Tucupita y cualquier criollo se los compraba con dinero efectivo, el cual podía utilizar para comprar y satisfacer sus necesidades personales o de su grupo familiar. Hoy eso es imposible que pueda hacerlo, pues necesita tener Punto, cuentas en los bancos y celular con Internet y si hace 50 años atrás los comerciantes les vendían los radiecitos de baterías para sintonizar las emisoras y no le explicaban que cuando las pilas se les agotaban podían comprarles otras nuevas y no botar el radiecito para que comprara otro, ahora que no harían para esquilmarlos? Con las tecnologías actuales y sin el sentido de solidaridad humana necesaria, que deben tener las personas que se ocupan de lo social, este problema que trato de describir, es imposible solucionarlo. El solo pensar en eso, me entristece y me hace pesimista sobre el futuro. Ojalá yo no contagie a nadie.