Veterano de los años sesenta, luchó en el Frente Simón Bolívar en los Humocaros y fue compañero de armas de Argimiro Gabaldón, Jonás Castellanos, Alí Rodríguez Araque, Juan Carlos Parisca. Estuvo ligado a figuras importantes de la literatura y el arte de la izquierda nacional, entre quienes destacan Carlos Contramaestre, Edmundo Aray, Ramón Palomares y Arnaldo Acosta Bello, entre otros.
Desde temprana edad, apenas entrando a la adultez, Alberto Tirso Meléndez abandonó sus estudios y se sumó al Frente Simón Bolívar de la guerrilla rural, asentada en el enclave conformado por las montañas de los Humocaros, entre los estados Lara, Yaracuy, Portuguesa y Trujillo, que dirigía el comandante Argimiro Gabaldón, hijo del legendario general José Rafael Gabaldón, figura emblemática de las luchas contra el también general Juan Vicente Gómez, quien gobernó el país por casi treinta años (1908-1935).
Alberto Tirso Meléndez era un hombre de leyenda, conocedor en profundidad de los movimientos emancipadores contemporáneos latinoamericanos e internacionales que luchaban contra los Gobiernos antidemocráticos de sus pueblos. Cuando cayó la dictadura del sargento Fulgencio Batista en Cuba en 1958, los grupos armados venezolanos, entre ellos las FALN, lo designaron su embajador ante el Gobierno revolucionario que lideraba el abogado Fidel Castro Ruz, del Movimiento 26 de Julio.
Mas tarde, estuvo presente en el Porteñazo, foco insurreccional cívico-militar que se produjo en Puerto Cabello, estado Carabobo, contra el presidente acciondemocratista Rómulo Betancort en 1962. También participó en el Carupanazo, ocurrido en Carúpano, estado Sucre, el mismo año. Sus contactos lo libraron de caer preso en manos del Gobierno. Alberto Tirso se caracterizó por ser un ferviente observador de los principios fundamentales de cualquier guerrillero: la discreción. Por eso se le vio en 1970 en el encuentro nacional denominado Congreso Cultural de Cabimas al lado del ballenero Carlos Contramaestre, detrás de bastidores; jamás se exhibió en pantallas cinematográficas publicitarias.
Igual ocurrió en 1977, cuando fungió entre los organizadores sin rostro de un evento nacional de poesía y literatura que tuvo como sede la ciudad de Barquisimeto, estado Lara, denominado, bajo el influjo poético de Aquiles Nazoa, "Encuentro por los Poderes Creadores del Pueblo". En esta actividad, Fruto Vivas tuvo una actuación estelar con su verbo encendido revolucionario. Alberto Tirso Meléndez, al lado de Gerardo Escalona, desempeñó un papel preponderante en la organización previa y durante la realización de las actividades del encuentro.
Este luchador social, a quien muchos conocieron bajo la sombra de seudónimos como "Comandante Gaspar" o "Elías", durante su trashumancia en el marco de sus responsabilidades políticas, viajó por casi todos los países latinoamericanos, y también por países europeos, comprando libros y estableciendo relaciones con personajes afines.
Aquí, en Venezuela, en el curso del "reposo del guerrero", se radicó en la ciudad de Mérida, urbe universitaria que, por contar con una población estudiantil joven, se presta para mantener una vida entre la confrontación permanente de nuevas ideas; acaso un lugar apropiado para cualquier revolucionario que no quiera envejecer y prefiera continuar en un mundo ajeno a la rutina propio de jóvenes imbuidos en las nuevas ideas del pensamiento moderno.
Alberto Tirso Meléndez se había construido una casa en Mérida, en la zona de El Valle, que tal vez en alguna ocasión soñó. Allí quedan sus libros y muchos manuscritos que a otros han de ser útiles. Borradores de una sabiduría acumulada a lo largo de tantos kilómetros recorridos en sus interminables viajes por el continente.
Grandes han de haber sido sus reflexiones sobre los aciertos y desaciertos de políticos y planificadores que había observado en ese andar continuo. Conocimientos que han podido servir para compartirlos con jóvenes en Mérida, a la manera de las enseñanzas de Simón Rodríguez, o, mucho más acá en el tiempo, como las fecundas cátedras que el gran maestro de maestros, Boaventura De Sousa Santos, imparte en Brasil.
Alberto Tirso Meléndez era un apóstol que predicaba un compartir la vida buena en todos los órdenes de los valores universales del ser humano; una solidaridad plena y fértil, en comunicación con los principios universales que consagran el derecho a la vida y a los bienes que prodiga la madre naturaleza, entre ellos, el agua, el aire, el suelo y sus componentes.
Intentó pelear contra las secuelas de un accidente vial que poco a poco fueron superando a los adelantos científicos a su alcance en los hospitales de la ciudad, pero no pudo.