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LA MÁS DESCARNADA HISTORIA JAMÁS CONTADA: La noche del 21 de junio de 2011, ocurrió un trágico suceso en Mérida, que bien pudo haber terminado en una gran tragedia, tal cual sucedió con la Masacre de Tazón, de 1984. La historia que voy a referir tiene mucha profundidad con múltiples de aristas y se hace necesario seguirla hasta el final, todas estas aristas apuntando hacia el personaje don Tareck El Aissami, sobre el cual en Venezuela se estará hablando durante décadas. Esta historia da para confeccionar un tétrico cuento, al estilo de los geniales que escribía Tolstoi o Gogol, y que lamento no poder estructurarlo (sobre todo por falta de talento). Cómo me gustaría. En parte son hechos que ya he recogido en otros trabajos aun no publicados, y que resumiré de momento de la siguiente manera: Un día de finales de 2011, por circunstancias muy especiales, me vi en la necesidad de viajar a Caracas para entrevistarme con el entonces super ministro Tareck El Aissami. Nadie entonces era más ministro que él y lo seguiría siendo todavía por casi treces años más, sin que nadie fuese capaz de pararle su espectacular trote. Recalco además, que lo llamo super ministro, sin pizca de ironía, sencillamente porque así se encontró en un pedestal intocable, movilizando poderes de todo tipo, financiero, militar, partidista, de carácter internacional... Por cierto, por allá por 2014, un día hablando con un alto personaje del gobierno le pregunté: ¿por qué Tareck El Aissami se mueve con tanto desparpajo irregular y nadie es capaz de pararle el trote?" y su respuesta fue se quedarse paralizado de una pieza, y con sólo su mirada me dijo mucho. Mi necesidad de hablar con él tenía que ver con una situación muy grave por la que estaba pasando una de mis hijas, seriamente amenazada por elementos de la ultra-derecha infiltrados en el gobierno regional de Mérida. No sabía yo, entonces, que me estaba metiendo con el dueño de aquellos puppets que él sabía mover muy bien, como podrán darse cuenta. Yo, realmente, estaba pasando por uno de los momentos más difíciles de mi vida, y creí que así como don Carlos era mi amigo, con mucha más razón también lo era su hijo, a quien había conocido apenas era un pichoncito de líder en la ULA, por allá, en el año 2000.
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Hay acciones urgentes y necesarias, que nadie debe ponerse a esperar a que provengan de un partido, de un líder o un mesías para que tener que ponerse en marcha. Yo nunca esperé órdenes de nadie para actuar contra el poder del Puntofijismo, se encontrase en el terreno que fuese: en la ULA, en el Ministerio del Ambiente, Justicia o Defensa, en la Gobernación de Estado o la propia Fiscalía. Y asumí solito todas las demandas penales que me armaron. Nunca hubo en Mérida un pelabolas que desafiase tantos poderes juntos. Luego, cuando apareció Chávez, surgieron por doquier "revolucionarios" que durante décadas supieron disimular muy bien sus ardorosos ideales marxista o bolivarianos, y éstos acapararon todos los puestos tanto en el gobierno como el propio MVR, sosteniendo a la vez un extremado odio hacia mis posiciones radicales, llamándome "talibán". Pues bien, miles, quizá millones, de seres han perdido sus vidas negándose a esperar que llegue un mesías para tener que actuar. A muchas acciones importantes verdaderamente revolucionarias, los llamados partidos de izquierdas les sacan el cuerpo o sencillamente no están presentes, porque se atienen a esperar órdenes de un jefe de una dirección, sujetarse a eso que llaman "atenerse a la disciplina partidista", siendo que la única disciplina en un partido debe ser exigir y aplicar la justicia cuando ésta sea necesaria. Es así como en nuestra historia a muchos revolucionarios, ciertos jefes o partidos los han dejado solos en sus luchas, y a veces los más decididos, pereciendo en el combate, en la lucha, enfrentando a las fuerzas represivas de los gobiernos.
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El deber de uno debe ser siempre luchar en defensa de los pobres y desposeídos, arriesgarse en terrenos altamente peligrosos para contener las acechanzas de la derecha, impulsado en todo momento por la necesidad de hacer justicia. En ocasiones ponerse a esperar a que un partido nos acompañe en un acto de justicia, conduce en muchas ocasiones a tener que abortar una acción que no puede esperar para otro momento, porque los partidos a veces actúan acatando órdenes superiores casi siempre respetando el status quo u obedeciendo a un burócrata, esos que nunca se arriesgan en nada. Si Bolívar se hubiese puesto a acatar las órdenes de aquel general Labatut en Cartagena, se lo hubiera llevado el diablo y jamás habría sido Libertador. Yo viví, insisto, durante 40 años estos riesgos y desafíos de luchar en soledad, enfrentando toda suerte de peligros, demandas penales y amenazas de muerte. A la postre resultó que una de mis hijas, siguió mi ejemplo, y por ejecutar un acto de justicia dentro de la ULA, la mayor madriguera de guarimberos y terroristas de la ultraderecha, hubo de pagarlo bien caro, llevada a la cárcel, procesada y condenada por un tribunal, y eso que su acción se produjo en medio de la revolución bolivariana. En el Consejo Universitario de la ULA, los representantes de nuestra revolución, por temor a ser mal vistos por el eterno poder dominante heredado de adecos y copeyanos, callaron cuando se pidió la expulsión de mi hija de esa casa de estudios. Algunos de esos representantes, por aquella, su moderada posición ante los poderes dominantes, irían prosperando, escalando posiciones en los altos mandos del gobierno nacional. Increíble pero incierto. Explicaré con ciertos detalles estos hechos.
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Como venía diciendo, me urgía tratar con el super ministro Tareck El Aissami un asunto muy delicado relacionado con serias amenazas a la menor de mis hijas. Me dirigí a su despacho ubicado en la Avenida Urdaneta. Apenas me presenté, me hicieron pasar a una espaciosa sala adornada con cuadros de nuestros próceres, estaba allí la imagen de Bolívar en su última reconstrucción y la de Chávez con su banda presidencial, en una esquina sostenido en un pedestal, el escudo y la bandera nacional. Se respiraba, sin tapujos, la sagrada solemnidad de un templo. Tomé asiento en una poltrona mientras esperaba a aquel super ministro, a quien conocía lo suficiente como para tutearlo, y me imaginé que todo se iba a llevar del modo más cordial y directo. Me disponía a revisar unos documentos cuando intempestivamente apareció el ministro por donde menos lo esperaba, y lo hizo con la media sonrisa típica de su estilo jovial, simpático, espigado, dando pasos ágiles, elegantemente vestido de traje azul, con corbata roja, y al parecer recientemente bañado, fresco. Eran como las once de la mañana. Tendríamos unos tres minutos saludándonos, cuando me lanzó a boca de jarro la siguiente e inexplicable frase: "-El presidente Chávez me preguntó si yo lo conocía a usted". Bueno, lo de usted para nada me sorprendió porque así hablan los gochos Por segundos quedé paralizado por lo que me estaba diciendo, esperando que agregara algo más a sus palabras, por cuanto que él me conocía lo suficiente como para decirle al presidente que claro que sabía quién soy yo, a qué me dedicó desde hace cuarenta años en Mérida. Pero siguió de largo hacia uno de los espaciosos recovecos de su oficina, como dejando que yo procesara una respuesta, no teniendo yo en verdad nada que decir a ese punto. A la vez, se había distanciado como si ya no le importara lo que yo podría decirle, y como si mucho menos le importara lo que yo pudiera pensar sobre lo que me había dicho. Por su puesto quedé a la espera de oír algo más, que añadiera al menos lo que él le pudo haber respondido al presidente, por ejemplo, al menos, por qué se lo preguntaba. Entonces, recogiendo unas carpetas lo vi dirigirse a su escritorio, como no importándole insistir en el asunto y sobre todo dejando sólo en el aire lo que había lanzado, porque era algo que quería que yo supiera, simplemente. Seguidamente en su jerga jurídico legal, trató muy someramente el caso de mi hija, diciendo que hablaría ese caso muy difícil y complicado para él con la Fiscal general de la República, la doctora Luisa Ortega Díaz, haciéndome sentir que aquello era muchísimo más grave de lo que yo me imaginaba. Debo decir que salí de allí desolado, muy triste y muy golpeado. Lo más probable entonces era que a mi hija la internaran entonces en la Cárcel de Mujeres de Lagunillas. ¡Ay, Sant Roz, tus críticas, tus verdades no se hacen impunemente! Tendrás de algún modo que pagarlas. Esas eran las sentencias que oía mientras abandonaba aquellos tétrico pasillos…
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Aquello de "-El presidente Chávez me preguntó si yo lo conocía a usted", fue algo que me martillaba una y otra vez en mi cabeza. ¿A qué venía eso?, ¿por qué me lo lazó a boca de jarro?, y luego por qué no volvió a hablar de eso. Repito: no habló más nada sobre ese punto y yo, por supuesto, no quise indagar en algo en el que era él quien debía esclarecerlo, por ejemplo, la razón de esa pregunta del presidente dirigida específicamente a él, y por qué él no me dijo qué le había dicho sobre mí. En fin, él la dejó como un tremendo misterio y posteriormente, indagando un poco más en sus gestos cuando lo dijo, vi que alzaba sus hombros y su mirada se hacía esquiva, como haciéndose el desentendido, o balbuceando muy vagamente que sí, en efecto, que me conocía, pero que no sabía mucho de mí y a la vez como queriendo dejar algo oscuro, raro, incierto para que yo lo interpretara como diera la gana.
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Cuando dejé su despacho me fui preocupado, no sólo porque no había conseguido adelantar nada sobre el caso de mi hija agregándose ahora el fulano misterio de ese dardo lanzado a boca de jarro, dejando en mí múltiples interrogantes, algo que no dejaba de ser desolador e intrigante. Había venido a Caracas a tratar de resolver esa terrible situación de mi hija, y al parecer me iría a Mérida peor. ¡Inexplicable! De hecho, cuando llegué a Mérida y mi esposa vio mi aspecto y me preguntó cómo me había ido, supo que el caso de mi hija había empeorado. En ese momento le conté que el presidente le había preguntado a Tareck que si me conocía, y mi mujer muy intrigada preguntó; "¿Y él que le dijo?" y no supe qué responder.
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En ocasiones me parecía ofensivo e intrigante, aquel su extraño mensaje "-El presidente Chávez me preguntó si yo lo conocía a usted", asociándolo en ocasiones a una torpeza o estupidez de su parte. ¿Qué quiso decirme con eso? ¿Por qué precisamente traía él a colación ese hecho, cuando sabía que yo estaba allí requiriendo de sus consejos o ayuda para una terrible situación por la que estaba pasando mi hija? Yo me consideraba amigo de su padre, Carlos, al cual tenía en alta estima y respeto, y al cual le planteé en múltiples ocasiones la situación de mi hija, llegando a la conclusión de que aquello le incomodaba, que lo ponía en una situación hasta embarazosa. Lo cierto es que a mí me parecía insólito que el super ministro Tareck no pudiera hacer absolutamente nada en ese caso, cuando comenzaba hacerse evidente que se quería hacerle daño a mi hija para que yo pagase por mis ataques a ciertos delincuentes incrustados dentro del PSUV, dentro del gobierno.
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El misterio de aquella respuesta en mi visita a su despacho fue algo que me acabaría preocupando durante años, y que lo contaría una y mil veces a mis amigos más cercanos, procurando entender qué veían ellos en esa extrañísima salida suya. A partir de allí, Tareck acabó volviéndose distante, huidizo conmigo. En momentos, aquella salida suya en el despacho me escamaba, me provocaban ciertas dudas sobre su amistad, pero tenía que llevar todo con sumo cuidado porque estaba de por medio la seguridad de mi hija, sobre todo. ¿Por qué no fue más específico, sobre todo en momentos en que yo estaba tan urgido de buscar una ayuda importante para la situación de mi hija? El que preguntara Chávez por mi persona, por qué lo hacía, qué buscaba saber, a qué se debía su interés en momentos en que se encontraba luchando contra un cáncer... Si Chávez estaba interesado en mi persona sin duda alguna tenía que ver con mis escritos, con mi obra, razón suficiente – pensaba, señor Tareck- como para que usted tomase el mayor interés en el caso de mi hija y, pues, procediera a tratar de resolverlo de alguna manera? ¿No le parece suficiente esa su pregunta por mí –pensaba- para que usted tratase de comunicarse con la Fiscal, doctora Luisa Ortega Díaz, su amiga, e impidiera alguna venganza en mi contra, utilizando el caso de mi hija, yo que tengo tantos enemigos en Mérida? Yo había sido demandado en varias ocasiones por mis escritos, como he dicho, por canallas de la derecha e incluso por bandidos que se decían chavistas y después saltaron la fulana talanquera. Pero Tareck quiso dejar esa sentencia en el aire, como para que yo la escrudiñara y sacara mis propias conclusiones, y como dije de ese modo nos despedimos dejando cientos de preguntas sin respuestas, todo a medias y cada vez más oscuro, intrincado, truncado, y yo profundamente frustrado, hasta enfermo...
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Con el tiempo vine a desentrañar lo que quiso decir ese abominable personaje, un tipo de una bajeza indescriptible, todo el tinglado me lo desveló 13 años después mi amigo Humberto Martínez. Porque debo decir que para entonces yo estaba totalmente desprevenido en relación con cualquier artera puñalada de parte de Tareck, no veía razones para ello, por cuanto sentía que podía confiar en él, y por cuanto ciertamente lo consideraba un amigo. Yo era especialmente amigo de su señor padre, Carlos. Yo, por otra parte, era un tipo que tenía muchos enemigos en Mérida, porque atacaba sin ambages gente traidora, corrupta, ambivalente y cobarde incrustada en la revolución, cosa que ahora veo, a él le preocupaba, le indignaba, y se fue emponzoñando secretamente en mi contra, temiendo el que un día cualquiera él también pudiese ser "víctima" de mi inclemente metralla. Le urgía, por los negocios sucios en los que él andaba metido, el que yo, quien en cierto modo era muy cercano a su familia, algún día llegara a verlo, descubrirlo, tal cual es. Yo, en verdad, que me culpo por no haber llegado a fondo de las denuncias de Alberto Nolia en contra de Tareck, sino que más bien hube de criticarle, lo cual hoy me duele en alma. Equivocadamente llegamos a creer que Tareck era ciertamente un hombre clave de la revolución, muy considerado incluso por el propio presidente Chávez. Además, él estaba enterado a través de su padre que había en mi contra una sentencia de muerte por parte de los sectores más ultra-montanos y derechistas de Mérida. Habían pagado sicarios para que me aniquilaran por lo que hube de pasar meses sin poder salir de casa, al punto de que un día me llamó Luis Acuña, enterado de mi situación, para ofrecerme un cargo en el Ministerio de Educación Superior, y salir por un tiempo de Mérida.
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Resulta que yo, en 1999, había escrito un artículo, publicado por el diario Frontera, criticando a Chávez, y lo hacía porque su esposa Marisabel estaba siendo acaparada y utilizada por Miguel Enrique Otero, especialmente por su esposa Ramia, con el fin sin duda de someterlo a través de Marisabel a los dicterios de la oligarquía (como aquí había ocurrido con tantos presidentes). Era una crítica bastante dura. Entonces a Tareck le pareció de maravilla usarlo para destruirme entre el chavismo, y le pidió a un miserable de Mérida que le mandara cientos de copias para hacérselo llegar a medio mundo, empezando por Chávez. Ese artículo lo vi distribuir por el Consejo Universitario de la ULA donde yo era representante del ministro Luis Acuña, también corrió por multitud de ministerios y pasó de mano en mano entre periodistas y altos dirigentes políticos. Yo sé que Chávez no le dio ninguna importancia a ese escrito de 1999, pero Tareck debió haberle dicho que yo era un tipo de cuidado, muy peligroso, que mucha gente chavista me odiaba, que me metía con gente respetable y que le estaba haciendo mucho daño a la revolución (es decir a tipos como él). Luego, Chávez un día me llamó, por encima de todas las barbaridades que le contaría Tareck y me dijo que quería que lo visitara en Miraflores para una entrevista, y de esa conversación salieron mis planes para escribir el libro "El 4-F La Rebelión del Sur", y la entrevista no se pudo dar porque él tuvo que viajar a Cuba, por lo avanzado de su enfermedad. Pero considero que cuándo Chávez le preguntó por mí y vio su vacilación, su ambigüedad, quizás hasta en sus puntillazos en mi contra, lo pudo medir en toda su dimensión, porque Chávez era un genio.
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Quién sabe por cuánto tiempo más seguiremos viendo las consecuencias del desastre económico dejado en Venezuela por Tareck El Aissami y su combo, que indudablemente buscaba un cambio de gobierno, echar abajo a la revolución bolivariana. Todos los días me pregunto: ¿cómo pudo ocurrírsenos creer que Tareck El Aissami era de izquierda? Yo lo conocí suficientemente como para saber que era un tipo que nada tenía que ver con revolución, pero iba callando y calculando su inevitable desmadre, viéndolo con sus carantoñas a los movimientos populares, jugueteando con el marxismo, y hasta dando discursos como orador de orden en eventos trascendentales sobre los valores de nuestra historia patria. Así lo hizo recordando el Discurso de Angostura en Guayana. Lo real era que toda la vida fue un fatuo, un aprovechado, un diente roto, un inicuo, un farsante y un poderoso intrigante, tremendamente mediocre que se cansó de burlarse de nuestro gran proyecto político. Lo de él como lo lleva en su sangre, es el negocio mercantilista como fenicio de cuna, como lo es. Vaya Dios a saber cuántos negocios hizo en toda Venezuela durante ese medio siglo siendo un poderosísimo funcionario del gobierno. Era un tipo que parecía bien chévere, juvenil, entrador, simpaticón, medio pícaro y medio mosquita muerta, que con esa mierda que algunos mientan carisma se metió a un gentío en el bolsillo. A mí me odiaba secretamente, como he dicho, e hizo lo imposible por destruirme sencillamente por mi manera de pensar y de decir mis verdades y también, pues, porque yo atacaba a sus amiguetes cuando éstos cometían desafueros de todo tipo mientras estuvieron en el poder: porque ataqué a sus alter egos como, Luis Velásquez Alvaray, el Rafael Ramírez, Luisa Ortega Díaz, Christian Zerpa, Hugbel Roa, Florencio Porras, Mario Bonucci, Marcos Díaz Orellana, …
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Quiso hacerme todo el daño posible, y no me cansaré de decirlo, cuando intentó por mampuesto que condenaran y metiesen en la cárcel por varios años a mi hija, entonces estudiante de Historia en la Facultad de Humanidades de la ULA. Resulta que mi hija había liderado unas protestas contra las canallas autoridades rectorales de la ULA por los robos que se estaban llevando a cabo en el Comedor, pero Tareck toda la vida ha tenido una horrible debilidad por los rectores ultra-reaccionarios de esta casa de estudios. El rector Mario Bounucci pidió ayuda al entonces gobernador Marcos Díaz Orellana para que atacase a los muchachos que estaban intentando que la comida del Comedor no se perdiera, y sacarla de allí (un gobernador con la misma debilidad pro-reaccionaria de Tareck, de hecho, fue Tareck quien lo convirtió en gobernador de Mérida). Tomaron un autobús de la ULA, para trasladar parte de esa comida a las Residencias Domingo Salazar, unos alimentos que llevaban meses deteriorándose. Ese autobús fue ametrallado por la policía dejando moribundo a un estudiante (quien estuvo un mes en estado de coma) y varios de ellos heridos de bala. Fue una emboscada, algo que pudo haber sido equivalente en Mérida a la Masacre de Tazón del 19 de septiembre de 1984, como se dijo.
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Tareck El Aissami fue un alto ejecutivo, que se movió en el poder como Pedro por su casa, durante un cuarto de siglo, quien llegó a crear una cuasi estructura paralela con ministros, alcaldes, legisladores, dirigentes de partido, gobernadores y multitud de funcionarios que eran elevados a esos altos cargos por su "mano bienhechora". Fue así como personajes como Hugbel Roa (ex diputado a la Asamblea Nacional y ex ministro de Educación), Pedro Maldonado (ex director de CONATEL y presidente de la Corporación Venezolana de Guayana (CVG)), Christian Zerpa (magistrado del Tribunal Supremo de Justicia) y a quien también critiqué duramente, Ismel Serrano (ex vicepresidente de Petróleos de Venezuela y ex Secretario General del Estado Aragua durante la gobernación de Tareck en esa región), Edwin Rojas (ex funcionario del Ministerio de Relaciones Interiores y es gobernador del Estado Sucre), Hugo Cabezas (ex Secretario Privado de la Presidencia de la República), entre muchos otros, entre los cuales también se encontraba como su mano derecha en Petróleos de Venezuela, el hoy detenido por gravísimos cargos de traición a la patria (entregándole información a la CIA sobre nuestro cerebro de PDVSA), el señor Pedro Tellechea. ¡Ave María Purísima!, cruenta historia, desgraciado de mí que me tocaría vivir y ahora desvelar…
Confesiones inconfesables… (¿Cómo pudimos creer que Tareck El Aissami era un revolucionario?)… Qué cándidos!
Por: José Sant Roz
Martes, 05/11/2024 11:19 PM