Dejo claro que desde el mismo día en que Donald Trump ganó la presidencia de los Estados Unidos en 2016, existen documentos escritos y radiofónicos que manifiestan mi posición en que era un individuo que se manifestaba más por la emocionalidad que por la racionalidad, y que si la primera de tales condiciones era la que iba a orientar su presidencia, pues ésta terminaría siendo un desastre no solo para la propia nación norteamericana sino para la geopolítica internacional.
En efecto, no solo fueron cuatro años de mandato en donde se veían situaciones de autoritarismo y de sentidos unipersonalistas, propios de los neototalitarismos, sino que en el caso de Venezuela como forma de presionar al madurismo, si bien se iniciaron aplicando sanciones individuales, el hecho que posteriormente algunas de estas se hayan extendido en el plano de las negociaciones comerciales, solo han servido como seudoargumentos para quienes gobiernan nuestro país al decir que la emigración, la hiperinflación, el hambre, la miseria, el descalabro de los servicios públicos, la destrucción de la industria petrolera, la escasez de gasolina, los salarios y pensiones de un dólar al mes, la corrupción y hasta la persecución y encarcelamiento políticos sean producto de tales "sanciones".
En tal sentido, que Trump haya sido o no responsable de los hechos suscitados en su nación como el asalto al Capitolio, con un saldo lamentable de cinco personas fallecidas, heridos y daños materiales, y las consecuentes medidas de toque de queda en Washington, ha desencadenado que ese autoritarismo - de todos los bandos políticos y de comunicación - ahora sirva como piedra de apalancamiento para que en otras naciones como en la propia Venezuela se sigan atizando escenarios de confrontación y abusos en contra de la ciudadanía.
¿Y por qué decimos esto? Pues, al ver el cómo organizaciones suprageocomunicacionales como Twitter y Facebook pueden hasta cerrarle sus cuentas al presidente de Estados Unidos, esto convierte a tales industrias de la comunicación digital en juez y parte sobre quiénes afectar en un momento determinado, cuando en todo caso debería corresponder a los tribunales respectivos de esa nación una decisión de tal magnitud que permita demandar y enjuiciar a Trump por iniciativa de sus ciudadanos o instituciones, en lo que habrían sido las supuestas violaciones jurídicas conforme con las leyes de ese país; pero que sean tanto Twitter como todo el conglomerado de Facebook que hagan tan acción, suspendiendo indefinidamente o eliminando las cuentas personales del todavía presidente norteamericano, es algo que revela que el mundo entra en un peligroso escenario, que como cualquier libreto de película, bastaría que los ultradictadores de la comunicación decidan que se debe publicar en tales redes para imponer una auténtica hegemonía sobre las decisiones políticas, económicas y sociales no solo de Estados Unidos sino del resto del planeta.
Lo que deben desde mi perspectiva, y eso es algo que debería ocuparse el Congreso norteamericano y los organismos mundiales es para que tales conglomerados de la supracomunicacionalidad de las redes, en donde también entran Windows y Google, es que existan leyes que prohiban el anonimato, y se exija la documentación de cada persona en sus registros - naturales o jurídicas- para evitar, por ejemplo, que las grandes organizaciones delictivas y criminales, algunas de ellas políticas, puedan usar tales redes para generar caos y verdaderas desestabilizaciones en cualquier orden de las relaciones geosociales y geofinancieras.
No es el mensaje de un solo individuo en Twitter o Facebook, sobre las plataformas de Windows y Google que llega inmediatamente o en pocos minutos a las redes de un grupo, y desde miles hasta millones de personas sobre algo que seguramente jamás diría un solo individuo por medios como la televisión o la radio, sino que son fundamentalmente las innumerables cuentas, y en mayor preponderancia las anónimas las que generan tales situaciones de descontrol sin fueros en cualquier sociedad.
Vemos que la apertura de cuentas LocalBitcoins ya deben registrar sus identidades nacionales o pasaportes para poder tener acceso a tales operaciones, razón por la cual, normar a las multinacionales digitales, no solamente sería una cuestión de contenidos sino de registro con nombres y apellidos, sino que debería ser corroborado con las herramientas de ubicación para disminuir los fraudes y suplantaciones de identidad, algo que no ocurre con ninguna de estas grandes empresas y de programas mencionados, en donde cualquiera como integrantes terroristas de Al Qaeda, o la guerrilla disidente colombiana, o mafias asociadas con el narcotráfico o crimen organizado para la venta de bebés, trata de personas, prostitución, secuestros y asesinatos, las emplean y utilizan sin que haya normativa que regule lo registros de quienes verdaderamente son los desestabilizadores en cualquier parte del mundo.
¿Y quién en el mundo dice que por ese libertinaje de registros y laboratorios de robots que Windows, Google, Twitter y Facebook permiten sin control algunos, ellos no son cómplices de la criminalidad y corrupción mundial en términos estrictamente geopolíticos?
¿Cómo puede explicar Google que a través de sus plataformas en teléfonos inteligentes y derivadas en su navegador pueda suspender o impedir que otras aplicaciones como Parler puedan ser descargadas e instaladas en su navegador, solo porque éstas serían afines a Trump?
Si el gobierno de Estados Unidos ni siquiera puede contener los desmanes de la suprageocomunicacionalidad, como todopoderosos del dominio tecnológico, y éstos puedan silenciar a un presidente alegando "desestabilizar" la sociedad, pues irónicamente esa sería la mejor excusa para que gobiernos de tendencia neototalitaria puedan entonces censurar y reprimir medios y portales de comunicación, bajo el pretexto de la desestabilización.
Por ejemplo, ¿Quién podrá negarle a la denominada Comisión Nacional de Telecomunicaciones (Conatel) como todopoderosa de ese espacio en Venezuela que pueda incautar equipos de empresas de información o hasta cerrarlas asegurando que las mismas generan presuntos "órdenes de quiebre constitucional"?
Las contemporáneas formas de comunicación están generando una matriz invertida contra los derechos humanos y las leyes en los distintos países, cuyos desmanes atentan en esencia contra la libertad de expresión de la cual cada quien debe ser responsable, y no que una empresa calle a un presidente, o un gobierno calle a sus ciudadanos.
Mala señal la enviada por Estados Unidos en sus grandes empresas de la informática y la comunicación digital tratando con ello de silenciar al presidente saliente de la Casa Blanca. El mundo no está viviendo un sentido del paraíso con el covid -19, y me imagino que sí mañana cualquiera de las grandes transnacionales de medicamentos no se convierte en socia publicitaria de sus homólogas empresariales de la comunicación por presión de éstas, qué no podría pasar - como ha sucedido con otros hechos - que desde esas millones de cuentas anónimas , digan que las "vacunas" de determinado laboratorio produce múltiples efectos secundarios. Por supuesto, que lo mismo aplica para el mundo financiero, económico y social en cada continente, como lo estamos viendo en lo político.
El neototalitarimo va más allá de los regímenes políticos. La suprageocomunicacionalidad ha llegado para quedarse, y solo queda en manos de los Estados que sean normadas en la autenticidad de sus usuarios para impedir que como armas de doble filo impongan su voluntad en muchos países, y también evitar que en otros países esas mismas redes sirvan de excusas para que desde el poder político se persiga a quienes luchan por la libertad de expresión, sus derechos humanos, el respeto a las leyes, y la vigencia de la democracia.