Un New Deal para la empresa

Miércoles, 27/01/2021 12:41 PM

En el salto de una burbuja a otra por parte de las firmas dedicadas a la alta tecnología, el resultado ha sido una extraña fusión de culturas de la seguridad y el comercio.

Como la burbuja puntocom, la burbuja del desastre se está inflando de manera caótica. Uno de los primeros grandes éxitos de la industria de la seguridad nacional fueron las cámaras de vigilancia. Así nació un nuevo mercado de "software analítico" que revisa las cintas y crea comparaciones con imágenes (la interconexión de varios sistemas de seguridad es la fuente de algunos de los contratos más lucrativos. Esta solución dio lugar a otro problema, ya que el software de identificación facial sólo puede distinguir correctamente los documentos de identidad si las personas posan de frente y centradas ante las cámaras, cosa que vez ocurre. Así, se creó otro mercado para mejorar las imágenes digitales.

Las compañías de tecnología pregonaron con insistencia las maravillas del mundo sin fronteras y el poder de la tecnología de la información para derrocar regímenes autoritarios y derribar muros. Hoy, inmersos en el complejo del capitalismo del desastre, las herramientas de la revolución de la información han pasado a servir al objetivo contrario. En ese proceso, la navegación por la Red se han convertido en poderosas herramientas de vigilancia estatal masiva por parte de regímenes casa vez más autoritarios con la plena colaboración de compañías telefónicas privadas y motores de búsqueda AT&T ayudando a la Agencia de Seguridad Nacional estadounidense a grabar las conversaciones de sus clientes sin un permiso judicial. La desaparición de las fronteras, el gran símbolo y promesa de la globalización, se ha sustituido por la próspera industria del control de fronteras (desde las lecturas ópticas y los documentos de identidad biométricos hasta la valla tecnología que separa México y Estados Unidos.

Muchas de las tecnologías que se aplican en la actualidad en la guerra contra el terror —identificación biométrica, videovigilancia, rastreo en la Red, recopilación de datos—, vendidas por empresas, se desarrollaron en el sector privado, para crear perfiles detallados de los clientes y abrir nuevas perspectivas para el micromarketing. Además, prometían reducir el número de empleados en supermercados y centros comerciales porque los documentos de identidad biométricos, combinados con las tarjetas de crédito, eliminarían la necesidad de pasar por caja.

La industria de la seguridad nacional, que apenas existía antes del 11-S, ha alcanzado una dimensión que hoy supera notablemente al negocio de Hollywood o al de la música. Sin embargo, lo más sorprendente es lo poco que se analiza y se discute el boom de la seguridad como economía, como una convergencia sin precedentes de poderes policiales sin obstáculos y capitalismo sin obstáculos, una fusión entre el centro comercial y la cárcel secreta. Cuando la información sobre quién es o no una amenaza para la seguridad se convierte en un producto que puede venderse tan fácilmente como la información sobre quién compra los libros de Amazon, quién ha realizado un crucero por el Caribe o quién podría reservar uno en Alaska, los valores de la cultura cambian. No sólo se crea un incentivo para el espionaje, la tortura y la falsa información, sino también un poderoso impulso para perpetuar el miedo y la sensación de peligro que han provocado la aparición de esa industria.

¡La Lucha sigue!

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