El famoso artista chino, Ai Weiwei, en agosto de 2020, en una entrevista concedida al medio de comunicación alemán DW, dijo lo siguiente, a propósito de los aprendizajes que dejaría la pandemia del Covid-19: "Soy muy pesimista sobre lo que aprenderemos de ella. Pienso que las cosas volverán a la normalidad, que las personas simplemente se sacarán sus mascarillas y las tirarán a la basura. No creo que la gente aprenda, en general, mucho de esto".
Los hechos como que le están dando la razón a este artista chino. El género humano pareciera ser, esencialmente, egoísta, revanchista, mezquino, y de otras características similares. Con motivo de la pandemia y las posibles soluciones para combatirla, lo peor de los habitantes del planeta Tierra está saliendo a flote. Tráfico de insumos sanitarios, sobreprecio en las compras realizadas por algunos funcionarios de gobierno, campañas y contracampañas de propaganda, guerra de vacunas, vacunación a privilegiados, etc.
En Venezuela las cosas no parecieran ser tan diferentes. Ahora mismo está en desarrollo, lo que se podría llamar, el dilema pandémico de la política. Está en discusión si un lote de la vacuna AztraZeneca, que tiene una efectividad del 76 %, debe o no ingresar al país, a través del mecanismo COVAX de la Organización Mundial de la Salud. También es objeto de debate si las gotas anti-Covid, de nombre Cavartivir, producidas por científicos venezolanos, con propiedades antivirales y antiinflamatorias, deben ser suministradas a la población o no.
El asunto es que ambos paliativos utilizables para reducir los efectos del Covid-19, están en estos momentos en manos de la lucha política en Venezuela. Unos y otros, cada quien desde sus criterios, creencias y perspectivas, resalta o desmerita a uno u otro de los dos medicamentos. La consecuencia de esto es que la lucha para combatir la pandemia se retrasa y pierde efectividad. Mientras tanto, la población venezolana sigue aguardando. Espera ver una luz al final del túnel.