Anatomía lírica

Martes, 16/11/2021 01:24 PM

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Mi profesor de Medicina Forense fue Yuri Vasilevich Pávlov (1930-2006), investigador principal del Centro de Experticias Médico Forenses de Rusia. Se especializó en los tipos de cabellos según las razas, inventó un tinte para detectar ADN en el material posiblemente implicado en un delito y publicó doce libros y más cien trabajos científicos.

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Yuri Vasilevich se emocionaba narrando algunas de sus experiencias en sonados casos que se resolvieron con su participación. "Donde hay trenes lanzan los cadáveres a las vías férreas para simular un accidente, pero sabemos cómo actuar y descubrir el crimen", y nos mostraba unos fotografías del atlas de Medicina Forense de Solojin y Smolianinov. El manual de este último autor lo criticaba severamente por no estar de acuerdo con algunos postulados.

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Un día nos entregó para su análisis dos protocolos de suicidas. Uno era conmovedoramente triste y el otro tenía visos tragicómicos. En el primero, una joven terminó con su vida recurriendo a somníferos y en su carta de despedida escribió: "Esta noche me dormiré para no despertarme jamás…"

En el segundo caso, un hombre se colgó en el dintel de la puerta de su vivienda. Un neófito hizo la descripción de la escena: "El cuerpo permanece guindado en el interior de la casa, mientras la lengua se ubica en la calle".

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El homicidio casi perfecto puede lograrse sólo a través del envenenamiento, solía decir Yuri Vasilevich.

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En una ocasión visitamos una de las morgues principales de Moscú. Una hilera inmensa de mesas de mármol estaba cubierta de cadáveres. Era el resultado de la jornada nocturna de la Parca. Al lado de un anciano yacía el cuerpo de un niño; y me preguntaba ¿acaso Dios dispone que unos vivan hasta la profunda vejez y otros mueran en edades tempranas sin haber indagado siquiera por el sentido de la vida? No me parecía justo e imprecaba a Dios.

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Me hacía preguntas que no tienen respuestas y no sabía que estaba filosofando.

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"Quien no se conmueve ante el dolor humano no tiene entrañas. Quien no filosofa ante un cadáver no tiene entendimiento".(Letamendi)

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"…No hay una gran diferencia entre la medicina y la filosofía…" (Hipócrates)

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"…El filósofo debería comenzar por estudiar medicina, y el médico debería terminar por estudiar filosofía…" (Aristóteles)

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El trabajo de un médico es igual al de un detective, afirmaba Yuri Vasilevich y nos aconsejaba leer a Conan Doyle. Me leí Estudio en escarlata y otras obras del galeno y escritor inglés y vi las películas de Sherlock Holmes.

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Un día nos llevaron a una morgue ubicada en un sótano, frío y desolador. La lección era con el cadáver de una mujer; pero no había nada del halo romántico que impregna el poema de Fernando Cesteros , que conocí luego, "Anatomía lírica", excepto por su primer verso : Llegamos al salón triste y sombrío.

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El médico encargado de la autopsia se inclinó sobre la difunta con un afilado instrumento y con movimientos rápidos y certeros cortó músculos y huesos desde el mentón hasta el abdomen. Luego, hábilmente extrajo varias vísceras con elegante brusquedad que me hizo recordar mis visitas al matadero municipal de Las Mercedes del Llano, mi pueblo natal, las cuales eran frecuentes porque solía acompañar a mi padre, quien era carnicero.

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Para una de nuestras compañeras la escena fue insoportablemente macabra y se desmayó, pero antes emitió un grito estentóreo y ensordecedor que estremeció el pequeño recinto y lo convirtió en una película de terror.

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Quisimos salir en estampida hacia la calle, pero Yuri Vasilevich nos detuvo: "Tranquilos, sucede a veces, es cuestión de acostumbrarse. No ha pasado nada".

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