En el marco de la pandemia por COVID-19 se ha acelerado la digitalización-robotización de la sociedad, proceso fundamental para la consolidación del nuevo orden mundial corporocrático-totalitario. Al respecto la nefasta y perversa implantación de microchips y nanochips en los humanos, iniciada hace algunos años, ha recibido cierto impulso con la crisis sanitaria; quienes tienen en su cuerpo tales dispositivos ya los han utilizado en diversos contextos, desde la realización de pagos variopintos hasta el acceso a distintos lugares. Si bien hasta el momento las élites y los Gobiernos no han definido un periodo específico para la implantación planetaria masiva de los microchips y nanochips, se espera que pronto lo hagan, considerando que el proceso llevado a cabo a escala global garantizaría el control absoluto de gran parte de la humanidad, convertida ésta en transhumanidad,y por tanto el éxito del orden corporativo tiránico. Evidentemente realizarían tan aberrante proceso justificándose en el supuesto bien común, argumentando que los beneficios superan con creces a las desventajas y peligros.
En términos generales los microchips y nanochips contienen una gran cantidad de información de todo tipo sobre la persona a la que se le implanta, y en este sentido el humano "fusionado" casi por completo con el mundo virtual, prácticamente no puede hacer nada en su vida pública y privada sin que tenga que usar los dispositivos acá mencionados. Incluso la vigilancia y rastreo por parte de las agencias de inteligencia, hackers y ladrones de identidades, por ejemplo, es mucho más fácil con estas tecnologías. De manera que de llegar a concretarse la implantación global forzada o encubierta de microchips y nanochips, las élites dominarían a su antojo a la casi totalidad de la humanidad, que perdería la poca libertad que le queda. Así triunfaría definitivamente el Gran Hermano en su versión electrónica-cibernética.
Ahora bien, ¿permitiremos que los globalistas se salgan con las suyas y nos controlen a plenitud, hasta el extremo de "leer" nuestro pensamiento y vigilar de forma permanente nuestra privacidad gracias a la digitalización-robotización?
A continuación, el extracto de un interesante escrito, bien fundamentado, sobre el uso de los microchips y el transhumanismo derivado de éste:
"Microchips y transhumanismo: el camino hacia un control total de nuestro cuerpo
10 mayo 2021
Cristina Zato
Zato, Cristina
Consultora especialista en protección de datos y nuevas tecnologías
Microchip
Muchos lo ven como una ‘teoría de la conspiración’, otros, como un objetivo deseable alcanzar a medio plazo, y otros, sin embargo, como una realidad a la que queramos o no, se nos va a terminar dirigiendo más pronto que tarde.
Estamos hablando del microchip intradérmico insertado en seres humanos.
Si bien es cierto que su uso en animales ya se lleva aplicando desde hace muchos años, con el fin de poder identificar los datos de la familia a la que pertenecen, su uso en humanos, a día de hoy, se encuentra apenas extendido, aunque debemos señalar que en países como Suecia, ya son miles las personales que tienen implantados estos microchips bajo su piel y los utilizan en su día a día para realizar pagos con el fin de evitar llevar encima las tarjetas o los DNI, acceder a sus ordenadores y compartir cuentas en redes sociales, desactivar las alarmas de sus casas con un simple toque de la mano, acceder a gimnasios confirmando previamente su ID, pagar tickets en estaciones de tren
Hay quienes afirman que este movimiento de ‘biohacking’ que está empezando a desarrollarse en Suecia va a ir poco a poco abriéndose camino en el resto de países, pero debemos tener en cuenta que todo este nuevo paradigma tecnológico puede llegar a entrar en un gran conflicto con nuestro derecho a la intimidad, privacidad y a la protección de datos de carácter personal.
El propio presidente del Foro Económico Mundial Klaus Schwab ya viene advirtiendo que esta cuarta Revolución Industrial en la que ya nos encontramos inmersos ‘conducirá a una fusión de nuestras identidades físicas, digitales y biológicas’, produciéndose una total fusión del hombre con la máquina, uno de los aspectos buscados con el ya conocido ‘Internet de las cosas’. Además, tal y como señala en una de sus obras, junto con la emisión de pasaportes médicos que serán digitalizados en un futuro (tal y como estamos viendo con los certificados verdes digitales), ese Gran Reinicio que la sociedad va a sufrir a raíz del COVID-19, conllevará la implantación de los dispositivos externos digitales que utilizamos hoy en día en nuestro cuerpo, pudiendo llegara a leer nuestras ondas y estados cerebrales, ayudándonos así a comunicar nuestros pensamientos a través de estos nuevos implantes, teniendo incluso la capacidad para leer información sobre nuestra composición genética.
Muchos intelectuales de prestigio que defienden este movimiento transhumanista, como Raymond Kurzweil (director de ingeniería de Google) o el neurocientífico Anders Sanberg, entre otros, exponen la posibilidad de poder llegar a transferir nuestra mente a un ordenador, lo que se conoce como ‘mind uploading’ (…).
Como podemos comprobar, el deseo de fusión del hombre con la máquina no es algo utópico, sino que cada vez está más cerca de lo que nos pensamos. La corriente transhumanista pretende ajustar a la humanidad a los requerimientos tecnológicos venideros, siendo necesario ir un paso más allá y crear una simbiosis entre la tecnología y el ser humano. Pero ¿nos encontramos jurídicamente preparados para abordar los retos que nos plantea este cambio tecnológico sin precedente?
Debemos señalar esta conexión ser humano-inteligencia artificial no está exenta de críticas.
Son muchos quienes apelan a que esta nueva forma de entender la tecnología futura no es más que una completa intromisión a nuestra vida y a nuestra privacidad, hasta tal punto, que el humano perdería su alma y su esencia, convirtiéndose en un ser artificial, lo que ya se vienen denominando ‘ciborg’ (…).
No es descabellado el pensar que el fin último de estas tecnologías pudiera llevar a un control total del ciudadano. Si bien no debemos negar que la tecnología nos reporta un sinfín de beneficios en nuestro día a día en todos y cada uno de los ámbitos de la sociedad, tampoco podemos olvidarnos que la mayoría de los dispositivos inteligentes que llevamos con nosotros, controlan cada uno de nuestros movimientos y saben prácticamente todo acerca de nosotros.
Por otro lado, el biohacker sueco Hannes Sjöblad, afirma que este se trata de ‘un paso natural en nuestra relación con la tecnología’, cuyo objetivo ‘es una cuestión de comodidad’ y de que el portador de estos dispositivos asuma el total control digital.
Desde su punto de vista, esta tecnología mejoraría notoriamente la salud de aquellos que la portasen, sabiendo en todo momento lo que necesita nuestro cuerpo, desde beber más agua, hasta saber cuando salir a hacer ejercicio (…).
Considera Hanners que la fusión humano-máquina cada vez está más cerca gracias al uso de estos dispositivos, y que en unos pocos años, todos ellos serán implantables en nuestro cuerpo sin necesidad de llevar ningún objetivo adicional. La practicidad y la comodidad de llevar toda nuestra información con la opción de tenerlo dentro de tu cuerpo considera que es ‘el camino al que nos dirigimos’.
Otros expertos en nuestro país, como el Coronel Pedro Baños, experto en geoestrategia, no dudan de que en un futuro cercano todos nosotros tendremos insertado en nuestro cerebro un microchip, al igual que ahora prácticamente todos nosotros tenemos un teléfono móvil en nuestra mano.
Unas de las últimas noticias que podemos encontrar a este respecto es la relativa a los microchips desarrollados por investigadores del DARPA, la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa del Pentágono de los EE.UU los cuales y en teoría, pueden detectar el COVID-19 cuando se inserta bajo la piel (…).
El propio Foro Económico Mundial ya viene haciendo referencia desde el año 2016 a estos implantes bajo la piel, incluyendo una nueva forma de integración de estos chips a través de los tatuajes, fabricados con material del pan de oro, cuyos patrones equivaldrían a un circuito electrónico, que se podrían llegar a utilizar para controlar un smartphone, reproductor de música, o incluso para informar al usuario acerca de su temperatura corporal, medir los niveles de glucosa en sangre, parámetros biomédicos, rendimiento del deporte…"