Recientemente, el diario Página 12 publicó un artículo sobre la vulnerabilidad de nuestras contraseñas digitales por acción de la inteligencia artificial (IA).[1] La nota, pensé, merecería el tradicional e inteligente aporte que los lectores del diario dirigen a la sección Contribuciones; opiniones sin esa histeria violenta, soez, sexista y cargada de racismo que otros medios publican en secciones similares. Una semana después nadie ha escrito un renglón.
El poco novedoso texto incluye un extracto televisivo en el que una anunciadora comenta candorosa que la IA «se puede utilizar para cosas positivas, o quizás no tanto». No, periodista, eso es para embromarnos, o nada; porque la matriz ideológica y política que guía a quienes controlan esta arma que posee un puñado de tecnócratas no tiene ningún fin filantrópico. Todo el potencial benéfico de esta nueva tecnología, sin control de estados y ciudadanos, se diluye en manos privadas de tecnócratas, financistas, mesiánicos, magnates y aprendices de brujo.
- El pasado en copa nueva
Carl Sagan dice en El mundo y sus demonios[2] que «…nuestras facultades críticas estén en declive, incapaces de distinguir entre lo que nos gusta y lo que es verdad, nos deslizaremos, casi sin darnos cuenta, de regreso hacia la superstición y la oscuridad… una especie de celebración de la ignorancia». Aguda advertencia sobre un pasado que está, hecha por un pensador menos conocido de lo que debería serlo.
Haciéndose eco de un esclarecedor ensayo sobre la IA (Cédric Durand, Tecnofeudalismo. Crítica de la economía digital. Ed. La cebra, 2021, 288 páginas), Alfredo Moreno escribe «…el capitalismo se renovó hacia atrás. Se instaló en el contexto del medioevo con las herramientas y servicios de la modernidad».[3]
En 1986, los talibanes exigían a la CIA la provisión de lanzamisiles FIM-92 Stinger para derribar los helicópteros soviéticos que en esos años se enseñoreaban de los cielos afganos. Los muyahidines —téngase presente—, querían la créme de la créme, lo último, lo más moderno.
La posesión de esas armas, entre otras consecuencias, garantizaba que las niñas afganas no pisasen una escuela, que las mujeres valgan menos que un mulo. Blindaba a los señores de la guerra, a los integristas y a los traficantes de opio.
¿No es esto tecnofeudalismo, o la aplicación de la más moderna tecnología para imponer ese ya invocado renovarse «hacia atrás»?
Hace más de 70 años, cuando George Orwell y Ray Bradbury escribieron 1984 y Fahrenheit 451, respectivamente, se tomó a esta producción como obras de creadores ingeniosos, y punto. En 1932, Aldous Huxley se había adelantado a ambos con Un mundo feliz, obra igualmente distópica. Pero estos visionarios reflejaron estéticamente una intuición que se hizo realidad, un fantasmita que acechaba en sus sociedades, centrado entonces en una amenaza en plena gestación. No se equivocaron. Su predicción, claro, visto el poder inconmensurable alcanzado por la tecnología, parece ahora un juego de niños.
Los disidentes Bradbury, Orwell y Huxley, en fin, vivían en el corazón del sistema económico, político y social que impugnaban. Era el marco ideal. Las señales estaban en el aire, y alguien debía adueñárselas.[4] Y ahí estaban esas mentes apropiadas.
Y que nadie le estampe el sello de conspiracionista al disidente —al auténtico, no al esnob—, pues luego de la Segunda Guerra Mundial, cuando empezó a alertarse sobre la red de espionaje Echelon, por ejemplo, se decía que eran chismes conspiracionistas. Pero ahí está ese asunto espiándonos día y noche,[5] volviéndose así los apocalípticos de ayer los proféticos de hoy.
- Entonces…
La nota en Página 12 afirma que se puede descifrar la clave del correo electrónico en minutos. De modo que también lo hará con la del banco, del cajero automático, la tarjeta de crédito, las redes sociales, el teléfono, la alarma, el título de transporte y todo lo que hace a nuestra vida cotidiana. Fotos y videos, compras, mensajes de texto, saludos familiares, currículo o conversaciones privadas sufren la misma exposición. Generalmente consentida.
Quizá esas claves ya fueron descifradas por computadoras que realizan millones de millones de operaciones en lo que dura un suspiro. Dispositivos que aprenden y que multiplican su capacidad y se retroalimentan sin cesar y que poseen un número creciente e incalculable de datos.
- Síndrome de la Comida Masticada (SCM)
Así llamo a esa resignación/pereza que se produce al inmolar nuestra privacidad, con escasa reflexión, para beneficio de las corporaciones de la mal llamada comunicación. ¿Pero a quién le importa?
Generalmente, al referirse a la cesión de nuestra vida personal a las compañías de internet y telefonía, de ventas en línea, a las redes sociales o al jugoso acopio de inteligencia que regalamos sumisos para seguir enriqueciendo a multimillonarios, el interlocutor ni se mosquea. Muchas personas inteligentes prefieren desconocer esta claudicación humillante. No lo invento: cambian de tema, no entienden de qué se trata o, peor, nos les importa. Siempre. Hagan la prueba. Tal desdén destruye el sentido crítico, y perpetúa el reinado del dolinesco masismo.[6]
Gracias a tal sumisión se alimenta sin cesar a la distópica IA, que se adueña de todo. Con semejante poder, nuestro libre albedrío, nuestra privacidad están en sus manos. Y nuestra esencia humana.[7]
- Tendencia antitecnológica
Claro, la IA es sin duda un valioso aporte para la ciencia. Pero me pregunto si esos descubrimientos no son obra de la industrias que las explotarían en su beneficio, sin el menor retorno social. Desconfiemos, sin ir más lejos, de las farmacéuticas o las corporaciones médicas, que sólo buscan rentabilizar todo.
Margarita Martínez así previene de esa tendencia: «…si solamente evaluáramos el presente técnico con categorías que están perimidas de hecho (…), corremos el riesgo de olvidar que la máquina es una forma de cultura, y no algo que se opone a una cultura cualquiera. Estaríamos desconociendo la forma de cultura que hemos engendrado. ¿Podemos negar lo que tenemos delante de los ojos? (…)». La investigadora y traductora advierte que no se debe erigir "una idea bucólica del pasado", que no evalúa como lo mejor, "ni el medieval ni cualquier otro donde teníamos relaciones "cara a cara"».[8]
- Responsabilidad profesional
Los comunicadores conocemos esa tenue frontera que se erige entre la irresponsabilidad de crear alarma y la actitud sobreprotectora de ocultar lo que la crea. ¿Dónde empiezan y dónde terminan los límites de tal disyuntiva?
Sembrar alarma es profesional y éticamente censurable, como lo es propagar espejismos. ¿Pero hay que ocultar o comunicar la información que causa tal temor? ¿Y la que lo refuta? ¿Cuál es la síntesis entre un pesimismo desmovilizador y un optimismo bobo?
Artículos como el presente, donde subyacen amenazas y distopías, otorgan a su autor una responsabilidad enorme. Al señalar un problema se debería proponer, dentro de lo posible, la solución; aunque paraliza constatar su escasa repercusión. ¿Qué proponer entonces? Podría salirse del paso sugiriendo vagamente, luchar. ¿Pero cómo? ¿Quién lidera la resistencia? ¿Qué recursos tenemos? Y hablando de salir del paso, por ahora apenas queda la floja recomendación de informarse para estar preparados ante futuras contingencias.
Por suerte hay investigadores con más autoridad que quien escribe: Rosa Miriam Elizalde, Edward Snowden, Ashley Smith, Amanda Terrero Trinquete, Jean-Marc Mandosio, Adrián Paenza, Éric Sadin, Nayma Cepero, Omar Pérez Salomón, Richard Stallman, Edward Tufte o Carolina Vásquez Araya. Pero eso sí: reflejo de una impotencia generalizada, acogotados por un proceso arrollador que huele a hecho consumado, sus valiosos análisis tampoco alcanzan para esbozar una resistencia.
- Mundo clic
Retomando el tema de la sumisión y del SCM, otro de los tantísimos ejemplos cotidianos es la función del teléfono para marcar un número con un clic. ¿Quién es capaz de memorizar el número de su madre o de su pareja?
Hay correos electrónicos que traen una batería de respuestas clic como Jaja, Muy bien, Gracias, OK, Listo. ¿Somos tan incapaces que no podemos escribirlas nosotros mismos? ¿Nuestros destinatarios no merecen más dedicación? ¿Hasta ahí llega nuestro afecto? ¿Somos gente tan ocupada? ¿No podemos escribir algo medianamente ingenioso? ¿Las neuronas están de adorno? SCM puro y duro.
Al mismo tiempo que debe reconocerse su utilidad, hay quienes no pueden guiarse sin el GPS, artefacto que elimina el sentido de orientación, la experiencia y la intuición. Nos hace tan dependientes que no podremos dar un paso sin perdernos, y ni hablar si en pleno uso nos quedamos sin energía.
- Ser algoritmo
«No preguntes qué puede hacer Amazon por ti, pregunta qué estás haciendo tú por Amazon» (Marianne Díaz)[9]
Aunque parezca información anodina por qué permitirles que conozcan nuestros gustos, nuestros caprichos, nuestras penas; por qué les interesa tanto lo que nos gusta o disgusta, qué analgésico consumimos, qué bebida, qué jabón, qué hicimos hoy y haremos más tarde, qué religión, qué programas, qué sexo, qué portales, qué amistades, qué temores, qué comida. Por qué consentir nuestra geolocalización las 24 horas. Por qué aceptar tantas atribuciones que se toman sin autorización. No regalen esa información que nos transforma en mercancía, porque no regalan nada. Basta de publicidad encubierta. Podemos y debemos vivir sin eso. Que su coman su basura.
Pero casi toda la humanidad cree que los servicios y aplicaciones que dirigen sus vidas son gratis. ¿Acaso esos multimillonarios de Silicon Valley que enriquecemos sin cesar se convirtieron en filántropos pletóricos de buena onda dispuestos a beneficiarnos? ¿Asistimos al abuenamiento del capitalismo? ¡Vaya revolución! ¿De veras les interesa nuestro bienestar? ¿De veras creen millones de incautos que sus tuits, uasaps y no sé cuánto son gratis e inocentes?
Todo tiene su precio. Lo dijo con precisión el director de La Monde diplomatique, Ignacio Ramonet: «Si no eres el cliente, eres el producto».[10]
Leo estos datos de 2016: «Cada minuto, se envían 150 millones de SMS o se realizan 2,4 millones de búsquedas en internet (…) que genera un consumo energético y un nivel de emisiones de dióxido de carbono (CO2) equiparable al de industrias aparentemente más pesadas.»[11] Son datos desactualizados, insisto, en un mundo en el que hay más teléfonos que personas.
Pero todo pasa ante nuestros ojos,[12] y no nos damos cuenta. ¿O sí?[13]
Y si no lo cree, si quiere abrir los ojos así de grandes no se pierda este informe[14] de Adrián Paenza, quien por cierto goza de más crédito que este escriba.
Y si en el mismo tenor, además, quiere ver una buena película, tampoco se pierda esta recomendación cinéfila que seguramente le gustará.[15]
- Entre nosotros
Introduzco este tono confidencial y tramposo para preguntarle si podría, ya, deshacerse de su cuenta de feis, tuit, etc. Ya. Sinceramente. ¿Podría usted eliminar a ese fisgón Windows 10?[16] ¿Podría librarse del SCM y volver a ser? ¿Y las redes suciales? Y la prueba de fuego: desprenderse del telefonito. Duro, ¿no? Seguro que le corrió un frío por la espalda. Se puede, lo digo por experiencia. Sé que son preguntas chicaneras y hasta indecentes. Sé que desestimo con premeditación varios méritos de estas creaciones. Pero quizá esas actitudes podrían dar inicio a la incierta resistencia ya aludida. Quién sabe.
- Tres mitos
Pueden contabilizarse tres mitos de la cultura occidental que siempre han estado presentes. Los mitos no son un invento de gente imaginativa, no, nacen en lo más profundo de los pueblos, paradigmas que arden en su conciencia y desde ahí, sin manifestarse explícitamente guían su accionar religioso, político y cultural.
Quien lo entendió perfectamente fue Carlos Marx. Toda su obra exuda citas filosóficas, bíblicas y literarias. Shakespeare y su fina percepción política, cuentan sus hijas, era siempre evocado. No podía faltar, claro, su libro de cabecera, El quijote, repetidamente citado por el filósofo y economista.
Evoquemos muy brevemente tres figuras emblemáticas de Occidente: Sísifo, la espada de Damocles y la caverna de Platón. Las tres reinan hoy como nunca.
Sísifo, el cabeza dura que acomete sin cesar una tarea inútil representa la tragedia humana a la perfección. Mañana volveremos a meter la pata como ayer, y habrá que comenzar todo de nuevo.
La espada de Damocles pende ahora mismo sobre nosotros, amenazándonos con la extinción nuclear, el colapso del medioambiente, y ahora con una IA que pretende reemplazarnos.
Y como sucede en el mito de la caverna de Platón, referirse a estos peligros puede convertirlo a usted en un excéntrico. El filósofo Ever Arrieta alerta que el propio Platón señalaba esta estigmatización al referirse a gente que …«llega a sentirse cómoda en su ignorancia y puede oponerse, incluso violentamente, a quienes intentan ayudarles a cambiar».[17]
- Nos vamos
Estas líneas pueden hacer pensar que el mismo texto, sometido a la IA, estaría mejor redactado que el presente, y más rápidamente. ¿Para qué escribir entonces si se nos anuncia que el periodismo, la traducción o la literatura pronto serán obsoletos? A pensar, urgente.
Recién ahora, al llegar al final, confieso que hice trampa. Debí haber dicho de entrada que lo más valioso de este texto son las referencias al pie de página. Les invito vehementemente a hacer clic en cada enlace, y entonces reconocerán que valió la pena el clic que abrió este artículo.
NOTAS
[1] https://www.pagina12.com.ar/539198-inteligencia-artificial-y-contrasenas-el-51-de-las-claves-pu
[2] https://es.wikipedia.org/wiki/El_mundo_y_sus_demonios
[3] https://www.agenciapacourondo.com.ar/opinion/tecnofeudalismo-etapa-superior-del-capitalismo-por-alfredo-moreno
[4] En más de una presentación de un libro he insistido en que un escritor no es alguien que se sienta a esperar que se le ocurran cosas. No, la literatura es un hecho social estéticamente reflejado. Los libros ya están listos en las cabezas, esperando ser alojados en papel o en disco duro. Los crean mentes, no máquinas creadas por mentes. Pero hoy, la paradoja es que mentes que crearon máquinas que reemplazarán a esas mentes que crearon máquinas que reemplazarán a esas mentes que…
[5] https://es.wikipedia.org/wiki/ECHELON
[6] https://enclavedemi.blogspot.com/2008/11/asentimientos-de-alejandro-dolina.html
[7] https://www.lanacion.com.ar/opinion/eric-sadin-la-tecnologia-pone-en-peligro-nuestra-capacidad-de-actuar-libremente-nid2036030/
[8] https://www.almagrorevista.com.ar/margarita-martinez-la-tecnica-entro-en-el-corazon-de-lo-viviente
[9] https://www.derechosdigitales.org/15044/la-invasion-de-los-dispositivos-usurpadores-de-cuerpos/
[10] https://www.youtube.com/watch?v=zx86ktv3B1s
[11] https://www.lahaine.org/mundo.php/colombia-hidroituango-y-el-smartphone
[12] https://lapupilainsomne.wordpress.com/2015/06/14/internet-que-hacen-con-nuestros-datos/
[13] https://www.pagina12.com.ar/321849-la-heroina-crujiente
[14] https://www.elcohetealaluna.com/espias/ - https://www.elcohetealaluna.com/espias-parte-ii/
[15] https://cinefiliamalversa.blogspot.com/2022/01/kona-fer-i-stri-la-mujer-de-la-montana.html
[16] https://rebelion.org/windows-10-deberia-estar-prohibido/
necochense@gmail.com