Una Entrevista con Ben Tarnoff

Internet para el pueblo

Domingo, 16/10/2022 10:59 AM

16 de octubre de 2022.-

La privatización de internet parece un hecho inexorable, pero Ben Tarnoff nos enseña que existen alternativas y formas de experimentación que prefiguran nuevas posibilidades.

Ben Tarnoff (BT) es escritor, editor y cofundador de la revista Logic, una publicación digital trianual dedicada a profundizar el discurso crítico acerca de la tecnología. En su reciente libro, Internet for the People. The fight for our digital future (Verso, 2022), Tarnoff no solo analiza el progresivo proceso de privatización del internet, sino que también ofrece alternativas concretas que permiten construir un camino hacia la desprivatización.

Con la hipótesis de que «recurrir a la historia es la mejor manera de entender», nos presenta el recorrido histórico de internet, desde su surgimiento como desarrollo tecnológico solventado por inversiones estatales para el perfeccionamiento de acciones militares, hasta el presente, en el que tanto a nivel material como simbólico internet es propiedad de unos pocos, que extraen y concentran la riqueza mientras someten a comunidades alrededor del mundo bajo la lógica del mercado.

Por otro lado, asumiendo que «tenemos la habilidad, desde lo colectivo, de elegir de otra manera», Tarnoff explora en su libro algunas experiencias alternativas y situadas que surgen desde la organización colectiva y del cooperativismo, y que apelan a la democratización de internet, con el objetivo de quitar de su centro al lucro, poner en su lugar a las personas, y favorecer la igualdad de oportunidades en un mundo ampliamente digitalizado. Conversamos con él sobre estos y otros temas.

Entrevista realizada por Julia Vigliocco (JV): es licenciada en Letras Clásicas por la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina, y magíster en Historia y Humanidades Digitales por la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, España.

JV:

Tu libro me remite inmediatamente a la noción de «futurabilidad», acuñada por el filósofo italiano «Bifo» Berardi, es decir, a la idea de que hay inscriptos en el presente una pluralidad de futuros posibles ante el proceso actual de automatización cognitiva. De hecho, es una idea que toma forma en tu libro cuando problematiza la gestión privada de internet con el objetivo de luchar por nuestro futuro digital. ¿Podrías contarnos por qué elegiste este título?

BT:

Buena pregunta… En realidad, soy terrible con los títulos y tuve muchas dificultades para encontrar uno adecuado para este libro. Me llevó bastante tiempo. De hecho, no estoy seguro de que el mérito sea mío. Me parece que fue mi editor de Verso el que lo propuso. En cualquier caso, creo que quisimos captar el tono esperanzador del libro. Porque habría sido fácil darle un título que enfatizara los elementos pesimistas, que sin duda también están. Pero queríamos un título y una portada que transmitieran un poco de optimismo. De hecho, la mayor parte del libro es una historia de la privatización de internet, y sabemos que esta es una historia bastante deprimente.

Sin embargo, también incluí algunas propuestas que creo que mejorarían internet. Son las que aparecen en la última parte. En fin, creo que nuestras expectativas estuvieron puestas en que el título y la portada reflejaran en parte la promesa que está implicada en estas propuestas, y funcionaran como una especie de inspiración para los lectores, aun cuando a veces parece ser una idea demasiado ambiciosa.

JV

En absoluto, creo que es el efecto que produce y que es una buena forma de enfocar el tema, porque es evidente que las circunstancias que nos toca vivir no son nada fáciles. Ahora bien, uno de los ejes del libro es el proceso de privatización de internet, que está en marcha desde sus orígenes. El problema es que todo está organizado en función del lucro. Pero tu libro evita cualquier análisis simplista y en esta línea se sirve del concepto de ecosistema. ¿En qué sentido este concepto es importante?

BT

Efectivamente. No soy el primero en usar la metáfora ecológica para describir los sistemas de la información. De hecho, es bastante común entre los investigadores, pero la verdad es me resultó particularmente provechosa, sobre todo el modo en que la desarrolla Guattari, es decir, en el sentido de que la ecología es un conjunto de interacciones entre elementos que entran en bucles de retroalimentación los unos con los otros. Y si queremos entender por qué sucede algo —por qué muere un organismo, por ejemplo— no encontraremos la respuesta en una explicación monocausal, sino en la interacción entre elementos, entre los cuerpos que participan de estos bucles de retroalimentación. Esta es la forma en que determinamos las causas. Tal vez es llevar las cosas un poco lejos, pero creo que es lo que Althusser denominaría «sobredeterminación».

En mi caso, esta metáfora me resulta particularmente útil para intentar explicar cómo la gente se hace de derecha en las redes. Esta cuestión de la radicalización de derecha en las redes recibe mucha atención en los medios hegemónicos de Estados Unidos. Tenemos a mano los casos más conocidos, de personas que mandan mensajes a través de comentarios en foros, o en YouTube, y después salen a matar gente.

Así que el propósito de la metáfora ecológica era intentar iluminar algo de la complejidad de las relaciones causales entre la información generada y distribuida en internet y el efecto que tiene en el comportamiento colectivo. No cabe duda de que es un efecto, pero no es lineal ni monocausal. Es un efecto bastante complejo y sobredeterminado, y aunque esta no siempre sea la respuesta más satisfactoria, creo que es la correcta.

JV

Definitivamente. También es un modo de no simplificar las cosas condenando a un único culpable, ¿no? Pero volvamos al comienzo de tu libro y a la privatización. En el actual panorama geopolítico de la información guiada por el mercado no resulta fácil imaginar alternativas. En tu libro este problema aparece en el marco de una distinción entre la infraestructura de las redes y las plataformas. ¿Podrías explayarte un poco sobre esta distinción y sobre la posibilidad de pensar soluciones creativas que apunten a la democratización en ambas esferas?

BT

El libro está dividido en dos secciones, el cableado y las plataformas. Es mi perspectiva, evidentemente reduccionista, de las dos capas de internet. En la primera parte me refiero a la infraestructura física de internet, la maquinaria que habilita que los paquetes de datos se muevan de un lugar a otro. En la segunda, en la de las plataformas, me refiero, por supuesto, a la capa de las aplicaciones, el reino de internet en el que hacemos nuestra experiencia, que produce la metáfora informática de la pila, del amontonamiento de cada vez más elementos en la pila de datos.

En el libro ensayo distintos modos de organizar internet en estas dos capas. A nivel del cableado, en Estados Unidos tenemos más de 900 redes denominadas «redes comunitarias». Son redes de banda ancha de propiedad pública y cooperativa que brindan una alternativa a los proveedores privados. Tienden a brindar un mejor servicio a un costo más bajo. Y dado que no intentan enriquecer a ningún accionista ni ejecutivo, tienden a priorizar necesidades sociales como la conectividad universal. Además, gracias a sus modelos de propiedad pública o cooperativa, pueden codificar prácticas democráticas en sus operaciones cotidianas. Por ejemplo, pueden elegir democráticamente a su consejo directivo. Estas redes comunitarias son una alternativa práctica, y es un hecho que están creciendo como un modelo distinto de organización de internet a nivel del cableado, de la infraestructura. Obviamente, existen equivalentes de estas redes comunitarias en todo el mundo. No es una invención exclusiva de Estados Unidos, pero tomo este ejemplo para pensar cómo los distintos modelos de propiedad posibilitan distintos tipos de relaciones sociales.

Cuando pasamos a las denominadas plataformas, la situación es un poco más compleja, porque la realidad de las plataformas es mucho más variada que la realidad del cableado. Hay muchas más diferencias entre Facebook, Amazon y Uber de las que hay entre una empresa de telecomunicaciones promedio y otra. También son empresas mucho más sofisticadas en términos técnicos. La sofisticación técnica de los sistemas informáticos diseñados por Google, por ejemplo, es mucho mayor que la de los sistemas diseñados por AT&T. Esto implica que, en la práctica, los experimentos de desarrollo de modelos alternativos no suelen estar tan avanzados en esta área como los que encontramos en el caso del cableado.

En el caso de las plataformas no existe un paradigma único y tenemos que ser creativos a la hora de pensar distintas estrategias en cada una de estas plataformas. Por eso en el libro considero distintas comunidades virtuales que están incubando cierto tipo de experimentos que encuentro promisorios. Por ejemplo, tengo en cuenta la comunidad web que está desarrollando proyectos de redes sociales descentralizadas como Mastodon. También considero la comunidad de plataformas cooperativas, que está haciendo experimentos con servicios basado en aplicaciones bajo propiedad de los trabajadores. Pero la verdad es que estos experimentos no alcanzan. Están en una primera etapa y apenas nos ofrecen un bosquejo de lo que podría ser internet.

JV

En este sentido, otra propuesta interesante en tu libro es la revalorización de las bibliotecas públicas como estructuras interconectadas que, sin ánimos de lucro y con la intervención de los trabajadores de la información, tienen la capacidad de colaborar con la accesibilidad. Y esto nos conduce al tema de la alfabetización digital, porque para poder no solo hacer uso de internet sino también incidir en su transformación necesitamos adquirir y compartir habilidades técnicas y conocimientos sobre lo digital desde una perspectiva crítica, ¿verdad?. ¿Qué piensas sobre este punto?

BT

Sí, es una buena pregunta. Hace décadas que, por lo menos en Estados Unidos, venimos escuchando el discurso de la alfabetización digital, que apunta a mejorar la fluencia de las personas con las tecnologías de la información. Aunque a veces tiene buenas intenciones, este discurso suele funcionar como una excusa para no aplicar formas más agresivas de política social, que implicarían reconocer que la falta de familiaridad con las computadoras obedece a la pobreza y al desempleo. Los discursos sobre la alfabetización digital tienden a generar la expectativa de que brindarles a las personas ciertas habilidades informáticas bastará para garantizarles el acceso un empleo con un buen salario que los saque de la pobreza y del desempleo. Pero resulta que no esto no es verdad. Llevamos décadas recolectando datos que muestran que no es verdad.

En cualquier caso, no deja de ser cierto que la educación tecnológica, sobre todo de las personas más viejas y de aquellas que no tuvieron la oportunidad de pasar mucho tiempo con estos dispositivos, es un tema importante. Y no solo es importante enseñarles a usar las herramientas, sino a profundizar en los motivos por los que estas herramientas son como son y en la posibilidad de crear otras nuevas. En Estados Unidos hay un grupo llamado Detroit Community Technology Project, del que hablo en el libro, que practica este tipo de educación técnica politizada.

JV

Mi próxima pregunta es sobre el rol que cumple Estados Unidos en la concentración de internet en las manos de unos pocos jugadores conocidos como los «Frightful Five» o con el acrónimo GAFAM. Si no entiendo mal, Estados Unidos tiene jurisdicción sobre todos los dominios «.com», «.net» y «.org», independientemente del lugar en el que operan o fueron registrados. Si esto es así, lo que se dictamina en Estados Unidos termina aplicándose en otros países, ¿no? En este sentido, en tu libro hiciste referencia a las promesas de campaña de Biden. ¿Qué cambios se han realizado efectivamente o se esperan de su gobierno?

BT

Sobre la primera parte de tu pregunta, la organización que supervisa el sistema de nombres de dominio básicamente en todo internet es ICANN [Corporación de Internet para la Asignación de Nombres y Números, por sus siglas en inglés], que técnicamente es una organización independiente y sin fines de lucro. Sin embargo, está localizada en Los Ángeles, en Estados Unidos, y funciona bajo la jurisdicción de este país. Es el modo que encontró el gobierno federal de mantener cierto tipo de control sobre internet. Por supuesto, es un control menos estricto que el que ejercía cuando administraba directamente el sistema de nombres de dominio, como efectivamente sucedía antes. En el reparto de poder, este es un hilo importante, aunque no tanto como los que manejan las grandes empresas del estilo de Google, Facebook, Amazon y otras.

En cuanto a tu pregunta sobre las intenciones del gobierno de Biden, habría que decir que otorgó cierto respaldo a las políticas de combate contra los monopolios de internet. Designó a una investigadora antimonopolio bastante reconocida en la dirección de la Comisión Federal de Comercio, que es una institución de regulación muy importante, y también designó a un abogado antimonopolio, llamado Jonathan Kanter, en la dirección de la división antimonopolio del Departamento de Justicia. El año pasado firmó un decreto presidencial que movilizó a varias instituciones federales a explorar distintos tipos de iniciativas que fomenten la competencia. En cuanto a la escena política más amplia, tenemos un conjunto de leyes en el senado de Estados Unidos que, de distintos modos, intentan reforzar las medidas contra los monopolios de las grandes empresas tecnológicas. No está claro que vayan a ser aprobadas, pero podemos decir que, en términos generales, el movimiento antimonopolio creció considerablemente durante los últimos años y que hoy es bastante visible en el interior del Partido Demócrata, y hasta en ciertos sectores del Partido Republicano.

Por supuesto, no está claro que esto vaya a terminar generando medidas concretas. Lina Khan, que está a la cabeza de la Comisión Federal de Comercio, está probando distintas iniciativas, pero como te imaginarás, todavía existe una oposición muy grande contra el fortalecimiento de la supervisión regulatoria de estas empresas, que financian campañas de lobby inmensas. Y también hay obstáculos en el poder judicial y en otras partes. Así que me parece que es demasiado pronto para saber en qué resultará todo esto. En cualquier caso, creo que al menos podemos decir que la conversación está mucho más avanzada, y que hay más voluntad política de la que hubo cuando teníamos que hacer algo, por ejemplo, con Silicon Valley.

JV

¿Hay movimientos políticos alternativos o algún tipo de activismo que acompañe estas políticas?

BT

En realidad, la política antimonopolio no tiene mucha base social. Es sobre todo un fenómeno de intelectuales y políticos. Su teoría del cambio no está fundada en los movimientos. Piensan que alcanza con poner a las personas indicadas en las posiciones indicadas de un gobierno, y con aprobar leyes adecuadas que supuestamente producirán una economía política distinta. En mi libro muestro mi apoyo crítico a estas políticas antimonopolio, porque pienso que tienen muchos puntos positivos y muchas ideas buenas. Pero no es mi tradición. Y precisamente, uno de los puntos en los que más lejos me siento, es en la teoría del cambio. No quiero ser reduccionista porque es un movimiento bastante amplio, pero en términos generales —y es la forma en que el movimiento aparece en la escena política— la agenda de estos sectores antimonopolio pretende cambiar el mundo desde arriba.

JV

El escenario que nos plantea la privatización de internet, en el marco de la desregulación económica y de esta especie de neoliberalismo digital, es bastante complejo. ¿Qué tan viables son las propuestas con las que contamos y cuál es su horizonte de realización?

BT

La viabilidad es un tema que siempre tenemos que considerar con seriedad. En el libro intento trabajar, no tanto con ideas concretas sobre el futuro, sino más bien con hechos. Es importante que las personas de izquierda que están comprometidas con una transformación radical de la sociedad sostengan simultáneamente distintos horizontes. Efectivamente, necesitamos tener una perspectiva a largo plazo de la sociedad que queremos. Y esta es una tarea importante que tiene que cumplir el pensamiento utópico, buscar respuesta a preguntas del tipo: ¿cómo serán la distribución y la producción en una sociedad poscapitalista? Me encanta leer este tipo de cosas y hay obras muy importantes en este sentido. Sin embargo, creo que no tenemos que perder de vista el horizonte de mediano plazo y tenemos que imaginar un modo, aunque no sea lineal, de conectarlo con el horizonte más amplio de las utopías.

En el libro intento dejar en claro el norte que sigo cuando pienso en la transformación real de internet: es un internet con la gente y sin fines de lucro. Este es mi horizonte utópico. Pero reconozco que no existe ningún camino que nos lleve directamente a este punto. Como tampoco existe, por supuesto, en nuestro mundo contemporáneo, un camino inmediatamente evidente que nos lleve a una sociedad poscapitalista. Por lo tanto, creo que la pregunta que debemos plantear es por el tipo de horizonte de mediano plazo podemos trazar, por un horizonte que, aun sin ser inmediatamente viable, aun si no podemos alcanzarlo de la noche a la mañana, no sea tampoco completamente inviable.

Podemos imaginarlo en el caso de Estados Unidos. Podemos imaginar la construcción de más redes comunitarias. Podemos imaginar que el gobierno federal financie la construcción de redes de propiedad pública y cooperativa. No es algo que podríamos hacer mañana, pero tampoco es un sueño imposible. En el mismo sentido, podemos imaginarnos el desarrollo más robusto de proyectos de redes sociales descentralizadas como Mastodon.

Por supuesto, ninguna de estas alternativas es suficiente en sí misma. Pero nos brindan una hoja de ruta, y mi expectativa está puesta en que, a través de la invención de un movimiento, encontremos nuevas direcciones en el viaje. En otros términos, uno de los motivos por los que no acuerdo con los compañeros antimonopolio, es que yo realmente creo en los movimientos. No solo en los movimientos como instrumento de cambio radical, sino en los movimientos como un modo de pensar, de generar nuevas ideas, nuevas direcciones y nuevas posibilidades. Los movimientos hacen un enorme trabajo imaginativo. Y mi objetivo es intentar organizar un movimiento que nos brinde elementos útiles, que nos sirvan de combustible en el camino, con la expectativa de que surjan nuevas direcciones a medida que avanzamos.

JV

Por último, pasados unos meses desde la publicación del libro, me gustaría saber cómo crees que «envejeció». Empezaste a escribirlo en 2016 y el objeto del que trata está en constante transformación, ¿qué podrías decir que cambió desde entonces?

BT

El principal acontecimiento desde que salió el libro, aunque en realidad empezó antes de la publicación, así que digamos que el principal acontecimiento desde que entregué el manuscrito, es justamente la crisis y la caída de las acciones de la industria tecnológica.

Una de las historias que trabajo es el caso de Uber y el modo en que logró sacar ventaja de mercados de capital abundantes. Resulta simplemente que había demasiado dinero en el sistema y los inversores estaban dispuestos a asumir riesgos con una empresa extremadamente improductiva como Uber con la esperanza de que terminara pagando tanto como Google. Este escenario cambió porque ahora tenemos un ambiente monetario mucho más ajustado. Las acciones están a la baja y las startups tecnológicas cuentan con mucho menos capital. Pero este ambiente, marcado por la suba de las tasas de interés, que prevalece desde que salimos de la crisis financiera, está cambiando nuevamente y la expectativa es que en un par de años volvamos a una época con bajas tasas de interés.

En cualquier caso, no creo que las condiciones estructurales que exigen el tipo de políticas monetarias a las que me refiero se hayan modificado significativamente. Nuestras tasas de interés siguen siendo altas en relación con los estándares contemporáneos y esto representa un golpe para las empresas tecnológicas. Por supuesto, no significa que esté en cuestión el carácter dominante de Google, de Facebook o de otras empresas de este tipo. Estas conservan su poderío en la industria. Pero vemos que hay despidos, vemos que las condiciones de contratación están cambiando y que la escena de las startups está más apaciguada. Si bien creo que nada de esto invalida los argumentos de mi libro, es una tendencia que me habría gustado incluir, porque está muy vinculada con mi tesis. Todo libro es el producto de un tiempo, y el mío es definitivamente el producto de un tiempo anterior a esta crisis.

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