Han transcurrido dos semanas del inicio de la tradicional temporada de beisbol rentado en Venezuela. El torneo 2019-2020 avanza en medio de la expectativa que genera, año tras año, entre quienes renovamos sueños por alcanzar y celebrar el anhelado título campeonil en el mes de enero.
La actual, es una campaña muy especial. Va más allá del acostumbrado chalequeo entre seguidores de una u otra divisa. Tiene un sabor a victoria colectiva. Desprende un divino olor a triunfo nacionalista que solo se obtiene luego de superados y ¿por qué no? vencidos diversos obstáculos.
Festejamos (los amantes de la pelota pero también del patriotismo, independientemente de colores políticos), la derrota propinada al imperialismo que se jugó todas las cartas para frustrar la voz de ¡play ball! a partir del 4 de noviembre. Desde Washington movieron todas las piezas para truncar el arranque del torneo y, qué va, se quedaron con la carabina al hombro.
A quienes ingenuamente pudieran pensar que exageramos en cuanto al enfoque político que damos a estas líneas mezcladas con lo deportivo, invitamos a que revisen un par de cosas. La primera: hagan una revisión periodística de los intentos ejecutados desde el norte para evitar el desarrollo de nuestra llamada pelota invernal. La tarea es sumamente sencilla dado lo reciente de los amagos. La segunda, igualmente fácil: recordemos que el beisbol fue uno de los instrumentos empleados durante la zafra 2011-2012 para intentar socavar la institucionalidad en Venezuela. No solo nos dejaron sin hallacas esa vez. También nos arrancaron de cuajo el pasatiempo de los ponches y jonrones. El mundo de las tribunas y las gradas fue, entonces, cruelmente politizado en tributo a la jornada golpista de aquella vez.
En la actualidad las y los golpistas de nuevo cuño, en unión a los de viejas mañas, lo intentaron una vez más. Tenían las mismas intenciones, usaron nuevos métodos pero se toparon en el short stop con un pueblo y un Gobierno al que no se le escapa ninguna bola por mal bateada que esté.
En esta oportunidad, ese binomio junto a la actitud de quienes tomaron el mando de la Liga Venezolana de Beisbol Profesional (recuérdese que "sospechosamente" renunciaron quienes estaban al mando de la organización), lanzaron puras rectas a 90 millas y poncharon la mentalidad sediciosa reinante en la Casa Blanca.
¡Chávez vive…la lucha sigue!