Donald Trump tiene bastante de lo que llaman loco o desequilibrado mental, pero dejarlo ahí sería poco y superficial en el análisis necesario de su conducta, su verbo y sus acciones.
El tipo es actualmente una pieza clave del engendro neofascista de un imperio en decadencia y una dominación social, económica, política y militar en descomposición progresiva.
El asesinato del General Soleilmani, líder de la resistencia islámica contra las agresiones imperialistas en el mundo musulmán, es una expresión extrema de esa locura mezclada con un engendro político-militar, que para auto-justificar sus crímenes en ultramar, es capaz de declarar al ejército iraní como una “fuerza terrorista” y, en consecuencia, como “enemigo de la humidad”.
Este asesinato asumido con gran arrogancia–y no es para menos- no solo ha encendido las alertas rojas en IRÁN y en EE.UU, y activado los tambores de guerra en ambos países, sino que ha provocado una fuerte tendencia hacia una confrontación que hasta podría ser el prologo de una cuarta guerra mundial.
Tal grado de vocación destructiva de la cúpula política de EE.UU y de importantes componentes del Imperialismo Occidental que la acompañan, no solo se explica por la personalidad “perforada” de Donald Trump, sino sobre todo por el prolongado y peligroso ocaso de un imperio súper-moderno aferrado al control y la dominación aberrante del planeta Tierra; precisamente cuando ya no puede conseguirlo en medio de la multi-crisis de sus estructuras y del producto degradado que ha generado y sigue generando su restructuración neo-liberal, la cual ha metido a la humanidad en una crisis de existencia al compas de la propia decadencia de la civilización capitalista occidental que le ha tocado encabezar.
Los factores que han determinado ese nefasto accionar imperialista de EE.UU pueden sintetizarse de esta manera:
-Acumulación de poder y prepotencia militar amalgamada con la generación de ganancias extraordinarias de los consorcios vinculados al complejo militar-industrial-financiero. La guerra como negocio junto a la gansterización y finenciarización extremas del poder.
-Acumulación hasta el frenesí del complejo de superioridad racial con sus derivadas racistas y xenófobas, que a su vez potencian sus ínfulas colonialistas y el desprecio por otras culturas y civilizaciones, considerablemente impregnadas de no pocas expresiones de odio.
-Acumulación de fundamentalismos religiosos judeo-cristianos y su empleo desenfrenado contra otras creencias, recargándolos de un profundo desprecio y permanentes descalificaciones.
-Apego a un consumismo enfermizo y a un voluminoso dispendio de recursos, que a su vez erosiona sus capacidades para sostener esa dinámica perversa a mediano plazo, contando solo con fuentes propias y fuentes externas a cargo de sus insaciables monopolios y sus poderosos medios militares.
Incremento sin límites, por consiguiente, del espíritu de reconquista de territorios y de su proverbial voracidad para obtener por la fuerza y suplir las carencias de recursos energéticos, minerales estratégicos, agua y zonas de biodiversidad vitales para el funcionamiento a más largo plazo del sistema impuesto a gran parte de la humanidad.
-Intensa desesperación frente a la emergencia de factores adversos como la irrupción de nuevas superpotencias y potencias emergentes post derrumbe de la URSS (China, Rusia, India, Irán…) y las nuevas y viejas rebeldías ampliadas.
-Afán desenfrenado, en fin, por garantizar la opulencia de una parte pequeña de la humanidad a costa del resto de la humanidad.
Entre esas rebeldías en auge cuentan las del mundo islámico, en la que por su cohesión religiosa y su sorprendente avances técnicos-científicos, progresos económicos y militares cuenta mucho el Estado iraní y los entronques de sus liderazgos y movimientos políticos-religiosos de procedencia chiita, incluidos el “Cuerpo de los Guardianes de la Revolución Islámica”, con las fuerzas político-militares más combativas del mundo árabe y de toda esa estratégica región del Planeta.
Trump y todo ese engendro neofascista estadounidense han mordido un hueso muy sensible y duro de roer.
Han provocado una indignación colosal no solo de un Estado potente y cohesionado, sino de toda una civilización que gravita en todo el Planeta, incluso en su propio territorio. Y esto explica no solo el tsunami islámico que clama respuestas drásticas, sino también la aparición del “Síndrome de Irán” (recordemos el “Síndrome Viet Nam”) que se está expresando en numerosas movilizaciones escenificadas en muchas ciudades de EE.UU, en las que se exige el fin de esa ruta trágica impuesta por la Administración Trump y el poder permanente de esa súper-potencia declinante.
Un “boomerang político” anti-Trump y comparsa parece estarse incubando desde que se iniciara esta nueva fase de la guerra infinita decretada por la Administración Bush, todavía con resultados impredecibles.
Esto sin descartar que la nueva escalada de violencia recientemente anunciada por el referido engendro neo-fascista, pueda provocar algo así como “ir por lana y salir trasquilado”.
Algo posible en un contexto en el que el alto mando de esa combinación iraní de “Estado religioso con alta tecnología” pueda ejecutar a fondo replicas militares contundentes que no cobren vidas civiles, al compás de un clamor mundial por la paz que en el propio “Norte Revuelto y Brutal” ya se expresa como síndrome parecido al que tuvo lugar para terminar de derrotar la agresión a Viet Nam, junto un accionar multifacético subversivo de los componentes revolucionarios del mundo islámico en el campo de la guerra irregular.