No quiero pecar de optimista, porque el inhumano sistema imperante ha sabido sortear muchos fracasos y aún sigue vigente. La combinación del poderío militar y tecnológico, en articulación con el manejo ideológico de los medios, ha logrado que los grandes capitales controlen el mundo para su exclusivo beneficio, globalizando la economía. Pero si la gente fuera sensata, la aparición de la pandemia debería marcar un antes y un después en las relaciones humanas en todas las escalas.
El avance del Covid-19 está mostrando unas cuantas realidades que hasta el año pasado se disimulaban con ropaje diplomático. Se trata de verdades que se ocultan normalmente bajo la hipocresía en diferentes escenarios, desde el contexto político norte-sur, hasta la agresión entre compatriotas vecinos bajo el impulso del cerebro reptil. Parece que la pandemia está sacando lo que de verdad tenemos por dentro.
Los genes colonialistas y racistas de los franceses, por ejemplo, emergieron de nuevo. En un país que desde mediados del siglo XX califica sus colonias como "departamentos de ultramar", un par de médicos conversaban sobre la conveniencia de que la prueba en humanos sobre la vacuna del Covid-19 se hiciese en África, de la misma forma que usan prostitutas africanas para ensayar medicamentos contra el sida. El "tecnicismo" se apoya en que la falta de recursos para la salud en ese continente facilita la interpretación de los resultados de los ensayos, como si ignoraran que entre los caucásicos de Francia o de toda Europa, también abundan pobres que pudieran ser empleados como conejillos para ese mismo fin.
Trump desoye el planteamiento que desde la ONU exige suspender las acciones bélicas en todo el mundo, y más bien, no solo arrecia sus ataques a países que, como Cuba, Irán, Siria o Venezuela, sufren sus ilegales bloqueos o incursiones armadas propias o mercenarias, sino que además incita el aumento de gastos militares en su patio europeo, a través de la OTAN, al tiempo que niega su apoyo financiero a la OMS. Como guapo de barrio, recientemente impidió la llegada a La Habana de mascarillas, kits de pruebas para el coronavirus y respiradores artificiales, donados a Cuba por una fundación china.
Pero ¿qué otra cosa podría esperarse del pran planetario, cuando hemos visto hasta casos de piratería contra algunos de sus socios? Francia y Alemania acusan a EEUU de usar métodos "del salvaje oeste" cuando cambia el destino de insumos médicos a realazos, al pagar en efectivo y al triple del precio inicialmente acordado, aprovechando la cómplice mano visible del mercado, que también opera en China. En un intento, afortunadamente infructuoso, Trump gestionó la compra de la patente de una vacuna contra el Covid-19 que se elabora en Alemania, de manera que pasara a ser propiedad norteamericana, como dueños que se creen de la vida del resto de los humanos.
En el otro extremo, los prejuicios y el miedo al contagio llevan a ciertas personas hasta el absurdo. En Baltimore, un policía blanco tosió fuertemente a propósito cerca de vecinos afroamericanos, mientras que en Nueva York agreden a familias chinas establecidas desde hace muchas décadas en la ciudad, estimulados por la calificación de "virus chino", que emplea el inefable Trump. Pero la irracionalidad también se ha ensañado contra quienes combaten desde sus trincheras al coronavirus, y por eso hemos observado agresiones a personal médico y paramédico en España, Colombia, México, Argentina y Panamá, entre otros países. En algunos casos la brutalidad se extiende hasta el ataque a empleados de supermercados, en una suerte de pánico con efecto búmeran.
Y las diferencias socioeconómicas asociadas al color de la piel se hacen más evidentes, cuando se constata cómo las poblaciones de afrodescendientes presentan mayores tasas de mortalidad ante el coronavirus, independientemente de si son o no minoritarias en relación con los blancos, en países como EEUU y Brasil.
Pero la evolución de la pandemia está dejando al descubierto, como nunca antes, la abismal diferencia entre el enfoque capitalista neoliberal, centrado en la defensa del mercado, y la posición que desde los países irreverentes ante el hegemón del norte, antepone al ser humano frente a la economía. Quizás estamos ante la oportunidad de comenzar a enderezar el mundo. Galeano debe estar sonriente.
(*) Profesor universitario
camilopalmares@yahoo.com