"La guerra es de vital importancia para el Estado; es el dominio de la vida o de la muerte, el camino hacia la supervivencia o la pérdida del Imperio: es forzoso manejarla bien. No reflexionar seriamente sobre todo lo que le concierne es dar prueba de una culpable indiferencia en lo que respecta a la conservación o pérdida de lo que nos es más querido; y ello no debe ocurrir entre nosotros.
El arte de la guerra se basa en el engaño. Por lo tanto, cuando es capaz de atacar, ha de aparentar incapacidad; cuando las tropas se mueven, aparentar inactividad. Si está cerca del enemigo, ha de hacerle creer que está lejos; si está lejos, aparentar que se está cerca.
Golpear al enemigo cuando está desordenado. Prepararse contra él cuando está seguro en todas partes. Evitarle durante un tiempo cuando es más fuerte. Si tu oponente tiene un temperamento colérico, intenta irritarle. Si es arrogante, trata de fomentar su egoísmo.
Si las tropas enemigas se hallan bien preparadas tras una reorganización, intenta desordenarlas. Si están unidas, siembra la disensión entre sus filas. Ataca al enemigo cuando no está preparado, y aparece cuando no te espera. Estas son las claves de la victoria para el estratega". Fin de la cita. El Arte de la Guerra. Sun Tzu.
Lo venezolanos tenemos que aceptar querámoslo o no: de que somos víctimas de una conspiración urdida, por el gobierno, y la oposición en desbandada, y profundizada esta peste desde enero 2019, con la salida al ruedo de Juan Guaidó, el nuevo contrincante de Nicolás Maduro, para ocultarnos la verdad, y apartar de la decisiones de toma del poder a sus legítimos titulares, el pueblo venezolano. Inermes frente al hambre, alto costo de la vida, y la falta de combustibles, estamos todos ante quienes en la sombra de la manipulación para seguir en el poder, mueven los hilos de la trama de la invasión, y los desembarcos de comandos militares, más vale informarse, y documentarse los actores políticos-partidistas, sobre la forma cómo unos pocos conjurados (operación Gedeón) podrían intentar manipular a las masas, pero no desestabilizar al Gobierno, ya que sus estrategias locas, fueron utilizadas por el gobierno, después de penetrarlos, y ‘con este show de los peñeros’ evitar sus salida del poder. Los golpes de Estado, son operaciones políticas de vuelo alto, no operaciones militares fracasadas de vuelo bajo, y rastreras.
En realidad, en el arte de la guerra casi todo está inventado, y escrito. Lo único es que los estrategas, tiene que inventariar los resortes útiles para torpedear, y hasta subvertir un sistema de gobierno. En la Técnica de un golpe de Estado, Curzio Malaparte, sostenía que el derrocamiento de un gobierno no es cuestión de ideologías, sino de procedimientos. A quien se le va a ocurrir que la primera potencia militar del planeta USA, va a promover un desembarco militar en unas playas densamente pobladas por civiles, y muy lejos de los centros del poder, en tiempo de pandemia, a menos que los efectivos participantes estén inmunizados.
En ese celebre texto de uso político-militar, se desarrolla el principio básico en lo táctico-político- militar, de que los insurreccionales, no necesitan el apoyo de las fuerzas armadas para lograr sus objetivos. Y tampoco el pueblo tiene la conciencia política necesaria para rebelarse contra el gobierno que lo oprime. A criterio de Malaparte, solo basta con que los conspiradores se infiltren en los centros más neurálgicos del país, en las viseras del Estado, para que este se desequilibre, y entre en un desorden entrópico. Se siguieron algunos pasos de Malaparte, como el cuestionamiento de la legitimidad de los poderes ejecutivo, judicial, y electoral; aunque se ha fomentado, y difundido el deterioro real del Bolívar soberano, del alto costo de la vida, el hambre, y, el deterioro de todos los servicios públicos, que están alimentando así el malestar social. Ahí la insurrección era un plato servido, y apetecible. Pero al mismo tiempo, esa insurrección está o estaba penetrada, por la corrupción, la traición (casos diputados que saltaron la talanquera el 5E), y el líder máximo sin pegada política, junto la infiltración por parte del gobierno, con delatores fuera, y dentro del país.
De haber escrito su libro en la Venezuela del siglo XXI, Malaparte le hubiera puesto más atención al papel de los mass media, como activistas políticos e instigadores de golpes, cruentos o no. por ejemplo, la actitud de los medios televisivos con programitas chimbos de estrategias políticos-militares en YouTube de: Daniel Lara Farías, Patricia Poleo. Norbey Marín, Alberto Franceschi entre otros brujos pronosticadores, a pesar de los continuos, y frustrados-fracasados golpes contra Maduro, y cómo las redes sociales, y ciertos programitas vomitivos por ese canal aúpan a ‘chigüires’ políticos para la toma del poder.
En la Venezuela de hoy, Malaparte identificaría a quienes, sirviéndose de los viejos métodos de agitación, y propaganda, manipulan la realidad para convencer al electorado venezolano de que nada es verdad, en lo que parece mostrar el gobierno de Maduro: y que fue J.J Rendón el que contrató a mercenarios yanquis para que cometieran el desembarco el 3 de mayo en Macuto y Chuao, con el fin de sacar del poder a Nicolás Maduro, donde el gobierno presuntamente oculta las pruebas de tal ‘desembarco’ y negocia con la ‘banda de los peñeros’ el pago de los servicios prestados.
Ese, y no otro es el complot en marcha, para seguir en el poder a costa de la destrucción de la republica. Los totalitarismos modernos del siglo XXI, son burdamente mediáticos, o no lo son: periodistas, políticos, y personas afectas o no al gobierno, sedientos de poder, y de dinero, conjurados para continuar en el poder a como dé lugar, el 3M en Macuto y Chuao, fue el show del ridiculo. Algunos incluso suspiraban --si no conspiraban-- porque ‘Gedeón’ vuelva a las andadas, para así volver a cobrar al gobierno bolivariano por las payasadas, y los servicios de novelas prestadas.