Históricamente los imperios se han caracterizado por su violencia, su rapacidad y dominio sobre otros territorios, a los que se les conoce como colonias.
Los imperios se imponen por la fuerza de la violencia. Su objetivo no es otro sino el someter a como dé lugar a otros territorios para extraer de éste sus recursos y riquezas naturales. De allí entonces su carácter rapaz. La rapacidad no es más que la inclinación al robo, a la rapiña, al malandreo ruin y vulgar. Una vez establecido su dominio sobre otros territorios, el imperio se vale por un lado de los llamados lacayos, que nunca faltan y nunca han faltado. Y por otro lado, se valen de un recurso que en la época contemporánea ha sido vital: los medios de difusión y comunicación en su sentido más amplio.
No hay nada más efectivo, pero también más peligroso, que poner a circular entre una población determinada un rumor, una bola o un chisme. De ello están muy conscientes quienes manejan las grandes corporaciones mediáticas y las llamadas redes sociales. Estas corporaciones están llamadas a realizar el trabajo de convencimiento y de adormecimiento de la conciencia de la población con las supuestas verdades que divulga el imperio. Y mientras en el pueblo no despierte esa conciencia por descubrir la falsedad de todo lo que nos dicen las corporaciones mediáticas, de todo lo que circula en las llamadas redes sociales, entonces se expone al riesgo constante de ser presa fácil de un conocimiento falso, de una información manipulada. Es lo que el destacado sociólogo Ludovico Silva denomina falsa ideología. Razón tiene nuestro Padre Libertador Simón Bolívar cuando afirma que nos han dominado más por la ignorancia que por la fuerza.
Ante cualquier comentario, cualquier rumor o información es necesario dudar. Pero también es recomendable consultar la fuente y así determinar el grado de confiabilidad y veracidad de lo que se nos está diciendo. Es decir, no irnos de las primeras, no hacernos eco de cosas no confirmadas.
Uno observa con tristeza como muchos y muchas compatriotas están regresando hoy al país y están asumiendo que años atrás fueron engañados y engañadas, porque se les dijo que tenían mayores y mejores oportunidades de trabajo en otros países. Fueron víctimas de su ignorancia e ingenuidad. Y esto aplica tanto para quienes pertenecen a aquellos sectores sociales bajos como para aquellos sectores sociales medios y medios altos. Porque así como muchos se fueron a trabajar de caleteros, arrumadores, de vendedores ambulantes y vigilantes, otros, con títulos universitarios, post grados y doctorados han terminado en la calle, deambulando y pidiéndole al gobierno legítimo del Presidente Nicolás Maduro Moros que los rescate.
Mientras el pueblo se preocupe por su memoria, por tener clara conciencia del papel que le corresponde en la historia, no habrá imperio alguno que le someta. Y esa conciencia empieza en el hogar, en la familia, a través de los valores que el padre o la madre inculquen a sus hijos y a sus hijas. Esa conciencia debe seguir en la escuela, en el liceo y en la universidad a través de los valores culturales, patrimoniales y de identidad que deben enseñarse, practicarse y defenderse. La mejor arma que tiene un pueblo es su conciencia, porque la conciencia constituye el conocimiento que tiene ese pueblo sobre lo que ha sido, lo que es y lo que puede llegar a ser.
Al imperio le conviene que haya pueblos ignorantes, que haya personas que denigren de sí mismas, que tengan autoestima baja, que sientan desprecio hacia los suyos, hacia lo que les pertenece, que haya una subvaloración de su identidad y de su cultura.
No nos molestemos cuando nos invitan a leer tal o cual texto, tal o cual libro. No nos molestemos cuando en una reunión alguien demuestra con argumentos tener conocimiento sobre tal o cual tema. Hagamos el esfuerzo por conocer y cultivarnos también. Porque en última instancia la ignorancia puede estar, indistintamente, en uno u otro bando. Y allí el imperio no distingue.