El 20 de enero de 2021 llegó cargado de simbolismos y presagios para la administración del flamante presidente Joseph Biden, para la convulsionada sociedad estadounidense y para el resto de países del mundo que sufren la hegemonía del Imperialismo Norteamericano. En la asunción presidencial de Biden se dieron dos hechos que revelan los cambios que hoy vive el Imperio norteamericano en su decadencia: la ausencia de Donald Trump al acto de transmisión presidencial y la toma de Washington por fuerzas armadas policiales y militares, en un despliegue inusitado de fuerza para resguardar un evento de índole popular en cualquier democracia.
La inasistencia de Trump a la transmisión del mando presidencial no fue una grosería, fue una protesta del Presidente de la República y Jefe de Estado, que participa en un proceso electoral de su país como candidato a la reelección con todos sus derechos. El hecho causal que acusa el Presidente Trump es de una gravedad extrema, denuncia un fraude en su contra, en el proceso comicial, que lo priva del triunfo, dicho con sus palabras: me robaron el triunfo.
Donald Trump ha mantenido esa denuncia, desde que la formulara el día 3 de noviembre pasado, hasta hoy sin declinaciones y con la misma energía. A esta acusación se le unió un grupo de congresistas y personeros del mundo económico, político y cultural de EE.UU y además, el respaldo de setenta y cinco millones de votantes que le dieron el voto. Con ese capital político Trump es una fortaleza para dar la pelea por defender sus derechos y volver al poder como ha dicho: bajo cualquier forma.
El asalto al Capitolio con sus características y consecuencias es la punta del glaciar de lo que Trump es capaz de hacer y de lo que se podría esperar ocurriera en Gringolandia. Trump no anda solo, ni es un payaso cualquiera de ese circo; detrás de Trump se mueven intereses del imperio de alta monta.
Las cúpulas imperialistas con las crisis acusan sus contradicciones internas, sus conflictos y llegan a declararse guerras intestinas por el dominio estratégico del poder político en su metrópolis, como está ocurriendo en el Imperialismo Norteamericano, producto de un proceso histórico irreversible. La historia de la humanidad repite en tiempos diferentes la semejanza de su carga histórica, de sus crisis civilizatorias: Antier el Imperio Romano, ayer el imperialismo Inglés hoy el norteamericano.
En EE.UU se empieza a sentir con fuerza la lucha de intereses en las altas esferas del Imperio; son los prolegómenos del derrumbe de un sistema político económico que maduró sus condiciones, y que ya no tiene respuestas fáciles a sus contradicciones. Cuando esto ocurre, surgen los conflictos y las agresiones insurreccionales como el asalto al Capitolio y también actos de rebeldía, con razón o sin ella, como el de Donald Trump en el nombrado evento. Trump se fue a la
oposición con su denuncia viva, sin arrepentimientos, empuñando el hacha de la guerra y amenazando con un regreso triunfante.
El otro acontecimiento inusual que presagia una amenaza a la seguridad y estabilidad del Imperio gringo fue la descomunal movilización de fuerzas militares y policiales en la ciudad de Washington con motivo de un acto de naturaleza popular, tradicional en una democracia que se ufana de ser un régimen de Estado perfecto. Ese despliegue de fuerzas, sobre todo, en las inmediaciones de la Casa Blanca donde se apostaron 25:000 guardias nacionales, fue un hecho inusual que dice mucho de la seguridad y tranquilidad política que se vive en EE.UU.
El augurio existencial del Imperialismo norteamericano anuncia tempestad. Las tres columnas que lo sostienen: el dólar, el Pentágono y la mentira están derruidas. El dólar dejó de ser la divisa de reserva fundamental del sistema monetario internacional, sin valor sustentado en bienes reales, sin garantías de solvencia por la entidad de origen y navegando en una burbuja de aire que está por estallar.
El poder militar del pentágono es un gigante con pies de barro, su poder atómico es la destrucción del planeta, una guerra atómica es inconcebible. Con ejércitos mercenarios no se ganan guerras, Afganistán y Siria lo revelan. Genocidios como hicieron en Panamá, Granada, Irak y Siria pasaron a la historia. En guerras del pueblo no han ganado una: Cuba, Vietnam, Corea del Norte lo prueban. De todas maneras, el pentágono dispone de un presupuesto militar superior a los setecientos mil millones de dólares ($700.000.000.000), el más grande de su historia. Un monto mayor a la suma de los presupuestos de China,
Rusia y la UE ¿Será acaso, un presupuesto para librar guerras de cuarta generación, en pleno desarrollo, en el mundo?
EL Pentágono y el Estado Imperialista tienen en puertas, una guerra interna, una guerra producto la crisis civilizatoria que atraviesa esa nación, "una sumatoria de crisis, que incluye crisis económica, social, ambiental, política y de valores. "Es la rebelión de una ciudadanía que reclama sus derechos al bienestar conculcado por un Estado mercenario, gestor de intereses del Imperialismo en favor de una exigua minoría de la población, la clase empresarial burguesa; en cambio, la inmensa mayoría, asalariados y sectores de la clase media dependiente, nadan en un mar de necesidades..
La sociedad estadounidense está legalmente bien armada, groseramente divida en clases y estamentos sociales, agobiada de supremacías e históricamente comprometida a buscar un sistema de convivencia humana diferente al estatus actual. El asalto al Capitolio fue el comienzo, los tráiles de la película que los estadounidenses seguirán viendo en los próximos años.
El poder alienante de la mentira es el instrumento más sublime y perverso conque el Imperialismo contagia la psiquis social; es el uso multidisciplinario de la ciencia y de la técnica para lograr la inducción del subconsciente en las decisiones de los seres humanos con propósitos predeterminados. Esta área del conocimiento es el más moderno instrumento de dominación tecnológica del Imperio Norteamericano. Sin embargo, este poder de la mentira se está derrumbando estrepitosamente, la verdad de los hechos en el mundo se difunde con la velocidad de la Luz, con el avance de la tecnología, la información llega en tiempo real desde cualquier parte del mundo. El poder financiero, el militar, y el
poder de la comunicación, son los fundamentos estructurales de la hegemonía del Imperialismo Norteamericano. La sociedad clama por un mundo más equilibrado, con más comprensión y exigiendo tratamiento de igualdad, libertad y paz como valores determinantes de las relaciones humanas y la convivencia pacífica entre naciones.
El desarrollo humano y los niveles de conciencia alcanzados por importantes comunidades del planeta han puesto de manifiesto, con el progreso alcanzado, lo inaplazable del proceso revolucionario que cambie radicalmente las estructuras del sistema capitalista-imperialista norteamericano, el más perverso sistema explotador que haya conocido la historia de la humanidad.
UNIDAD, LUCHA, BATALLA Y VICTORIA
SOCIALISMO O NADA