He vivido lo suficiente como para que mi mente cansina recuerde los nombres de los presidentes que gobernaron a EEUU. Sus apellidos son muy fáciles retenerlos por sus actuaciones non santas durante mi aciaga existencia, puedo enumerarlos como: Truman, Eisenhower, Kennedy, Johnson, Nixon, Ford, Carter, Reagan, Bush, Clinton, Bush(h), Obama, Trump y ahora Biden. A ninguno de estos los he sacado de mi pensadora por una razón sencilla: todos son iguales, sus actuaciones no difieren entre si, a pesar que algunos de ellos son republicanos y otros demócratas.
No sé por qué razón que, cuando a mi mente me llega cualquiera de ellos los asocio con guerras; invasiones militares; injerencia en la política de otros países; asesinatos de líderes progresistas; racismo; sanciones económicas; bloqueos y boicots económicos; robo de materia prima; monopolios; complicidad con empresarios de los avaros consorcios económicos; manipulación y mentiras a través de la mass media; privatizaciones de empresas nacionales; abatimiento de la economía de otros países; libre mercado que solo beneficia a EEUU; apertura de las fronteras para el flujo libre de capitales; amenazas a otras naciones con su enorme maquinaria mortal de guerra; intimidación con el empleo de armas nucleares; destrucción del medio ambiente; manipulación de instituciones estatales y privadas; utilización para provecho propio de los organismos internacionales como la FMI y BM, instrumentos estos para la expropiación de economías enteras por monopolios internacionales. Del mismo modo, los beneficios de la OEA, ONU, OMC, CIDH, además, la imposición de dictaduras militares en otros países durante el siglo XX y luego, de democracias representativas; la globalización; el exterminio de pueblos y culturas; la violación de los derechos humanos; crímenes de lesa humanidad; imposición de un pensamiento único; imposición de una cultura dominante creada y propagada desde los centros de poder mundial; acaparamiento de la fuentes energéticas; aumento de la carrera armamentista con la producción masificada de armas mortales de todo tipo; venta de armas a gobiernos criminales, a terroristas y a narcotraficantes; el consumo y al venta de drogas; la complicidad con el comercio internacional de drogas y el lavado de dólares; la connivencia con gobiernos corruptos y presidentes asesinos…Cualquier nombre que se escoja de los nombrados anteriormente está incurso en algunos o en casi todos de los renglones citados en este párrafo.
En verdad, los presidentes de EEUU no gobiernan, ellos son los testaferros de numerosas empresas que operan en el ámbito mundial y necesitan de un gobernante que resguarde sus intereses. Por esto, todos los presidentes de EEUU actúan de manera idéntica, sea demócrata o republicano. Para lograr sus objetivos las grandes corporaciones nacionales e internacionales entregan enormes sumas de dinero para cubrir los gastos de las campañas para la elección de presidentes, gobernadores, alcaldes, ediles y hasta jueces. No hay ninguna justa electoral en EEUU y en los países de régimen capitalistas donde las grandes sumas de dineros no mancillen la justa electoral. De allí el nombre de democracia representativa, dado que en este gobierno federal todo el engranaje funciona como el perfecto toma y dame: el empresario entrega (toma) el dinero y los gobernantes se comprometen a no tocar los intereses de las corporaciones y a aprobar cualquiera ley que beneficie al empresario que financie la campaña (dame). Así funciona la democracia representativa, un invento de los burgueses capitalista para resguardar sus intereses, no los del pueblo que vive de un salario.
En verdad a ningún presidente de EEUU le ha importado si los gobiernos de los otros países sean democracias o dictaduras. Lo único que le interesa es que el gobernante de otra nación les permita intervenir en las actividades económicas que les asegure el robo de materia prima y la aprobación de un tratado de "libre comercio". En dicho acuerdo los productos de importación "made in USA" serán pechado con un 10 % y los productos de exportación del otro país, con un impuesto del 60 % al llegar a los puertos del "socio". Pero aquellos presidentes no solo pretenden controlar la economía del otro estado, también deciden sobre todos los aspectos de la vida social de los habitantes, hasta del tiempo libre.
Si nos detenemos en la presidencia de los tres últimos presidentes de EEUU, es decir Obama (demócrata), Trump (republicano) y Biden (también demócrata), en su comienzo, podemos juzgar que los tres desarrollaron y actualmente desarrolla el mismo plan de gobierno, como si fuese la continuación de los proyectos del primero de los tres citados en este párrafo. No hay diferencia entre las actuaciones de sus gobiernos, sobre todo en lo que respecta a la política exterior. Lo que siempre estuvo y está presente en aquellas tres administraciones es la pretensión del poder ilimitado del imperialismo estadounidense.
No cabe duda, la estrategia de Obama, Trump y Biden, respecto a la seguridad nacional de los EEUU, se basa en un internacionalismo inconfundiblemente norteamericano que refleja la unión de sus valores y sus intereses nacionales. Por tal razón no dudan en actuar de forma unilateral, en caso necesario. Una justificación para ejercer lo que estos presidentes consideran el legítimo derecho a la defensa propia, con medidas preventivas y coercitivas contra otras naciones. Por eso EEUU es el abanderado del mundo unipolar.
Obama, Bush y ahora Biden hacen alarde de su poderío militar y de sus bases regadas por todo el planeta. Estos pretenden que sus buques de guerra naveguen impunemente por el mar de la China, así mismo, colocar misiles en los países pertenecientes a la OTAN, con fronteras con Rusia, apuntando hacia el Kremlin, navegar con sus destructores del Comando Sur por el mar Caribe desafiando a los gobiernos de Cuba y Venezuela y para el colmo, se arroga el derecho de los ataques preventivos, aunque no exista ninguna amenaza militar inminente contra USA. Aquellos inclementes tienes la convicción de que el mundo está repartido entre las corporaciones imperialistas, de que en el planeta no existen más territorios "libres" vacantes y, para ocupar nuevos mercados y fuentes de materias primas, para engrandecerse, hay que arrebatar estos territorios por la fuerza.
Está comprobado que los presidentes de EEUU no admiten gobiernos insumisos, solo consienten presidentes complacientes que no contradigan las órdenes del Departamento de Estado. Para los gobernantes de USA es indispensable eliminar la competencia comercial en los países dependientes, en el afán de integrar sus economías nacionales cada vez más completamente en la producción y la distribución internacionales de los consorcios internacionales. Por esta razón Obama, Bush y Biden no admiten la expansión de Rusia, ni de China ni tampoco la de Irán, mucho menos acepta a los aliados políticos y comerciales de estos. Y una de las maneras de frenar los objetivos de las nuevas economías emergentes es aplicar sanciones y bloqueos económicos, una nueva forma de guerra no convencional. Hay que doblegar a todos los pueblos que no acaten las órdenes de las grandes corporaciones económicas y de esto se encargan los presidentes de EEUU y también, los presidentes y primeros ministros de UE, cachorros del imperio.
Obama, quien fue el emperador temporal de EEUU le impuso sanciones económicas, bloqueo y boicot al petróleo de Venezuela desde el momento que Chávez ganó las elecciones, declarándola una amenaza inusual extraordinaria para la seguridad nacional del imperio. La democracia participativa y protagónica no está contemplada en los planes del Departamento de Estado, rechaza toda forma de gobierno donde se pueda erigir una sociedad de dimensión humana y donde los niños puedan comer tres veces al día. A pesar que Obama era demócrata el nuevo emperador temporal, el rubicundo y republicano Trump no tuvo objeciones en renovar el decreto e implementó otras nuevas para agravarle más el sufrimiento al pueblo venezolano. Recién acaba de ganar el nuevo soberano de EEUU, el presidente Biden, quien continuó con la tradición de Obama y de Trump, simplemente porque no hay diferencia entre la gestión de los presidentes neoliberales, son caimanes del mismo charco, la misma miasma.
No cabe duda, los presidentes elegidos en EEUU son producto de un negociado entre los grandes consorcios industriales-financieros-armamentistas que les permita mantener en la Casa Blanca la presencia del político, no destacado por sus virtudes, sino por su capacidad de mimetización con los intereses de los poderosos. Bien lo afirmó Cervantes, el gran escritor español: "La senda de la virtud es muy estrecha y el camino del vicio es ancho y esplendoroso". Lee que algo queda.