Narcotráfico Industries Corporation - Made in USA

Sábado, 17/04/2021 04:03 PM

Las secuelas de la expulsión del ejército colombiano, su brigada narco paramilitar que intentó posarse sobre territorio venezolano, Apure, han dejado -no solo como evidencias- la colocación sobre el terreno de las minas antipersonales, prohibidas por la ONU, también el intento de mercantilizar a los venezolanos y venezolanas que, al fragor del combate, se desplazaron por el río a los poblados vecinos, sino que producto de las labores de escudriñamiento, ordenadas por el CEOFANB, se ha logrado la detención de algunos capos de los cárteles mexicanos, que conviven del otro lado de la frontera con integrantes de la FAC, DINI, la DEA, la CIA, grupos narco paramilitares, guerrilleros disidentes y demás organismos del gobierno de Duque y del Estado colombiano, incluidas ong´s financiadas por EEUU, en fin, toda una pléyade de delincuencia trasfronteriza organizada que no son otra cosa, sino el producto más acabado del Plan Colombia, ideado por la CIA. Esa derrota militar, no bastó para calmar las pasiones del gobierno de Duque y la Administración Biden, quienes días después conversaron telefónicamente por intermedio de su Secretario de Estado, Anthony Blinken y el presidente Duque, quienes evaluaron la resulta de su plan de infiltración del territorio bolivariano y acordaron ratificar su alianza hasta conseguir: «la restauración de la democracia y el estado de derecho» en Venezuela, según refirieron en un comunicado conjunto: «Nuestra alianza sigue para apoyar la paz y la prosperidad en Colombia mediante una cooperación en (temas de) seguridad, desarrollo rural, lucha contra las drogas y derechos humanos», escribió Blinken. El amo acude en auxilio de su peón ante los evidentes vidrios rotos dejados por su pésima actuación. Lo concreto es, que de la desesperación con acabar con Venezuela, cada vez más, van esparciendo sus verdades sobre el terreno de operaciones y ahora nuestros pueblos saben de la conjunción de todo un conglomerado de fuerzas «irregulares», disidentes incluidos, medios de comunicación, Estado colombiano y de EEUU, todos unidos en una sola compañía: Narcotráfico C.A. - Made in U.S.A.

Iniciando marzo de este año, el Departamento de Estado de EEUU desbloqueó una quinta parte de la ayuda antidrogas que para Colombia se presupuestó en 127 millones de dólares a través de la International Narcotics Control and Law Enforcement (INCLE), como parte de un compromiso adquirido por el gobierno de Iván Duque y la Administración Trump para reducir en 50 por ciento la producción de cocaína hacia finales de 2023. Año para el cual, Colombia, debiera tener un máximo de 104 mil hectáreas sembradas de coca y una producción que no sobrepase las 450 toneladas de cocaína, tal es el nivel de planificación estricta que ejerce el imperialismo –a través de la DEA- sobre sus colonias en lo que a producción de drogas se refiere. La estrategia de la Administración Biden, como continuidad de la Administración Trump, procura reducir la oferta de cocaína, en función de reducir el número de ciudadanos y ciudadanas de EEUU muertos por sobredosis y reducir la migración hacia EEUU de ciudadanos y ciudadanas de países centroamericanos huyendo de la violencia causada por los narcotraficantes, en lucha por el control de mercados. De esta manera, reconoce EEUU, que es la producción de cocaína en Colombia, la única responsable de las muertes por sobredosis en los EEUU, y adicionalmente la causa de las migraciones masivas de centroamericanos hacia EEUU por la violencia en sus países de origen. No obstante, es Venezuela, la declarada como «amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad interior de los EEUU». Venezuela, que no tiene un solo metro cuadrado sembrado de coca o marihuana en su territorio, es la amenaza a la seguridad del pueblo estadounidense, según el establishment imperialista de demócratas y republicanos. ¡Fariseos! Es Venezuela, a quien pretenden responsabilizar de las muertes de los más de 14 mil fallecidos y fallecidas por sobredosis derivadas del consumo exclusivo de cocaína, según cifras de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de EEUU. Así de retorcida, es la visión del imperialismo en cuanto a narcotráfico se refiere. Refiere la Dra. Pascualina Curcio: «De las 245.400 hectáreas de cocaína que fueron cultivadas en 2017, 171,000 estaban en territorio colombiano, es decir, el 69,68%. En cuanto a la fabricación potencial de cocaína 100% pura, de las 1.970 toneladas que se produjeron en 2017, 1.379 fueron fabricadas en Colombia.» Y se pregunta: «¿Cómo logran pasar 1.379.000 kilos de cocaína frente a las narices de las autoridades del Estado colombiano sin que se den cuenta?» (Venezuela: ¿Narco Estado? Mentiras, números y verdades, P. Curcio, 02-04-202099).

Después de la fallida intentona del gobierno de Iván Duque, con la anuencia de la Administración Biden, de expandir los cultivos de coca hacia Venezuela por el Estado Apure, utilizando una de sus bandas narco paramilitares, «disidencia», le colocaron como sobrenombre mediático pero sin ocultar su intención verdadera que no era otra sino expandir los sembradíos de coca hacia territorio venezolano. ¡Pretensión fallida! Debido a la enérgica respuesta del Gobierno y Fuerza Armada Nacional Bolivariana, que los echaron a plomo limpio y certero de territorio venezolano, como muestra de su intolerancia con los Cárteles colombianos y mexicanos, que conviven plácidamente en tierra de nadie, como es lo que existe al traspasar la frontera con Venezuela y apersonarse en territorio colombiano, territorio de nadie, donde la ley del que más poder de fuego se impone y el Estado ha trasmutado en narco-Estado y tan solo se refugia en las capitales de ese extenso territorio conocido como Colombia, la de los Cárteles de las drogas y sus siete bases militares de EEUU, que les brindan máxima protección a los sembradíos de coca, esa es la verdad verdadera, inocultable para quien quiera verla. Pues bien, al fracasar Duque en su intento de expandir sus sembradíos de coca a territorio venezolano y así cumplir su promesa a Trump, y ratificada a Biden, saca debajo de su manga el viejo expediente de la fumigación con glifosato de los cultivos ubicados fuera de las áreas protegidas por las bases militares de EEUU. Esa decisión, asumida por el gobierno de Duque, ha generado la reacción de sectores de la sociedad colombiana que se oponen a tal decisión. En marzo pasado, 25 organizaciones internacionales y colombianas, enviaron misiva al presidente Biden para que desestime su apoyo a esa funesta decisión de Iván Duque, refieren los firmantes de la comunicación: «La mayoría de los productores colombianos del arbusto de coca no son delincuentes vinculados al crimen organizado ni partidarios de grupos armados ilegales. Son familias con pequeñas parcelas», se lee en la comunicación suscrita por organizaciones internacionales como: Center for Internacional Environmental Law; Chicago Religious Leadership Network on Latin America; Drug Policy Alliance; Elementa DD.HH.; Oxfam America, Institute for Policy Studies, Drug Policy Project; y Washington Office on Latin America, también suscriben organizaciones colombianas como: Corporación Viso Mutop; el Centro Estudios sobre Seguridad y Drogas de la Universidad de los Andes; la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento, ILEX Acción Jurídica y el Proceso de Comunidades Negras. Entre las consecuencias que traería, regresar a esa estrategia, dicen las organizaciones, está «debilitar aún más la gobernabilidad en esas regiones y empeorar la seguridad, enviar a las familias cultivadoras de la pobreza a la extrema pobreza; una alta probabilidad de resiembra de la coca; y una ola de protesta a gran escala, recordando las movilizaciones cocaleras de 1996». A estos sectores organizados, se han unido también 150 académicos que, en comunicación dirigida a Biden, le han solicitado no reanudar las fumigaciones y como propuesta le exhortan a «priorizar la sustitución voluntaria de cultivos… para generar oportunidad económica en áreas profundamente afectadas por economías ilícitas y violencia». Complejo problema, sin dudas, el que ha creado el propio imperialismo en Suramérica. Recordemos, esa historia que han borrado los imperialistas del norte, en su conjunción con las mafias colombianas de aquellos años 80 en que de pequeñas cantidades de cocaína que les remitían las nacientes mafias colombianas a las mafias estadounidenses para satisfacer la demanda que comenzaba a intensificarse entre los jóvenes ejecutivos y la clase media de EEUU, beneficiados por el auge económico de aquellos años, la cocaína, comenzaba a desplazar a la heroína y el opio pues a los mafiosos gringos les resultaba más económico, fácil y rápido, importar cocaína que traer otras drogas desde territorios lejanos. Fue así, que las mafias de la costa caribe colombiana, amparadas por la clase política costeña y los gobiernos de la época, que inundaban de marihuana a los gringos debieron ceder lugar a los cárteles de la cocaína que recién aparecían para no retirarse nunca más de la historia colombiana. De aquellos incipientes años, proviene la historia de Álvaro Uribe quien desde entonces, se vinculó al cártel de los Ochoa y Pablo Escobar, en Medellín, como lo denunciara entonces el propio padre del hoy presidente, Iván Duque Escobar, al informar en 1981 al presidente Julio Cesar Turbay Ayala, que Álvaro Uribe era socio de dicho cártel y que «desde su cargo de director de la Aeronáutica Civil, repartía licencias y autorizaba las pistas de las tantas aeronaves que subían y bajaban cargadas de cocaína». Desde entonces, «La vida de Álvaro Uribe ha estado rodeada de cocaína por todas partes», como refiriera el periodista Guillermo Cano, asesinado por Pablo Escobar. El «distinguido empresario» como le presentaban los medios de comunicación, también era congresista electo por los votos del pueblo, lo que no le impidió ordenar a su jefe de sicarios, «Popeye», su muerte a disparos. Lástima, que sea su hijo, Iván Duque, el que obviando la honorabilidad de su padre le deshonre, siguiendo los caminos retorcidos de Álvaro Uribe y al igual que éste, «su vida, esté hedionda a cocaína por todos lados donde se le mire». Por supuesto, el único que no tendrá miradas de honestidad con el problema de la cocaína, será el imperialismo pues para los EEUU, la cocaína y las drogas en general, serán un arma que utilizarán en beneficio de sus intereses de dominación global en el planeta.

Ejemplo de ello, es Venezuela. Las drogas, son utilizadas como un arma mediática para satanizarla y hacerla responsable de todos los males habidos y por haber. A Venezuela, se le acusa en los medios occidentales de ser la responsable de producir cocaína sin tener un solo metro cuadrado de sembradío de coca en su territorio, tan solo porque su gasolina barata, que es hurtada -mediante contrabando de extracción- por las bandas de delincuencia organizada transfronteriza llega a Colombia. No obstante, tengámoslo presente, un estimado de 30 mil millones de dólares en efectivo, provenientes del narcotráfico, se mueven en la frontera entre México y EEUU, y una parte importante de los mismos se deposita en bancos de ambos países desde los cuales se lavan en el sistema financiero internacional. Empresas como: Wells Fargo, Bank of America, Citigroup, American Express y Western Unión, se han lucrado durante años con el lavado de fondos provenientes del narcotráfico y sólo pagan multas mínimas cuando son detectados en dichas actividades. Ha escuchado o leído Usted de la detención de algún alto ejecutivo de esas empresas por su involucramiento en lavado de dinero, que es otra de las actividades del narcotráfico? Obvia la respuesta. Pero, cuando se trata de Venezuela, la respuesta es ilógica y fuera de la Ley, como ocurriera con el camarada Tareck el Aissami, entonces vicepresidente a quien se le acusó por narcotráfico en un tribunal de EEUU en 2017, incluido el precio o recompensa por su cabeza. En 2020, el supuesto testigo estrella o fuente confidencial que, por lo general siempre es un ex agente DEA o de la CIA, es detenido por el Departamento de Seguridad Nacional de EEUU por dar falso testimonio a los agentes de dicho Departamento. Por supuesto, más nunca se habló del caso pero la honorabilidad del hoy ministro de petróleo quedó por el piso por los millones de centrimetrajes, que la mediática occidental dedicó a mentir sobre el caso. EEUU, no le perdona que como Ministro de Interior del Comandante Chávez, diera importantes golpes al narcotráfico internacional y colocar tras las rejas a importantes capos del narcotráfico internacional y en especial por haber sido partícipe de un evento tan importante para la lucha contra el narcotráfico en Venezuela, la expulsión del país del principal cártel del narcotráfico internacional: la DEA. Es por ello que mientras acusan a Tareck el Aissami, hombre probo y honesto, en contraste, el vicepresidente Mike Pence en , quien en agosto 2020, rogaba por la libertad de Álvaro Uribe, quien permanecía en detención preventiva por fraude y sobornos, refería Pence en su tuiter: «Respetamos a las instituciones y la independencia de Colombia. Pero en tanto el ex presidente Álvaro Uribe está bajo arresto domiciliario, nos unimos a todas las voces amantes de la libertad en todo el mundo para pedir a los funcionarios colombianos que permitan que este héroe, que ha recibido la Medalla Presidencial de la Libertad de Estados Unidos, se defienda como un hombre libre».

Es la misma actitud que les lleva a reconocer como supuesto «presidente» de la República Bolivariana de Venezuela a Juan Guaidó, quien en una calle de la ciudad capital se autoproclamó como presidente de la República y de inmediato se le reconoció como tal para proceder -de inmediato- al hurto de los activos nacionales en el exterior, en diferentes tramas de corrupción de las que han sido partícipes las Administraciones Trump y Biden. Pero, es un hecho incontrovertible e indiscutible, la vinculación de ese nefasto personaje del mal, con la banda narcoparamilitar de Los Rastrojos, como quedó evidenciado en la declaración del hoy detenido por la Justicia venezolana e integrante de dicha banda, Iván Posso Pedrozo, alías «Nandito», responsable de logística y finanzas de esa banda criminal, quien en su declaración certificó el acuerdo con Guaidó de cederles autorización de tránsito libre por territorio nacional para sus actividades de narcotráfico. Claro está, en caso de concretar su autoproclamada «presidencia». Al igual que Guaidó, su jefe Leopoldo López, en su transitar va dejando su tufito hediondo. En diciembre 2020, se reunía con su jefe Álvaro Uribe, poco trascendió a los medios de lo que conversaron. Lo ocurrido semanas después de aquella reunión, un frustrado atentado con explosivos en la Nueva Asamblea Nacional y la implantación sobre territorio venezolano de una banda narcoparamilitar que tuvo que ser desalojada por la fuerza de las armas y la Ley por nuestra FANB, dejan suficiente evidencia de los hablado entre ambos capos. Meses después, allá en España ocurría un hecho -supuesto inocente- pero que dará mucho que hablar en los tiempos por venir. Leopoldo López, era descubierto en Galicia por la policía de Cambados y sancionado por haber violado la normativa anticovid, que impide la movilidad entre las regiones. Una vez descubierto, modificó su agenda y convirtió su estadía en, supuestamente, una labor de recolección de supuestas denuncias de violación de derechos humanos de la «dictadura» de Maduro. Según López: «La idea es que se puedan seguir sumando muchos testimonios…», según reseñó Europa Press.

En tiempos de la posverdad, a la verdad la convirtieron en una mercancía que se vende caro al mejor postor, y las empresas de comunicación están más interesadas en servir los intereses de los dueños del capital que los de la ciudadanía. La verdad, queda oculta en un mar de informaciones que tan solo desinforman y distorsionan la realidad. Como solía decir, Guillermo Cano: «La verdadera libertad está en decir la verdad como cada uno la entiende, respetando la verdad de los demás»…

Postscriptum: ¿Por qué Galicia? Después de EEUU, Europa es el lugar predilecto donde va a parar gran parte de la cocaína que se consume en el mundo. España, es la puerta de entrada de toda esa droga y entre los países ocupa el cuarto lugar, entre los consumidores del mundo. Los puertos de ingreso son Algeciras, Valencia, Barcelona y la costa gallega, Galicia, claro está. Producto de la pandemia, se han reducido los vuelos aéreos, motivo por el cual, el tráfico de cocaína se realiza –mayoritariamente- por mar, lo que hace de la costa gallega un atractivo importante, que seguramente «matarife» ya debe haber visualizado y con sus delfines de máxima confianza debe estar explorando futuras inmersiones. Más aún, después de aquella fallida incursión de 2019, que con un minisubmarino intentaron introducir dos (2) toneladas de cocaína por las costas gallegas. Una recortada costa de 1.500 kilómetros, que durante años ha sido un paraíso para contrabandistas y narcotraficantes. Al punto, que el 80 por ciento de la cocaína que llegaba a Europa, lo hacía por las costas de Galicia…

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