Por más que se tongonee Mr. Biden más se parece a Trump

Lunes, 26/04/2021 12:44 PM

En 1920, Adolf Hitler, comparaba a los judíos con gérmenes dañinos a los que se debía destruir; es la misma comparación que hiciera en abril 2017 un funcionario de la CIA estadounidense de nombre Julio Borges, quien en referencia a las y los migrantes venezolanos, declarase: « ese problema migratorio, que ya es un problema de la región, se ve acompañado por otros problemas como crimen organizado, militarismo, paramilitarismo, tráfico de drogas, incluso el tema del terrorismo. De tal manera que Venezuela hoy es el foco de la inestabilidad y de todo lo que significa la degradación social, que puede ser una enfermedad contagiosa en toda América Latina». Concluía, exhortando a la supuesta comunidad internacional: «este es el momento de actuar para rescatar la democracia, el progreso y la dignidad del pueblo venezolano». Dos años después, era más explícito en su llamado a intervenir sobre Venezuela pues para él: «Venezuela es un Estado fallido y un gran peligro para toda la región». Las y los migrantes venezolanos, pasaban de ser de una «enfermedad contagiosa» a una auténtica «plaga» por destruir. Al igual que Hitler, que se inventó el Holocausto o genocidio de la raza judía por todos los medios, uno de los cuales fue la hambruna, como lo refiere Shraga Milstein, sobreviviente del Holocausto judío: «Cuando las fuerzas británicas llegaron, no podían creer lo que veían, pilas de cuerpos por todas partes, y nosotros "los esqueletos con vida" a duras penas podíamos consumir la comida que nos habían traído». En los campos de concentración nazis –era poco o nada- el alimento que les suministraban, y por esa vía se garantizaban su exterminio. Los tiempos han cambiado y el exterminio del pueblo «judío» de los nuevos tiempos, el régimen nazi devenido en imperialismo, llámese EEUU o Europa, se lo procura por vía de las sanciones unilaterales o bloqueos financieros y comerciales. El Holocausto, ha adquirido nuevas modalidades, supuestas «humanas», no menos bárbaras que aquellos años del nazismo. Han cambiado sí, los objetivos. Ahora, se procura el cambio de gobierno o régimen por uno más adepto a seguir instrucciones de Washington. Se estiman, en casi seis millones de judíos los asesinados por los nazis. Hoy, son muchísimos más millones de personas las asesinadas por las sanciones unilaterales y bloqueos financieros-comerciales, peor aún no hacer nada para controlar la pandemia por Covid-19, ejecutados por el imperialismo de EEUU-Europa. ¡El crimen, se ha multiplicado!

Venezuela y Cuba, son objeto de la saña imperial de EEUU y Europa. Primero, fue la Administración Obama quien declaró a Venezuela como «una amenaza inusual y extraordinaria para su seguridad interior», apenas corría el año 2015. Cuba, ya llevaba sobre sus hombros el bloqueo imperialista desde los años 60. Donald Trump, afincó su odio y bloqueo imperialista procurando el «colapso» del Estado-Nación: República Bolivariana de Venezuela. La CIA, pudo captar supuestos venezolanos para colocarlos como agentes de sus intereses y traicionar a la República de Simón Bolívar y Hugo Chávez, por unos cuantos papeles verdes obtenidos de la expropiación de los activos de la República en territorio de EEUU, Colombia, República Dominicana y Costa Rica, además de apropiarse del dinero colocado en la banca internacional (Portugal, Gran Bretaña y EEUU). Ha sido, el gran acto de corrupción internacional, sin antecedente alguno en la historia de la humanidad, y que tiene como protagonistas a Donald Trump y Juan Guaidó, los dos grandes corruptos de la historia universal de la corrupción. Sanciones y bloqueo financiero-comercial, las dos armas imperiales utilizadas en estos tiempos de supuesta modernidad, utilizadas por el imperialismo de EEUU y Europa para someter pueblos enteros a sus dictámenes. En abril 2018, en un foro internacional sobre la crisis generada por EEUU y Europa en Venezuela, ante la pregunta sobre la reversión de las sanciones, respondía la entonces subsecretaria de Estado adjunta para los Asuntos del Hemisferio Occidental, Michael Fitzpatrick, lo siguiente: «Cuando tengan voluntad de restablecer la rendición de cuentas sobre su control de los flujos financieros, cuando puedan y deseen reinvertir en el país, cuando tengan voluntad de tomar simples pasos para respetar la Constitución y la Asamblea Nacional (cuerpo legislativo), de abrir canales humanitarios, ese tipo de cosas podría revertir las sanciones». En 2020, cuando la Administración Trump pudo comprobar el fracaso de sus sanciones, en la obtención de su objetivo de cambio de régimen y gobierno en Venezuela, lanza el entonces el Secretario de Estado, Mike Pompeo, una descabellada propuesta de Marco de transición democrática, así le llamó. No era otra cosa, sino una propuesta de abandono «voluntario» del gobierno por parte del Presidente Constitucional Nicolás Maduro, quien «debía hacerse de lado» y que la Asamblea Nacional, controlada por Guaidó, «elija un gobierno de transición inclusivo aceptable para las principales fracciones». Según dicho plan, Guaidó, también renunciaría y un supuesto Consejo de Estado gobernaría el país por 12 meses, al final de los cuales se convocarían nuevas elecciones generales. «Si se cumplen las condiciones del marco, incluida la partida de todas las fuerzas de seguridad extranjeras», dijo Pompeo a los periodistas, «se levantarían todas las sanciones estadounidenses restantes». ¡Vaya oferta engañosa!

Esa, fue la última propuesta del régimen imperialista, hasta ese entonces regido por Donald Trump, sin dudas, insolente y prepotente. Se hacía, dicha propuesta, en momentos en que la Patria ardía de efervescencia antiimperialista y patriótica, obvio que se trataba de una propuesta tan funesta como que recibiría el rechazo generalizado de la población venezolana, como lo recibió. Era una época, que pudiéramos comparar –guardando las diferencias, claro está- a la que recibiera al agente diplomático gringo, Juan Batiste Irvine, representante oficial de EEUU, quien viniera a Venezuela en solicitud del reclamo de las goletas: La Tigre y La Libertad, detenidas e incautadas por las fuerzas patrióticas en el río Orinoco llevando armas, pertrechos y víveres a las fuerzas realistas, hecho ocurrido en enero de 1817. El Padre Libertador, Simón Bolívar, denunciaba entonces a los estadounidenses: «olvidando lo que se debe a la fraternidad, a la amistad y a los principios liberales que seguimos, han intentado y ejecutado burlar el bloqueo y el sitio de las plazas de Guayana y Angostura, para dar armas a unos verdugos y para alimentar unos tigres, que por tres siglos han derramado la mayor parte de la sangre americana, ¡la sangre de sus propios hermanos!» (29 de julio de 1818). En su prepotencia imperial, EEUU, reclamaba a la naciente República del Sur, además de liberarles sus goletas y devolverlas, que los delincuentes capturados: «eran ciudadanos neutrales, imparciales y pacíficos», por ende, debían ser indemnizados y las penas impuestas por las autoridades navales venezolanas contra los delincuentes estadounidenses, debían ser declaradas como ilegales. Bolívar, es opuesto a reconocer tales pretensiones imperiales y diplomáticamente accede a responder por correspondencia, las inquietudes del agente Irvine a quien no atiende en persona. El Padre Libertador, desmonta con sólidos argumentos toda la argumentación tendenciosa de Irvine sobre la supuesta «neutralidad e imparcialidad» de las naves imperiales detenidas. El agente Irvine, cuestiona «la conversión del buque», que de naves mercantes fueron convertidas en naves de guerra para la causa patriótica. Insiste, Irvine, en su oficio del 19 de agosto de 1818, en desestimar el bloqueo sobre las aguas del río Orinoco porque según éste, los republicanos: «no contaban con suficientes fuerzas militares para ejecutarlo». ¡Así, nos han desestimado desde siempre! Un bloqueo en el papel, decía una y otra vez el agente Irvine, negado a aceptar la realidad de los hechos imponderables de que dos goletas imperiales estaban detenidas, incautadas y modificadas a naves de guerra a favor de la causa patriótica. El debate epistolar entre el Padre Libertador, Simón Bolívar y el agente Irvine, no le auguraba a éste último éxito alguno por la solidez de los argumentos de la causa patriótica. Lo que condujo al agente imperial, a desmeritar las opiniones de Bolívar. Fracasado en su intento de convencer a Bolívar, el agente Irvine recomienda –confidencialmente- a la Casa Blanca, regentada entonces por J.Q. Adams: «Un cambio de gobierno restauraría la ley en este país más perjudicado por los daños de un Don Quijote que por las crueldades de un inexorable y salvaje enemigo» (1° de octubre de 1818). De lejos, viene esa doctrina imperial de los cambios de régimen o gobiernos. El agente Irvine, con «soberbia luciferina», así lo definió, el Padre Libertador, instaba a cumplirle lo que demandaba e incluso, se atrevía a amenazar con tomar represalias si no se hacía lo que demandaba. Así es, la prepotencia imperial. Insolencias imperiales, que solo chocaban contra el muro de dignidad del Padre Bolívar: «No permitiré que se ultraje ni desprecie al Gobierno y los derechos de Venezuela. Defendiéndolos contra la España ha desaparecido una gran parte de nuestra población y el resto que queda ansía por merecer igual suerte. Lo mismo es para Venezuela combatir contra España que contra el mundo entero, si todo el mundo la ofende» (7 de octubre de 1818). En otra comunicación, concluía Bolívar: «Por fortuna se ha visto con frecuencia un puñado de hombres libres vencer a imperios poderosos» (12 de octubre de 1818). La Administración Trump, ¡Fracasó! Y el pueblo de los EEUU, le revocó el mandato que le había otorgado cuatro años antes, sencillamente, no pudo llevar felicidad a ese pueblo. Solo, se dedicó a enfrentar al resto del mundo y caotizar la realidad interna de los EEUU. No pudo, sobrellevar la pandemia por Covid-19 y millones de estadounidenses se vieron privados del acceso a la salud, privados del elemental derecho a la vida. ¡Y todavía, se proclaman como los paladines de los DDHH en el planeta! Tan solo, Michel Bachelet, se lo cree. El racismo estructural, cobró vidas de ciudadanos negros y negras, victimas del odio policial. Hasta la economía colapsó y entró en recesión, como corolario final de la breve estadía de Donald Trump al frente de la Casa Blanca.

Un año, ha pasado de aquella insolente propuesta del régimen de Donald Trump y la nueva Administración ha llegado igual de soberbia y prepotente. Nada ha cambiado pese a que el pueblo estadounidense ha votado por un cambio de régimen. Joseph Biden llega, en momentos que la América es un territorio en rebelión antiimperialista y harto de tanto neoliberalismo. El otrora Grupo de Lima, en la práctica se ha disuelto al desentenderse de la Casa Blanca su líder creador: Donald Trump. En Chile, Perú y Colombia, se han desatado sólidos movimientos constituyentes que proclaman cambios profundos de los regímenes totalitarios neoliberales, que hasta ahora gobiernan sus sociedades. En Ecuador, tras la victoria del banquero Lasso, el pueblo se ha dado una pausa de confianza con el pasado para probarse sí es capaz de resistir cuatro año más de régimen neoliberal, ahora bajo la regencia del FMI. ¿Podrá cumplirle, el banquero Lasso, al pueblo ecuatoriano la promesa de vacunar nueve millones de personas durante sus primeros 100 días de gobierno? Covid-19, sigue rigiendo las decisiones más trascendentales de los pueblos del planeta y, al obviar esa verdad de perogrullo, Arauz, sentenció a la pérdida lo que parecía una victoria casi segura. Lula, continúa siendo la pieza faltante en el engranaje revolucionario de la América toda. El cambio revolucionario en la región, pasa por una victoria de Lula en 2022, eso lo sabe el imperialismo e intentará todo lo que esté a su alcance para impedirlo. Cuba, Nicaragua y Venezuela, se han constituido en los referentes del cambio posible en la región, incluso, más allá. Por eso, se les ataca -sin piedad- desde la atemorizada alianza atlántica: EEUU y Europa. Días atrás, 22 de abril 2021, la subsecretaria interina para el hemisferio occidental de Estados Unidos, Julie Chung, celebraba en su cuenta tuiter: «el acuerdo del Programa Mundial de Alimentos para brindar asistencia alimentaria a 1,5 millones de niños en Venezuela». Lo que motivó una respuesta del Canciller Jorge Arreaza: «si en EE. UU. están tan comprometidos a aliviar las dificultades, liberen los recursos de Venezuela que mantienen secuestrados en la banca internacional y levanten las sanciones criminales que generan sufrimiento a todos los venezolanos en medio de una terrible pandemia mundial». Como respuesta a su tuit de la subsecretaria imperialista, obtuvo el Canciller Arreaza una respuesta para nada distinta de los tiempos imperiales de la breve era Trump, la subsecretaria Chung mencionó cinco puntos que el bolivarianismo debería cumplir si tiene interés en que EEUU revise las sanciones, siendo éstos: Celebrar elecciones libres y justas; respetar los derechos humanos y la libertad de prensa; liberar a TODOS los 323 presos políticos; dejar de perseguir a la oposición y dejar de acosar a las ONG. ¡En nada, ha cambiado la postura de EEUU de 2017-2018! Si bien, salió Trump y entró Biden a la Casa Blanca, el imperio, sigue siendo el mismo con su racismo estructural que le da continuidad al asesinato de las ciudadanas y ciudadanos negros estadounidenses. Ahora, consustanciado con el odio a los ciudadanos y ciudadanas estadounidenses de origen asiático. China y Rusia, continúan siendo la causa de los desvelos imperialistas ahora acompañado con Cuba, Venezuela, Nicaragua, Irán, Siria, Corea del Norte y Bielorrusia, el club sigue en crecimiento exponencial, tanto como las variables que confirma el fin de la hegemonía imperial de los EEUU, lo que provoca el odio de Mr. Biden por todas las fuerzas de la humanidad que crecen y avanzan. Es, su envejecido rencor contra todas las primaveras…

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