Biden o la mutación sofisticada del imperio

Viernes, 07/05/2021 07:52 AM

El imperio norteamericano está ofuscado y tal síntoma no sería tan grave para los consagrados a mantener su arquitectura y renovar sus prehistóricas pretensiones hegemónicas y militaristas, sino fuera porque éste viene siéndolo desde hace unas décadas a causa de ciertos trastornos metabólicos, seguramente no tomados seriamente en cuenta en su momento, pero ahora, en la Era-Biden, no tan lejos de Trump, recién se convierten en hallazgos: como si a un conciudadano conduciendo su automóvil por Manhattan, se viera presa de un episodio de escabiosis súbita en medio de un colapso del sistema de semáforos en plena luz del día, y le sobreviniera una ansiedad, luego alucinaciones fugaces, haciéndole ver en la estática luz verde un gusano voraz mirándolo fijamente, y en la luz roja intermitente, señales de un mundo extraterrestre sólo antes visto en la tele, provocándole palpitaciones y sobresaltos inespecíficos.

En busca de nuevas células

Pero como estamos hablando del imperio nortemericano, el cuerpo es trasladado a una sala especial. De pronto, en medio de la auscultación de su organismo, el ojo clínico del Estado Profundo le hace sospechar de una esquizofrenia paranoide que debe ser tratada con urgencia (para descartarla o no). Es necesario involucrar actores especialistas de todas las disciplinas, desde la científica, claro está, hasta la más insospechada. Sea lo que sea, su evolución va a ocasionar estragos en su organismo y, como el Covid-19- alcanzará en el entorno planetario desastres mortales.

Hasta ahí, digamos, todo va "normal".

Porque el imperio no morirá de un cuajo por eso. Las gentes sí, las de los demás Continentes, los subalternos, los extraviados y huérfanos, los pobres y condenados de la tierra: el imperio permanecerá sujeto a múltiples observaciones acerca de los efectos de reservados e intensivos cuidados a los que será sometido. Mucha luz solar, sí, ayudará a mejorar la unidad morfológica de su célula.

"Es prioritario persuadir, impresionar, dramatrizar. El imperio no está en decadencia", es la primera sentencia de las multinacionales, de la industria mediática, que desde ya ha trazado la ruta y el destino. Ambos lucen sinuosos, es verdad: la pandemia cubre la noche de los tiempos. Pero al capitalismo también le llega su sábado: Chomsky, Bauman, Negri, lo han estudiado y diagnosticado; Chávez, Galeano, Fidel lo explicaban. La poesía también lo proclama a viva voz.

Quizás Trump –por ser lo que es, un empresario hotelero, histriónico y de una naturaleza que luego será objeto de estudio- no tiene sesos para comprender a cabalidad el fenómeno; sin embargo, ciertas acciones alcanzaron el objetivo: desintegrar el llamado estado-bienestar norteamericano, que muy bien lo ilustraban los comics de los años 70 de Lorenzo y Pepita, algunas comedias de Hollywood repletas de actores emblemáticos del American way of life, elementos que han engranado el llamado Estado-Nación como el modelo democrático, aunque supremacista, terrorista e invasor, más loable del mundo.

Esa "enfermedad" que hoy la industria mediática mundial alineada a los EEUU y a sus laboratorios psicológicos es la que hoy abordan los especialistas de los departamentos de la CIA y el Estado Profundo norteamericano: la de promocionar a un Bidem "despidiéndose" de su vocación pentagonita, creando la matriz de un hombre con escrúpulos ante la pobreza, la discriminación y preocupado por la salud de sus paisanos, la democratización profunda de Norteamérica y la imagen de EEUU ante el mundo. Mutar, se llama eso. Que la opinión pública mundial lo indulte y, para eso, lo primero que debe hacer es guardar las armas.

El imperio transita una mutación "necesaria" para mantener su metabolismo a tono, su acelerado ritmo de acumulación. Así ha sido el ciclo histórico desde su nacimiento doctrinario. En la llamada fase "distributiva", lograron la alianza del Espíritu Santo con la sombra de Satanás: el Partido Comunista Argentino apoyo a Videla porque el capital, regado por doquier, favorecía a la clase obrera. Son cosas de iglesias, digamos.

Por eso es que ahora Bidem parece un turista en su propio país: ahora visita centros de salud, comparte la igualdad de géneros, rochelea con los escolares, le preocupa el alto índice de criminalidad y no quiere ver el muro divisorio con México, libera las patentes de las vacunas ante el desconcierto de la Unión Europea para "salvarnos todos". El imperio no puede perder su "ideal" occidental de ser el reino de la cantidad.

Por eso el capitalismo quiere renovar sus células, y, naturalmente, esa mutación debe ser mostrada y difundida como lo está siendo Bidem, quien figura como primer actor del elenco bajo la orden de engavetas su chapa de pentagonista y socio armamentista de Israel, disimular su autoría en el despojo de Las Malvinas, invadir países ni alineados.

La mutación no se detiene porque no hay un botón en la máquina del estado profundo norteamericano sino para lucir, en este tiempo de masacre en Colombia, una escarapela de progresista, que no deja dudas sobre el guion del bloqueo histórico a Cuba y ahora a Venezuela, y tampoco indica extinción de su voracidad frente a las respectivas fuentes de energía (agua, petróleo y otros recursos naturales) de la América del Sur, del planeta y el espacio sideral.

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