Josep «Torquemada» Borrell el inquisidor de Venezuela

Lunes, 28/06/2021 01:50 PM

¡Arriba Torquemada! ¡Abajo la Inquisición! Dice un «socialista» español, falsete como el PSOE o Podemos, desconociendo que uno es producto de lo otro, valga decir, Torquemada es un producto de la Inquisición española que lo designó como Gran Inquisidor. Tomás de Torquemada, representa la figura de la intolerancia, la represión y crueldad que trascendió las fronteras de la propia España, era de ascendencia judía, lo que no le bastó para emprender su persecución contra los judíos, muchísimos años antes que Hitler. El teólogo dominico, pudo ascender –burocráticamente- gracias al empuje que le diera su tío, el Cardenal Juan de Torquemada, quien fuera confesor del rey Juan II de Castilla. Aunque la historia lo presenta como un hombre austero, vivió en palacios rodeado de criados. Gracias a la Inquisición, acumuló una enorme fortuna procedente de los bienes incautados y confiscados a las y los herejes. Como confesor real, tuvo gran ascendencia sobre las decisiones de la reina Isabel la Católica. Durante la más de una década que se mantuvo al frente del Tribunal del Santo Oficio, se estiman en más de tres mil las ejecuciones que contra herejes dictaminó, en 25 mil los encarcelamientos, confiscaciones, torturas y degradaciones públicas. Iglesia y Monarquía, se habían constituido en un solo Estado y todo aquello que afectara sus dominios era considerado una herejía. Y es por ello, que Torquemada envió los judíos a las hogueras, la misma suerte corrieron las mujeres que eran tomadas por brujas o los libros considerados una amenaza para la fe. Además, practicó la tortura y se lanzó en cruzadas mortales contra comunidades consideradas como infieles. Torquemada, creó la máquina de represión religiosa y política más eficaz de la historia de la Edad Media: la Inquisición española. Su legado de intolerancia y fanatismo, ha trascendido -macabramente- hasta el siglo XXI. En esencia, la Inquisición fue una institución diseñada por la Monarquía española como una maquinaría jurídica con el objetivo inicial de perseguir a los árabes y judíos; luego, esa maquinaria infernal demonizó a los hombres de ciencia, a las mujeres que calificó de «brujas», artistas, escritores y a cualesquiera que osara desafiar el orden imperante del pensamiento único monárquico. La Inquisición, en definitiva, era una «policía del pensamiento», nada distinto de lo que hoy en día se han convertido los Estados Unidos, «el policía mundial».

El precursor de la independencia americana, Generalísimo Francisco de Miranda, fue objeto de «La Suprema» de Madrid que le abrió causa, en 1779. En 1821, año del triunfo de la causa patriótica independentista en Carabobo, el Congreso Constituyente de la República de Colombia decretó la abolición del Santo Oficio, con lo que se hizo necesario traspasar sus propiedades y documentos al arzobispado, destacando, entre los objetos entregados, un crecido número de libros prohibidos. Los hombres de ciencia de la época, no la tuvieron nada bien con el Santo Oficio. Galileo, reconocido científico y seguidor de la obra de Nicolás Copérnico y su teoría heliocéntrica que chocaba con la dogmática teoría geocéntrica acogida por la iglesia católica que colocaba a la Tierra como el centro del universo y el Sol y demás planetas girando a su alrededor. Galileo, fue considerado hereje al plantear la falsedad de tal argumentación. Como hereje, fue obligado a retractarse y sentenciado de por vida a prisión domiciliaria. La leyenda cuenta, que musitó: «Eppur si muove» («y sin embargo se mueve», refiriéndose a la Tierra en su movimiento alrededor del Sol). Más de 300 años después, la iglesia, reconoció –públicamente- su error y trató de limpiar de culpas la figura de Galileo. En 2004, el Papa Juan Pablo II, pidió perdón en nombre de la Iglesia Apostólica Romana por los horrores de la Inquisición, al hacer público un voluminoso estudio sobre esos años en que la tortura fue legalizada como dogma de fe para forzar a las personas a asumir el evangelio «por las buenas». El primer Auto de Fe, se celebró en Sevilla el 6 de febrero de 1481: fueron quemadas vivas seis personas, supuestos herejes. La instrucción del Tribunal Inquisitorio, no se basaba en el principio de la presunción de inocencia sino en la presunción de culpabilidad, por lo que correspondía al acusado de hereje demostrar su inocencia. Una de los primeros registros de la Inquisición proviene del ex secretario español de la Inquisición llamado Juan Antonio Llorente (1756-1823), para quien el número total de «herejes» quemados en la hoguera durante la Inquisición española fue de casi 32,000 personas. Llorente, añade que otros 300,000 fueron llevados a juicio y obligados a hacer penitencia.

Si crueldad y fanatismo, son las dos palabras que más utilizan los historiadores para describir a Tomás de Torquemada, Inquisidor General de Castilla, sin dudas las dos palabras que más utilizan los medios occidentales para describir al Torquemada del siglo XXI, Josep Borrell, Alto Comisionado para Relaciones Exteriores de la Unión Europea, catalán y socialdemócrata, militante del PSOE, serían crueldad y diálogo. Borrell, ha proclamado como solución para la Venezuela declarada como hereje por la nueva inquisición autoproclamada con sede en Washington, quien la ha declarado como una «amenaza inusual y extraordinaria para su seguridad interna» (reinado de Barack Hussein Obama, año 2015). Sanciones y voluntad de diálogo, son las soluciones que ha promovido el Torquemada de los tiempos modernos, Josep Borrell, para regenerar al hereje venezolano, Nicolás Maduro, y reconvertirlo a la religión occidental que hoy proclama Washington como forma de vida. ¡Te asesino y luego negociamos! «La sanción no excluye en ningún caso la voluntad de diálogo…» ha dicho, en reiteradas ocasiones a los medios occidentales, Josep Borrell, es su fórmula para disciplinar a Venezuela y hacerla partícipe de las reglas de la monarquía como régimen ideal, ese es el «socialismo» que proclama como fórmula de gobierno Borrell. Por supuesto, en perfecto alineamiento a las directrices emanadas de Washington, como sede del nuevo Santo Oficio.

En Europa, se le han secuestrado a la República Bolivariana de Venezuela más de tres mil millones de dólares en sus bancos, suficientes para alimentar toda su población por un año completo, vacunarlos a todas y todos e inmunizarlos contra el Covid-19. Además de negárseles adquirir insumos, equipos y medicinas necesarias para sustentar su modus vivendi sanamente. Europa, ha sido tan pero tan cruel con Venezuela, que todas las directrices emanadas desde Washington para torturar al pueblo venezolano las ha cumplido al pie de la letra y aún más; Europa, le ha añadido sus propias sanciones para castigar la herejía del pueblo venezolano de ser libres e independientes. Tal nivel de desprecio y odio contra un pueblo, no debe ser nunca olvidado y no habrá reparación alguna que logre minimizar los efectos perversos causados por la inculta Europa contra este pueblo de gracia. Y en ello, nunca debe dejarse de considerar el rol estelar jugado por el Torquemada del siglo XXI, Josep Borrell, el criminal de guerra que su Núremberg habrá de tener algún día en estas tierras, que hace 200 años atrás derrotó sus ejércitos inquisitorios y monárquicos. ¡Abajo España! ¡Viva la República!

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