Conviene no olvidar que la oligarquía criolla caraqueña o, mejor dicho, que su sector patriota o republicano fue promotor, principal dirigente político y al cabo el gran beneficiario de la Independencia, lo que implicaba serios límites para los posibles alcances sociales de ésta. Desde el siglo XVIII, al calor de la Ilustración europea y luego, de la llamada Revolución norteamericana, la rivalidad por el control del poder político que enfrentaba a ese sector oligárquico criollo con los españoles comenzó a aumentar, aunque lo mantenía unido a ellos la rebeldía del pueblo, de indígenas y esclavos negros, que también crecía en forma alarmante. Para fines de la colonia española, al comenzar el siglo XIX, los peninsulares seguían disponiendo del poder político, aunque es cierto que desde antes la oligarquía criolla controlaba los cabildos y tenía cierto acceso a las audiencias. Su disputa con los españoles nace y se mantiene porque ella, dueña casi absoluta del poder económico: de la tierra, de las haciendas y plantaciones, de la mano de obra esclava y servil, negra e indígena, y de gran parte del comercio, ambiciona todo el poder político, pero carece de suficiente fuerza para obtenerlo y teme que intentarlo sin el necesario apoyo pueda crear un caos político y social capaz de sacudir y cambiar a fondo en contra suya ese sistema imperante del que a fin de cuentas es la principal beneficiaria.
La ocasión que posibilita intentar la Independencia es la crisis española de 1808. La Junta criolla que se crea en 1810 se atreve a declararla en 1811. La oligarquía caraqueña quiere una Revolución de independencia como la de Estados Unidos, cuya clase dominante, rica, blanca, racista y esclavista como es ella, se independizó de Gran Bretaña conservando intocado el sistema social del que derivaban su riqueza y su poder. Pero en esta América española eso no es ya posible; y la lucha inicial de la oligarquía criolla republicana, que habla de igualdad, libertad e independencia mientras desprecia a los pardos, usa como siervos a los indígenas, mantiene esclavizados a los negros y quiere someter a los libres llaneros al peonaje, se convierte pronto en violenta guerra civil. La razón es que su mensaje de igualdad y libertad no seduce al desconfiado pueblo. Parte de este empieza a movilizarse en rebeliones de esclavos; y explota luego en un masivo y violento movimiento popular de rebeldía llanera contra la Independencia, que aplasta a la Venezuela republicana en 1814.
La lucha independentista que se reanuda desde 1816 empieza a cobrar otro perfil. La oligarquía criolla necesita el apoyo popular. Procedentes en su mayoría de ella, los líderes militares que encabezan el combate, entre los cuales descuella Bolívar, van más allá porque quieren ganarse sinceramente ese apoyo, lo que se tomará su tiempo. Pero ya entre los llaneros ha surgido el liderazgo de Páez, que ha sido desde siempre republicano. Y Bolívar, que se gana su apoyo, da libertad a los esclavos. Se promete igualdad al pueblo, y tierras a los llaneros. Mas por lo pronto no hay como entregarlas y solo se otorgan bonos que los llaneros, nada duchos en papeles, rematan o regalan. Páez y Monagas se cuentan entre los que los compran. Luego del triunfo los cambiarán por tierras.
La oligarquía deja hacer tales promesas porque necesita ese apoyo, pero ni en Angostura ni en Cúcuta acepta abolir la esclavitud, como quiere Bolívar. Y después de Carabobo y más aún, de separarse Venezuela de Colombia, empieza a hablar más claro y a imponer su voluntad, dejando por completo de lado esas promesas y frustrando al pueblo que con su lucha le dio la independencia y al que ya no necesita. Además, se sacude a Bolívar y a Sucre, que le estorban, se gana a Soublette, e incorpora a sus filas a líderes populares como Páez, Monagas y otros. Ahora tiene el poder y Páez pasa al fin a ser su líder.
Es justamente por esto que en obras anteriores he insistido en distinguir entre Independencia y Emancipación, conceptos emparentados pero distintos que se usan como sinónimos, lo que en mi criterio favorece los intereses de la oligarquía a expensas de los del pueblo. Independencia es el proyecto de la oligarquía republicana criolla, que quería liberarse del dominio español sin afectar el sistema social del que era la principal usufructuaria. Y fue eso lo que se logró. Emancipación es, no el programa del pueblo, porque este es analfabeto y no tiene como escribir y lanzar proyectos, pero sí es lo que quiere y proclama con sus luchas: igualdad social y racial, eliminación de la servidumbre de indígenas y campesinos y abolición de la esclavitud de los negros, todo con distribución de tierras, justicia social, fin de la explotación y logro de condiciones humanas de vida para todos. Es la revolución social que la oligarquía no aceptaba ni podía aceptar. Lo más que ofreció fue una ambigua igualdad jurídica a los pardos y una miserable libertad de vientres a los negros. Todo con más desigualdad social, más latifundio y más peonaje.
Por eso Independencia es triunfo de la oligarquía, que poco aporta y significa para el pueblo. Por eso ella impone su dominio, y el pueblo, encabezado otra vez por los llaneros, renueva poco después su lucha. Y en medio de altibajos, revueltas, fracasos y nuevas rebeliones, esa lucha infatigable del pueblo no ha parado. Llenó todo el siglo XIX. Y en el siglo XX, en una Venezuela pronto urbanizada, pasó de lucha campesina a lucha urbana, obrera y de masas que, entre combates, derrotas, fracasos y siempre nuevas esperanzas, sigue hasta el presente reclamando los mismos objetivos. Y esta vez tratando de fundir en una y única causa Emancipación popular e Independencia.
Y a propósito, ¿qué pasó entretanto con nuestra Independencia, ganada heroicamente en Carabobo? Pues que no duró mucho, que con la complicidad de la oligarquía se mediatizó pronto y se fue perdiendo poco a poco a lo largo de los dos siglos que nos separan de esa victoria libertadora.
Todo empezó de inmediato. Gran Bretaña, que tenía al respecto planes de dominarnos como nueva potencia imperial, empezó por cobrarnos su reciente apoyo. Empréstitos que iniciaron nuestra deuda externa, casas comerciales y bancos por doquier y contratos desiguales y leoninos que nuestros gobiernos firmaron a perpetuidad. Nos impusieron su libertad de comercio, la libre navegación de nuestros ríos, sus cláusulas de nación más favorecida y la desigual apertura a un libre comercio mundial que nos condenaba, como en la colonia española, a vender materias primas y comprarle a la Europa industrial sus bienes elaborados. En pocos años pasamos a ser colonia económica de Gran Bretaña. Y ese dominio colonial, al principio sin ocupación de territorio, se mantuvo a lo largo del siglo XIX.
Y tras su Guerra civil, tres décadas de enorme desarrollo industrial, de resucitar su Doctrina Monroe e imponernos su falso Panamericanismo, Estados Unidos, al inicio del siglo XX, echa a los europeos del Caribe, nos convierte en patio trasero y empieza a expandir su dominio sobre nuestro continente. Nos impone un dominio imperial, neocolonial, saqueador, hipócrita y violento que dura ya más de un siglo y al que pese a la lucha que el país viene librando contra ese dominio en estas dos últimas décadas, aún seguimos sometidos. Venezuela resiste y exige del Imperio su derecho a gobernarse libremente y en forma soberana y a resolver nuestros problemas internos sin su grosera injerencia.
En fin, en aspectos claves de nuestra vida y cultura seguimos en la colonia, ahora estadounidense. Nos toca a todos y todas seguir la lucha contra ese dominio colonial si queremos sentirnos dignos y consecuentes herederos de quienes lucharon y murieron por nuestra libertad e independencia en Carabobo.