Yo descubrí a un Colón famélico y perdido

Lunes, 11/10/2021 04:36 PM

"…que después se volvió gringo y hasta al español jadió."

Alí Primera

* Yo, un desconocido, no registrado en la historia, habitante de esta isla en el océano que le dirán Atlántico, un día que llamarán impropiamente de la "Raza" o del "Descubrimiento de América", hacía mis necesidades de frente a este mar inmenso, cuando de pronto, a lo lejos, se dibujó la figura de un barco velero muy grande y luego otro y otro. Al cabo de cierto tiempo, pude distinguir las figuras de los tripulantes; ellos aún no me habían visto. Aquel grupo de seres extraños, como monos, tenían pelos en la cara, orejas, pecho y brazos; gesticulaban ridículamente y también eran ridículas sus vestimentas. Hablaban un lenguaje inescrutable y cosa curiosa, cuando lo hacían, se escupían unos a otros; asustado, pero al mismo tiempo ingenuamente orgulloso de mi descubrimiento, corrí hacia donde estaba mi gente y les grité, y luego, con el brazo derecho extendido, apunté hacia la orilla de la playa.

+ Cuando ya todo el mundo me insultaba y al pasar a mi lado me lanzaba encima escupitajos y otras inmundicias yo, el envanecido almirante de tres carabelas al garete, que no tenía ni la más puta idea de dónde me encontraba y dispuesto estaba a protestar contra mí mismo, aquel jocundo y piojoso Rodrigo de Triana, nos sorprendió con un grito desesperado, con el que casi botó los pulmones y atrajo hacia él, desde su puesto de vigía en el palo mayor, mi mirada y la de los incrédulos huevones tripulantes que conmigo navegaban.

¡¡¡ Tierra !!!

Al primer grito, todas las miradas se transformaron en una sola voz que le recordó la madre, una viejecita andaluza que quizás, en ese momento, miraba con ansiedad al mar, como queriendo extraer de allí al hijo tarambana.

Tuvo Rodrigo que repetir su grito una y otra vez, mientras colocaba la mano izquierda sobre los ojos para cubrirlos del sol y con la derecha extendida apuntaba hacia un promontorio en el horizonte para que la tripulación, incluyéndome, pudiese darle crédito a su anuncio primero.

¡¡¡Tierra !!! ¡¡¡ Tierra !!! ¡¡¡ Tierra!!!

Yo que ya había comenzado a dudar de mí mismo, de la idea de la redondez de la tierra, de la posibilidad de llegar a la India siguiendo este rumbo y a preguntarme ¿quién me mandaría a meterme en esta vaina?, casi me desmayo del asombro y la primera cosa que se me ocurrió fue que aquel Rodrigo de Triana, tan hediondo como el que más entre todos los tripulantes de la nave capitana, era el ser viviente más admirable y lo tomé al instante como la posteridad me tomará a mí. Cuando bajó de su puesto de vigía lo adoré como padre de todo lo existente.

Fondeé mis naves a muy poca distancia de una isla que bauticé San Salvador; luego aparecerá en los mapas hechos por los "amos" como "Watlin Island", y me percaté que un grupo de gente de vestir impúdico, algunos y algunas con sus partes al aire, corrían hacia la costa; uno de ellos que presumí su rey, avanzaba adelante de todos y señalaba hacia nosotros con el dedo índice de la mano derecha. Hombres y mujeres tenían cuerpos espléndidos, de piel tostada por aquel ardiente sol. Y en ese momento yo, Cristóforo Colombo o Cristóbal Colón, descubrí al hombre de una región que será llamada América en honor a un tal Américo Vespucio que vendrá después de mí.

* Ese día, yo hombre de esta parte del mundo, de quien nadie se ocupó de registrar su nombre, porque no importa el de los vencidos, colonizados e invadidos y esta tierra mía fue invadida y fui vencido, me encontré en la playa a un grupo de hombres perdidos y famélicos en la misma forma que ellos me encontraron a mí y los míos. Sólo que nosotros les vimos primero. Por todo eso, dejo constancia a quienes lean esto, que, a partir de allí, y es lo importante, comenzó una nueva era para nosotros, la de casi nuestro exterminio y la germinación de algo nuevo; lo de ustedes y todo lo de ustedes.

Y con ello comenzarán las injusticias en nuestro espacio y las luchas contra quienes nos avasallaron y los que a la mayoría de ustedes también oprimirán y explotarán; ahora con otro disfraz y lengua y algunos hasta parecidos a nosotros y a ustedes. En el camino, en los campos de batalla, ustedes y nosotros, ahora los mismos, fundidos, los explotados y sojuzgados, habremos de combatir hasta que volvamos al principio e impongamos los valores ancestrales de la igualdad, la solidaridad y el amor fraterno.

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