En medio de su creciente decadencia, el carácter criminal e irresponsable del imperialismo yankee no deja de acentuarse. Su desesperación actual lo lleva ahora a amenazar con provocar, más a corto que a mediano plazo, un grave conflicto nuclear de alcance ilimitado que, con su arrogancia ciega y su egoísmo, espera que lo ayude a frenar el indetenible desgaste que lo acosa.
Por sobre ocasionales crisis y diferencias internas que la gran prensa a veces muestra o sugiere, lo cierto es que el poder imperial de Estados Unidos (EU) es único y que apunta siempre en una sola dirección: mantener como sea, de ordinario mediante la guerra o la invasión, o utilizando chantajes y sanciones, el dominio imperial, único y exclusivo de EU sobre el mundo, calificando de grave amenaza y enfrentándola como tal sin importar su costo en destrucción material y en vidas humanas, el mero hecho de que cualquier otro país, basado en su crecimiento económico, en su independencia y en la defensa de su soberanía, intente pacíficamente resistirse a ese dominio.
Este poder imperial único y supremo es lo que Eisenhower, fiel servidor suyo, el último día de su segunda presidencia, llamó complejo militar-industrial, y que hoy, 6 décadas después, es un monstruo aún más diverso y poderoso: un complejo no solo militar, empresarial, político e industrial, elitesco, más y mejor armado, sino también un monstruo mediático, dueño de un poder mundial que le permite manipular la información, mentir con toda libertad y silenciar verdades que puedan estorbarle. Todo ello en un país que se ha convertido en una corrupta plutocracia de superricos que sobrevive en medio de las guerras y agresiones que provoca para atemorizar al mundo, volverlo cómplice o testigo mudo de sus crímenes, y que intenta hacer pasar por robusto y todavía joven imperio lo que no es más que un viejo carcamal decadente, podrido por dentro, amenazado de división interna, y carcomido por una múltiple crisis que no cesa.
Pero el poder imperial sigue imponiendo su férreo control del país y su objetivo, que es el dominio de EU sobre el mundo. Esto es clave porque evidencia ante quien quiera verlo la reiterada mentira de que EU es una democracia y no una plutocracia y porque reduce a términos reales las luchas entre los 2 partidos rivales en que esa mentira se basa. La realidad es que el poder imperial es el que define e impone la política que ambos partidos, republicano y demócrata, caballos del mismo propietario, ponen en marcha y ejecutan por sobre sus diferencias, que hoy parecen llegar a extremos, salvo en lo tocante a ese objetivo central del poder imperial que es mantener como sea el dominio de EU sobre el mundo. En sus elecciones no se discute la gran política. Esta está fijada de antemano por el poder imperial del que ambos partidos dependen y participan. Esas elecciones tampoco son democráticas porque lo que determina la victoria del partido ganador no es la cifra de votos que obtiene sino la de colegios electorales que gana. Por eso ambos partidos se pelean por detalles, pero comparten, cada uno con su estilo, los planes únicos y exclusivos del imperio: Somos el país indispensable, dice Obama, Hacer a América grande otra vez, dice Trump, Estados Unidos está de vuelta, dice su desteñido sucesor. Y lo que quiero destacar es la continuidad de esa política imperial más allá de partidos y presidentes, algo que puede ayudarnos a entender mejor lo que hoy está pasando en este plano.
El poder imperial yankee empieza a pensar a fines del gobierno de Bush II en cambiar el centro principal de interés de EU para conservar su dominio mundial. Hasta entonces, ese centro abarcaba Europa, convertida en servil protectorado suyo, y el Medio Oriente, centro de la producción petrolera que EU controlaba. La rivalidad con Rusia era la de siempre. Y fue el impresionante crecimiento chino lo que lo hizo pensar primero en controlar Afganistán para entorpecer la nueva Ruta china de la seda y luego desplazar ese centro hacia el Mar del sur de China. Y le tocó al hipócrita Obama iniciar ese proceso.
Sigue Trump y, bocón e histérico como es, se dedica con furia a enfrentar a China, a sancionarla y acusarla de todos los delitos. Pero no logra el resultado esperado y el crecimiento y poder chinos se hacen aún más grandes. Visto el fracaso de los medios económicos y políticos en detener ese crecimiento, toca al desteñido Biden dar un paso al frente: iniciar en serio la preparación a corto plazo de una guerra nuclear contra China, considerando que es la única forma que tiene su país de intentar pararla. Véase que en este terreno manda el poder supremo y que no hay ninguna diferencia entre demócratas y republicanos, tocándole a Biden dar el paso más grave. Y es que el tiempo de Occidente ya pasó; y que hoy, tanto en población como en riqueza y en comercio, ese Mar del sur de China es el verdadero centro y corazón económico, político y militar del mundo, con la poderosa e imparable China como eje.
De entrada, llama la atención el orden de los países en el nombre del pacto. AUKUS empieza por Australia (A), sigue con Reino Unido (UK) y concluye con EU (US), siendo así lo contrario de la escala de poder entre los tres. Es como si EU quisiera pasar agachado, algo muy propio de Biden. Trump lo habría llamado USUKA, ordenando los nombres según la escala de poder, que habría sido lo más lógico. Así, al anunciar el pacto, Biden, al nombrar los tres firmantes, dio el nombre suyo y el de Boris Johnson, pero olvidó el del australiano, al que llamó “este amigo”. A veces la hipocresía lleva al ridículo.
Pese a sus potentes armas nucleares, el tal AUKUS es el pacto de tres destartalados. El primero es EU, al que consume su honda crisis. El segundo es el Reino unido, que también tiene la suya. El Brexit fue un desastre, los productos escasean y se encarecen, no hay gasolina, la cifra de ancianos que mueren de frío en invierno es de decenas de miles. El menos afectado es Australia, que dependía en lo económico de China, pero al que EU impone ahora su dominio y bien sabemos que ese país vendedor de armas y muerte a nadie ayuda. Por cierto, EU tiene en Pine Gap, en el centro de Australia, una base militar que es su mayor centro de espionaje planetario.
La prensa tapa lo central. Por un lado, con la rabia de Macrón, que parece olvidar que EU no tiene aliados sino intereses y que los cambia a diario. Y por el otro, diciendo que Australia será ahora la séptima potencia nuclear gracias a los submarinos. Ridículo. Esos submarinos serán de EU y es este quien los va a manejar, igual que los misiles, como le pasa a los europeos con la OTAN.
Pero el peligro nuclear creado por EU es real y enorme. Cito los datos de Manlio Dinucci al respecto. En su columna en Il Manifesto, reproducida en la Red Voltaire, Dinucci, reconocido y bien informado experto en geopolítica, desmonta las mentiras de Biden. Los submarinos australianos sí tendrán capacidad nuclear y sí podrán disparar misiles atómicos D5 yankees con alcance de 12 mil km, capaces de lanzar hasta14 cabezas nucleares de 100 o de 475 kilotones y de destruir de una vez centenares de puertos y ciudades. Y estos misiles como los de la OTAN, solo los manejará EU, no los serviles australianos.
China debe estrechar pronto su alianza con Rusia y desarrollar nuevos planes nucleares, de submarinos, misiles y aviones. Es decir, que estamos ahora más cerca de un choque o accidente nuclear capaz de disparar el desastre. Hubo uno hace días, y EU trató de ocultarlo. La desesperación e irresponsabilidad criminal de EU no conoce límites. Pero, como siempre, la cobardía y complicidad del resto del mundo lo lleva a callar o a mirar para otro lado. Como si no fuera con él. Es decir, hasta que también le toque.
Tomado del diario Últimas Noticias.
¿AUKUS o USUKA?
Por: Vladimir Acosta
Miércoles, 20/10/2021 07:30 AM