¿Quién traiciona a la patria, quien vota o juega favor de la injerencia extranjera?

Miércoles, 10/11/2021 03:12 PM

En ciertos espacios, donde concurre mucha gente cuyo nivel político e intelectual deja mucho que desear, ha estado circulando abundantemente una consigna, según la cual "votar el 21-11 es traicionar a la patria".

Quienes enarbolan esa consigna, no exponen ninguna alternativa, se amparan en la distancia, pues pudieran escribirla desde fuera del país o se ensartan con sus propias espuelas, por aquello que no hay ni un resquicio de legalidad, hay una dictadura feroz que justifica lo que manifiestan, mientras escriben, hablan públicamente y hasta dicen tremendismos como esos. No pasan de llamar a la abstención, quizás con el sueño que, una alta cifra de esa naturaleza, según sus infantiles análisis, reste legitimidad a los resultados electorales y abra espacios a las infamias que sueñan.

Pero también lo hacen porque, por orgullo o escoso nivel intelectual, viven todavía atados a aquella mentira que se fabricaron, impotencia y comodidad, como que el CNE y el gobierno les hacen fraudes. Todavía recuerdo como, en vida de Chávez, cuando este, sin ningún género de dudas gozaba de un respaldo descomunal, por las razones que fuesen, y ganaba elecciones con amplitud, la oposición lejos de reconocer aquella realidad, diseñar una política racional que le permitiese recomponer sus fuerzas, buscar acuerdos entre sus distintos factores, resultaba víctima de los más recalcitrantes y extremistas y optaba por opciones y acciones que le producían mayores derrotas, decepciones y más división.

Copiando de lo sucedido en algunos países europeos y dando como valederos diagnósticos y sus respectivas formas de lucha formulados por agentes estadounidenses, como aquello de las manitas blancas y luego las guarimbas, que fueron aumentando en intensidad, hasta llegar a la barbaridad de los degollamientos de los motorizados y personas quemadas vivas, esperando provocar un quiebre y alzamiento en el ejército venezolano, terminaron diezmados, divididos en mil pedazos.

Cerraron el ciclo con la novela picaresca de la "presidencia interina", el golpe militar, sin militares, promovido desde un puente por Leopoldo López y Guaidó y la ridiculez de la Operación Gedeón, ejecutada por mercenarios mayormente extranjeros.

Mientras montaban toda aquella opereta que, si no fuese por lo dantesco, habría que llamarla bufa, soñaban y siguen haciéndolo, que entre las opciones sobre la mesa de Trump y ahora de Biden, se halle todavía y para corto plazo, la de la invasión de EEUU.

Por eso, quienes ahora llaman a abstenerse, porque votar es "traicionar a la patria", no se atreven a proponer opción alguna, pues esperan inútilmente que la alta abstención, que nunca llegará a los niveles que sueñan porque ahora son una minoría ridícula, aliente los planes de invasión que, siguen creyendo, Biden tiene montados. Pues si algo caracteriza a ese sector opositor es su falta de coherencia entre su discurso y disposición a hacer lo concerniente al mismo.

Los partidarios de la guerra y la violencia, aquellos que llamaron "asaltar al cielo", en la década del 60, si algo bueno y "sublime" hicieron, fue ser consecuentes en su práctica con el discurso que pronunciaron. Hablaron de optar por la lucha armada para derrocar al gobierno de Betancourt y los siguientes y se fueron a la guerrilla, la clandestinidad, la lucha armada, sin pedir clemencia ni cacao al enemigo. Por eso, las respuestas represivas de este las asumieron como resultado normal de su desafío.

Quienes llaman a la abstención con el chantaje que votar es tracción a la patria, al no optar por opción alguna, como irse a la guerra, corriendo los riesgos que eso significa, demuestran que ansían que EEUU y sus aliados nos invadan, para luego, mientras los muertos nuestros les lanzan a fosas comunes, entrar ellos detrás de las fuerzas invasoras en plan, no de vencedores, sino de alcahuetes y sirvientes.

Ningún país, potencia o fuerza, les va a hacer ese trabajo de gratis, lo que implica una alta inversión, poner sus hombres en peligro de muerte y hasta ver morir a muchos de ellos, para luego entregarles poder y las riquezas de Venezuela a los "señoritos" que llegan detrás y después de disparado el último tiro. El vencedor, el verdadero vencedor, quien ponga los capitales, las fuerzas y las armas, se cuidará de cobrar aquello de manera que la ganancia hasta sobrepase lo que de racional pudiera haber en aquella barbaridad. Entonces el país quedaría en manos, por largo tiempo, hasta le hayan vuelto gabazo, después de exprimirle al máximo, de quienes financiaron y ejecutaron las tareas. Los "señoritos" llegados atrás y luego de extinguido el fuego, no harían otro rol que de sirvientes. Y esto, si es cierto que constituye un acto de traición de patria y hasta la propia dignidad de quienes a eso se prestan.

Pero, además, quienes esas consignas manejan, porque en veces analizan en función de sus exclusivos intereses, particularidades, circunstancias personales ajenos al común de la gente y al carácter de la coyuntura, pasan por alto factores que si son determinantes.

Primero como que aquí, la determinante mayoría de la gente y hasta la misma comunidad internacional, están por demás convencidas que, esa dirigencia extremista, que persiste en lo ilegal y hasta marcha detrás del proceso de normalización, como López y Guaidó, rebasaron el límite de la incompetencia y de la capacidad de cometer absurdos.

Pero también que en Venezuela ha habido en los últimos 12 meses cambios sustanciales, que pese no gusten, no están en los deseos de determinados analistas o políticos, no por eso dejan de ser reales. Una inmensa porción de la antes oposición violenta, partidaria de salidas ilegales, contraria a lo electoral, ha cambiado de actitud y ahora están participando o se aprestan a participar en las elecciones. Hasta lo que por comodidad pudiéramos llamar el "chavismo" o la izquierda discrepante del gobierno, también sin duda, por convicción, pese su debilidad y sabiendo de antemano su destino inmediato, se apresta a participar en el proceso electoral, porque lo contrario sería hacerle el juego a los violentos y partidarios de la injerencia extranjera.

Y en esos cambios, sin duda, ha incidido la fuerte presión de la comunidad internacional, empezando por el bloqueo estadounidense, de la misma manera que los fracasos consecutivos y estruendosos de los planes de la oposición violenta.

Por todo lo anterior, uno puede desde ya asegurar, que pese pudiera haber una gruesa suma de abstencionistas, que no significa estén con la guerra y los agentes de factores extraños a lo nacional, sino por otros asuntos, lo tradicional y frecuente, la misma va a disminuir sustancialmente, si comparamos estas elecciones con sus similares de los últimos años; es decir, elecciones de carácter regional.

Los resultados que, en buena medida, pareciera favorecerían al gobierno, estarían casi determinados por la división de quienes se le oponen. Sin negar que el gobierno hace uso de prácticas ventajistas que han sido usuales en la historia llama "democrática" de Venezuela. Quizás, y eso tiene mucho de verdad, este gobierno se suele exceder más que sus antecesores, como sucede con el uso de los medios de comunicación y la participación descarada de la figura presidencial en campaña.

Pero el manejo de las cifras de abstención, como ahora las están usando en el caso Nicaragua, no van a causar ningún impacto en la opinión mundial ni va a servir para justificar opciones ilegales y violentas.

Quien revise las cifras electorales de América Latina de los últimos años, sobre todo en Chile, Colombia, Paraguay encontrará que en ellos se eligieron, no autoridades locales y regionales, sino presidentes de República, con abstenciones de más del 60 %; tal es el caso de la señora Bachelet, Piñera, Juan Manuel Santos y Duque.

De donde uno puede colegir, con sensatez, que esas circunstancias se derivan de la pérdida de credibilidad de la dirigencia, la que gobierna y la que hace oposición. Pero también, estamos obligados a entender que nuestras incapacidades para abordar la realidad, diseñar campañas y planes que convenzan al electorado, no podemos atribuírsela al contrario y menos esperar ser premiado.

Como tampoco podemos fungir de patriotas, eludiendo nuestras responsabilidades, justificando nuestra incapacidad y falta de entereza para entrar en la lucha respetando la legalidad y el derecho de la gente a vivir en paz y entregar los nuestros como venezolanos en manos de la injerencia, de fuerzas mercenarias y, de paso, calificar de enemigo de la patria a quien no avale nuestra falta de claridad, inteligencia y hasta entereza.

Pero hay algo más que demuestra la infantilidad de esos políticos que, por eso mismo, la gente debería rechazar. En los planes de EEUU, en lo inmediato, no cuenta eso de la invasión a uno de nuestros países, que pudiera engendrarle un conflicto de mayor magnitud dado que, para empezar, el ejército venezolano y las fuerzas contrarias a eso, pese le hagan oposición al gobierno lo enfrentarían, sin contar el respaldo que estas recibirían de distintos espacios.

Basta con ver lo acontecido en Bolivia y cómo, en Perú, pese las maniobras que ejecutaron, no pudieron impedir que Pedro Castillo, al margen de lo que cada quien piense acerca de él y el proceso en ese país, asumiese la presidencia. Y, para terminar, pese lo que pase posteriormente en Perú, vale pena tomar en cuenta la realidad de ese país que es una distinta, muy distinta a la nuestra.

¡Ya basta de insensatez y de insensatos!

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