La pesadilla continúa

Miércoles, 05/01/2022 03:53 PM

A pesar de los forcejeos internos se impuso nuevamente el peón del Tío Sam para repetir en la entelequia de la presidencia imaginaria, barrabasada histórica que causa más risa que preocupación. Eso sí, se incrementaron los respectivos atajaperros, dimes y diretes, que evidencian el ambiente discordante en la cúpula opositora. Han aflorado de manera innegable las diferencias sobre los criterios y formas de proceder en el tema del asalto a los activos del Estado venezolano radicados en Estados Unidos, Colombia y el Reino Unido. Las críticas van y vienen, pero los une el descaro, la inmoralidad y la voracidad extrema por la rapiña de cuanto botín ponen a su disposición.

En la propia derecha ya hablan de la pesadilla eterna (el interinato sin fin), que cada día suma más historias de terror por la torpeza, inoperancia y corrupción de sus promotores. Fracasados en los objetivos iniciales ("cese de la usurpación", blablá y más blablá), solo les queda en pie la burocrática estructura para mantener activos los onerosos salarios y los lujosos gastos de la "nómina" del equipo Guaidó.

Herido de muerte, el tirano y usurpador Guaidó ha tenido que patalear e ignorar olímpicamente que ya no posee ninguna "autoridad moral" entre las propias huestes opositoras. Solo le queda la trinchera del partido neofascista Voluntad Popular que solo mueve gente cuando es pagada al contado. Esta cúpula de despreciables conspiradores, ha dilapidado todo lo que le quedaba de capital político. Sus antiguos aliados ya cruzaron la calle en la búsqueda de otros caminos para retornar a la vía democrática y electoral.

Entre las cabezas más discrepantes están Henrique Capriles y Julio Borges, que pusieron el grito en el cielo y se apartaron de inmediato del mantra de la "continuidad eterna" de Guaidó en el cargo de presidente holograma. Este berrinche no es gratis, están descontentos, pues el atornillamiento a perpetuidad de Guaidó significa de facto que ningún otro miembro de la llamada "Plataforma Unitaria" podrá acceder a la presidencia interina. Cero alternancia, una dictadura con todas las de la ley, así sea en una presidencia ficticia. Demócratas no son, pues sobreviven en base a las "conspiraciones y las puñaladas traperas" (cándida confesión de Andrés Velázquez).

Desde los luminosos salones del hemiciclo de la web profunda ("sesión vía online", lo llaman), una camarilla de diputados hologramas afines a lo más rancio de la extrema derecha criolla, aprobaron continuar con la descarada violación de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Cuando estos hampones se enfrenten con la justicia, mínimo habrán cometido usurpación de funciones, peculado, agavillamiento, enriquecimiento ilícito y daño patrimonial agravado a la Nación. Entre rejas se las verán.

El descaro es total. La pelea es dura, ya que se están poniendo sobre la mesa los miles de millones de dólares que mueve a discreción el equipo Guaidó. En el trasfondo del debate de los diputados holograma también estaba en juego mantener viva la piñata. Por eso se apresuraron en aprobar, sin debate alguno, una nueva reforma a la írrita "Ley del Fondo para la Liberación de Venezuela". Más desvergüenza imposible, son unos rateros inmorales.

Guaidó, el espurio usurpador, dijo con la nariz de Pinocho, en modo crecimiento radical, que su objetivo principal para este año 2.022 será "la reunificación de la Alternativa Democrática porque todos somos necesarios". Así estará de claro que las heridas causadas entre sus propios aliados agravan aún más las condiciones de su precario gobierno ficticio. Esta gente no lo quiere. Lo toleran porque el Tío Sam le levantó la mano y están claros que nunca podrán oponerse al patrón del norte. Es una pena y una vergüenza mayor que ningún venezolano haya votado por Guaidó, pero que salga el vocero del mismísimo Departamento de Estado, Ned Price a decir que "Estados Unidos sigue reconociendo" a Guaidó "como presidente interino de Venezuela" y le ordena además a la oposición seguir en "las negociaciones en México". Ya ni guardan la discreción y las apariencias a la hora de dar órdenes a sus despreciables lacayos. Son todos unos apátridas.

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