El bloqueo es una oprobiosa y unilateral medida de fuerza que los poderosos países imperiales (aún en pleno siglo XXI) pretenden imponer a los pueblos de manera selectiva y certera para, por medio de la coerción, doblegarlos de acuerdo a sus intereses geoestratégicos o a sus caprichos bipartidistas. La doctrina del “Destino Manifiesto” es un mantra que carcome las mentes de todos los líderes políticos norteamericanos y este planeta ya se quedó pequeño para sus enormes ansias de control territorial y de dominio total sobre las materias primas, las finanzas y el comercio.
El que no se doblega a los intereses imperiales empieza a padecer el sistemático calvario de la persecución política e institucional, con metódicas restricciones en el sistema económico, financiero y comercial. El pernicioso bloqueo de las cuentas bancarias internacionales de los países soberanos (las cuentas de los bancos centrales o empresas públicas, por ejemplo) el bloqueo de las transferencias interbancarias a través del sistema SWIFT o la imposibilidad de realizar operaciones de Carta de Crédito con proveedores internacionales, dificultan a los países objeto de las ilegales sanciones unilaterales, realizar las más elementales operaciones de compraventa de productos.
Como se observa, el bloqueo afecta a todas las transacciones financieras en el sistema bancario mundial. No se pueden depositar directamente los recursos que ingresan al país por la venta de nuestro petróleo y por lo tanto no se pueden hacer pagos a los proveedores o socios internacionales, para compras esenciales como alimentos y medicinas. Para sortear el bloqueo, los países objeto del odio de los inquilinos de la Casa Blanca, deben usar todo su ingenio y capacidades para ubicar proveedores y servicios financieros en países que estén fuera del alcance de los inquisidores de turno.
Aún aseguran los macabros impulsores del bloqueo en contra de Venezuela (Leopoldo López, Julio Borges y Juan Guaidó) que las sanciones solo afectan a individualidades dentro del gobierno. Esto es totalmente falso. Pues resulta, que al impedirle al poder ejecutivo ejercer normalmente sus funciones, se afecta de manera directa a toda la población, ya sea en la compra y disfrute de bienes y servicios o en el acceso a los distintos programas sociales en ejecución. Los productos e insumos que llegan al país irremediablemente salen más costosos por las triangulaciones que se requieren utilizar para evadir las sanciones económicas y financieras impuestas fútilmente.
La agresión en contra del país tiene nombre y apellido. El traicionero apátrida Julio Borges ha encabezado personalísimamente el bloqueo financiero y comercial que impide el acceso a productos y materias primas provenientes de Brasil, Colombia o Estados Unidos, mercados naturales (de carne, trigo e infinidad de alimentos, medicamentos, repuestos, maquinaria, etc.) cuya cercanía históricamente ha permitido disminuir los costos de transporte y fletes. Este caso también formará parte de su profuso expediente criminal cuando por fin se enfrente a la justicia.
Las perniciosas consecuencias de los bloqueos económicos y las sanciones unilaterales son cada vez más objeto de discusión y debate por parte de activistas y organizaciones en todo el mundo. Recientemente la reconocida actriz Susan Sarandon señaló con firmeza y claridad que “Ahora, Cuba anunció la producción de millones de vacunas contra la covid-19 para los países del Sur Global. El embargo es lo único que se interpone en el camino”, así “Ha llegado el momento de poner fin al bloqueo y dejar respirar a Cuba”. Este es un claro ejemplo del fracaso político de las sanciones, que sí afectan directamente a los pueblos en el acceso a los alimentos, medicamentos y en el acceso a las vacunas para combatir la epidemia del Covid-19.