La recolonización de América Latina y el Caribe como política imperial

Sábado, 09/07/2022 04:37 PM

Las décadas de los años sesenta y ochenta del siglo pasado, tuvieron una gran significación en la historia del pensamiento universal. Mientras que los sesenta significaron una "amenaza" para el sistema capitalista internacional y pusieron al descubierto la vulnerabilidad del mismo; en los ochenta, las potencias capitalistas se propusieron reestablecer su hegemonía y dominación imperial en el universo.

En los años sesenta, la oposición y condena de las guerras en Vietnam, Laos, Cambodia y Argelia; la Revolución Cubana; las rebeliones juveniles de París, Berkeley, México, Trento, Roma, Berlín y Tokio; la emergencia del Black Power; el Movimiento Hippie; los Movimientos por la Paz; los movimientos feministas; la defensa del medio ambiente; la irreverencia de The Beattles; la negación de Clasius Clay de ir a la guerra de Vietnam; la insurrección armada en América Latina; la Teología de la Liberación; La Teoría de la Dependencia; la consolidación de la escuela de Frankfurt; el pensamiento político radical de Herbert Marcuse y Regis Debray; el cuestionamiento de la invasión a Checoeslovaquia, fueron –entre otros- movimientos sociales que tuvieron como signo común la lucha por la paz, la libertad y la justicia social.

Para los años sesenta, de la centuria pasada, la exclusión social se había constituido en el elemento caracterizador del capitalismo. A las desigualdades sociales, económicas y políticas, se unían otras que venían siendo solapadas a través de políticas reivindicativistas y moralistas. A la segregación étnica y religiosa, se unirían la de género y edad. Se fue conformando así un nuevo paisaje social, constituido por movimientos y grupos sociales que cada vez sentían que sus anhelos y esperanzas eran inalcanzables.

Es aquí, donde podemos encontrar las verdaderas razones que dan explicación a las causas que determinaron la "revolución mundial" de los años sesenta, como ha sido definida por diversos estudiosos de ella.

Diversos fueron los adjetivos con que se nominó, dicho movimiento, para desmeritarlo. Los defensores del stablishment lo juzgaron como un movimiento anti-rracionalista. Calificativo que adolecía de fuerza. Ya que, después de la difusión del sicoanálisis, pero también con la gradual desaparición de la "alteridad" en un mundo más pequeño y en una sociedad impregnada por los medios, muy poco puede aún ser considerado irracional en el viejo sentido de incomprensible.

Por la magnitud de los hechos ocurridos podríamos definirla como la larga década de los sesenta. Fueron años de una "gran turbulencia" civilizatoria. Se ampliaron los marcos de la democracia y se reconocieron los derechos de las minorías y de la mujer, el medio ambiente se convirtió en un tema de estudio. A los derechos civiles y políticos hubo de sumarse los derechos sociales, económicos y culturales como derechos humanos en igualdad de importancia.

Podemos decir que se libró una intensa batalla por la edificación de una auténtica democracia. Los fundamentos de la democracia liberal fueron puestos en cuestión; por lo que, se plateó reformarla e incluso reinventar una nueva forma de democracia. Una democracia que tuviera a los derechos humanos como su principio fundamental; ya que, sin democracia no hay derechos humanos; y, sin derechos humanos no hay democracia.

Wallarstein dice, asimismo, que: …, el impacto geocultural de 1968 fue decisivo. Marcó el final de una era, la era de la centralidad del liberalismo, no sólo como la ideología mundial dominante, sino como la única que podía pretender ser persistentemente racional y por eso, científicamente legitimada. La revolución mundial de 1968 devolvió al liberalismo al lugar donde había estado en el período 1815-1848, al lugar de una estrategia política entre otras. Tanto el conservadurismo como el radicalismo/socialismo fueron, en ese sentido, liberados del campo de fuerza en el cual los mantuviera presos el liberalismo entre 1848 y 1968.

Los años sesenta de la centuria pasada, fueron años que nos llenaron de esperanza. Nos motivaron a pensar que la utopía de alcanzar la buena vida, seguía siendo necesaria y era posible.

Pero, lo alcanzado en esos años habría de ser considerado por el establischment, como una amenaza al orden establecido. La manera como el poder mundial reaccionó en su contra lo llevo a poner en acción variadas y sofisticadas formas de represión.

En los años ochenta, el Consenso de Washington, las políticas de ajuste macroeconómico diseñadas por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional; el endeudamiento externo a que fueron sometidos los países subdesarrollados; la guerra preventiva y su alerta temprana; las invasiones al Medio Oriente, Panamá y Grenada; el pensamiento de Samuel Huntington y su "Guerra de Civilizaciones" y de "El Fin de la Historia" de Francis Fukuyama; la emergencia de la Escuela de Chicago y sus "Chicago boys" constituyeron, entre otras, algunas de las acciones prácticas y el marco teórico a partir del cual el imperio, diseñó su estrategia de dominación hegemónica.

El mundo de hoy, está en presencia de una lucha por la sobrevivencia de la humanidad, cuyo debate enfrenta dos visiones. De un lado, quienes aspiramos a la conformación de un mundo multipolar, de pensamiento diverso, en donde se reconozcan y respeten los derechos humanos, en donde impere la justicia social, la igualdad, la libertad, la fraternidad, la soberanía, la libre determinación de los pueblos, la democracia como forma de vida, en fin, un mundo habitado por seres humanos.

Y del otro, quienes quieren imponer su dominación a través de la fuerza, en donde se niegan los derechos humanos, en donde la democracia es sólo un sistema político, donde se práctica el colonialismo, el racismo y nuevas formas de esclavitud, en fin, un sistema en donde el ser humano es deshumanizado, convertido en un objeto.

Como se recordará, desde los años ochenta de la centuria pasada la ideología neoliberal se apodero del pensamiento del mundo. Hizo creer a muchos, aún hay quienes siguen creyendo, que el funcionamiento de las sociedades latinoamericanas y caribeñas debería realizarse a través del mercado.

Formulación teórica que tuvo al "Proyecto Camelot" (1963-1964), entre sus antecedentes. Programa para la intromisión en nuestros asuntos internos que fue elaborado y financiado por los departamentos de Estado y de Defensa de los Estados Unidos en el año 1964; y, cuya ejecución tendría una duración de cuatro años, a un costo de millón y medio de dólares anuales, como parte del plan diseñado, por el gobierno de esa nación, para la dominación de nuestro hemisferio.

Dable es recordar que la implementación del mismo generó una interesante discusión en diversos sectores de los países de la región, sobre todo en el mundo académico, con el propósito de establecer las razones que explicaban la dependencia y el subdesarrollo latinoamericano; así como también, sobre la posibilidad de formular lineamientos teóricos generales, para el diseño de un nuevo modelo de desarrollo de la región.

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), fue una de las instituciones que promovió dicho debate y, con ella, o mejor dicho junto a ella, el Instituto Latinoamericano de Planificación Social (ILPES), la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) y el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). La utopía de edificar una nueva América seguía presente.

Para ese entonces, se había arraigado con mucha fuerza la creencia de que la única manera de imaginar el futuro de la región era relacionándolo con las "leyes" y "principios" del capitalismo. Por lo que, las políticas del "cambio social" estuvieron orientadas a encontrar la vía que permitiera transitar, de una "sociedad tradicional a una moderna", de "una sociedad semi-feudal a una capitalista".

Transición que entrañaba, en su interior, una contradicción determinada por el choque de intereses entre los sectores oligárquicos y burgueses. Choque que pondría en "riesgo" la estabilidad política y la consolidación del "capitalismo periférico", en Latinoamérica.

Pues bien, es en el marco de esta contradicción donde se inscribe el "Proyecto Camelot". El mismo, fue concebido como un estudio de la región con el propósito de establecer los lineamientos generales para el diseño de las políticas de "cambio social", para los países en "vías de desarrollo".

El Proyecto Camelot fue -de tal manera- un proyecto de investigación a partir del cual el gobierno del imperio, a través del Departamento de Defensa, se proponía conocer las causas que determinaban el crecimiento de las luchas sociales en nuestra región, todo ello con el objetivo de diseñar sus planes de dominación política, económica, social y cultural.

Entre sus principales objetivos pueden destacarse: "… proyectar procedimientos para evaluar las situaciones potenciales de guerra interna en sociedades nacionales; segundo, identificar con mayor precisión las medidas que un gobierno pueda tomar para mitigar las condiciones que se juzguen favorecedoras de la guerra interna; y tercero, evaluar la posibilidad de establecer las características de un sistema destinado a obtener y utilizar la información básica necesaria para hacer todas las cosas necesarias…"

No hay ninguna duda. El "Proyecto Camelot", fue un plan del imperio para profundizar su intromisión en los asuntos internos de nuestros países. Sus propósitos políticos fueron expuestos de manera precisa, clara y contundente. Constituyó una flagrante violación de la soberanía y libre determinación de los pueblos latinoamericanos.

La "modernización" y el "desarrollo", basados en la consolidación de la "burguesía nacional", como clase dominante, fueron objetivos alcanzados para la colonización del poder interno. Pero, la dominación absoluta del poder en el hemisferio requería la implementación de una nueva tarea: la dominación vía el pensamiento.

Con el "Proyecto Camelot", Estados Unidos esperaba lograr tal objetivo. Por lo que, la penetración imperial, dio inicio a una nueva estrategia: la colonización del saber.

El imperio no se satisfizo con habernos dominado económica y políticamente. Sus desmedidas ansias de poder, lo han hecho insaciable. Nos hizo dependientes y nos subdesarrollo.

Entendió que la dominación de nuestro pensamiento, que le era indispensable para dominarnos enteramente, no le resultaría fácil. Por ello, formulo una ciencia social que hiciera creer que la sociedad capitalista era el "fin último" de la racionalidad política; por lo que, los procesos histórico-culturales de los pueblos deberían asumir los valores de dicho sistema, para lograr alcanzar su desarrollo.

Se propusieron no dejarnos lugar para el vuelo imaginativo y la creación. Los modernizadores le vendieron (impusieron, en algunos casos) a los gobiernos latinoamericanos la idea de que el único camino para alcanzar el desarrollo era vía industrialización; lo cual, por sí mismo, garantizaba el establecimiento de una sociedad democrática y liberal; por lo que, quienes no asumieran el ideal modernizador capitalista serían atrasados, arcaicos, antidemocráticos y antiliberales.

Los antecedentes de éste planteamiento se remontan a las formulaciones antropológicas de la Escuela de Chicago, a partir de los años treinta de la centuria pasada. La consolidación de la sociedad urbana, habría de ser el motor del cambio social. El tránsito "folk-urbano" como se le llamó, comenzará a perder vigencia en la década de los años cincuenta; le sucederán nuevas teorías en aras de alcanzar la estructuración capitalista de nuestras sociedades.

Los sociólogos norteamericanos "descubren" que ahora sí sería posible el cambio social en Latinoamérica, rol que habría de corresponderle jugar a las clases medias urbanas como agente del mismo, ya que ésta si era una clase social modernizadora, emprendedora como gusta decirse ahora.

Sin embargo, el "ansiado" cambio social, cada vez estaba más distante; ya que, en la estructuración capitalista, se excluye al principal actor de la sociedad: el pueblo.

En razón de ello, las formulaciones teóricas que proponía el imperio para la modernización de nuestros países, sería una modernización sin pueblo; un sistema político de democracia, sin pueblo; una industrialización ensambladora, no manufacturera, altamente tecnificada, poco empleadora, sin pueblo.

La sociología norteamericana que había sido pensada para ese modelo de sociedad, no lograba dar explicación a la realidad latinoamericana. Obviaba nuestra heterogeneidad estructural y cultural.

Lamentable fue que la ciencia social latinoamericana, comenzó a asumir como suya la concepción "estructural-organicista", para el estudio y análisis de nuestra realidad social.

Los "nuevos laboratorios" para estudiar América latina estaban ahora en Harvard y el Instituto Tecnológico de Massachusetts. El pensamiento teórico estaría ahora en las formulaciones de Walt Whitman Rostow, expuestas en su obra: Las etapas del crecimiento económico.

El imperio avanzaba en su objetivo: la colonización del saber.

La imposición del modelo rostowiano habría de iniciarse a partir de una falsa consideración del tiempo histórico. América latina se había incorporado al "mundo moderno", antes que la América anglosajona. España y Portugal, iniciaron a finales del siglo XV el camino de dominio del mar atlántico. Inglaterra, Francia y Holanda lo harán en el siglo XVII. América latina, nació moderna, desde la perspectiva hegemónica eurocéntrica.

La teoría rostowiana al concebir el subdesarrollo como una etapa histórica, por la cual debían transitar todas las naciones, muestra su primera falencia. Definido el desarrollo como el tránsito de un estadio histórico a otro nos dice que, los problemas del subdesarrollo y el desarrollo, debían ser concebidos como momentos estancos de un proceso histórico y que, en el caso latinoamericano, estos eran los elementos constitutivos del carácter dual de las sociedades de la región. Dualidad que sólo podía ser superada través de las políticas del "cambio social".

En razón de ello, se afirmaba, aún hay quienes lo siguen haciendo, que desarrollo y crecimiento económico forman parte de una misma ecuación, ya que, sin crecimiento económico no hay desarrollo. Visión formalista del desarrollo, a través de la cual se quiso hacer creer que el progreso científico-técnico sólo era alcanzable a través del ahorro, las inversiones y la industrialización. De tal manera que, Latinoamérica necesitaba el ahorro de recursos, la inversión y el uso de tecnología exógena, para iniciar su "despegue" hacia el desarrollo.

Téngase presente que, la región iniciaba (con algunas excepciones) su tránsito hacia el establecimiento de la democracia representativa, como sistema político. Y que, el sistema político latinoamericano presentaba una gran heterogeneidad, encontrándose casos que iban desde lo que Guillermo O´ Donnell ha llamado como regímenes tradicionales con fuertes complementos patrimoniales, regímenes sultanistas, populistas, autoritarios, hasta regímenes de "democratización política cuidadosamente pactada".

Pero, lo cierto era que el imperio no podía seguir sosteniendo su dominio, apalancado sólo en su fuerza. Por lo que, la consolidación de su hegemonía requería de la utilización de otras variables. Debía imponer "razones superiores" que, al decir de Ruy Mauro Marini, trasciendan intereses y motivaciones individuales para responder a factores de carácter más general. En otras palabras, la dominación de clase debe presentarse siempre como la expresión de algo necesario y, en cierta medida, natural.

La idea del "cambio social" tenía que ser –entonces- revestida de un manto de popularidad. La ampliación del espectro político requería la inclusión de nuevos actores. Ciertos sectores populares, junto a la clase media, serán convertidos en protagonistas del "cambio social". Sectores estos que, unidos a la burguesía nacional, la cual había emergido como nueva clase dominante ante el "fracaso" de la oligarquía terrateniente, habrán de llevar adelante el proceso de modernización capitalista de la formación social latinoamericana, constituirán la base social fundamental, utilizada por el imperio, para imponer su hegemonía.

Los partidos políticos, asociaciones gremiales y profesionales, organizaciones sindicales y campesinas, universidades e institutos generadores de conocimiento, organizaciones sociales públicas y privadas, habrán de ser –entre otras- organismos a través de los cuales se impondrá la modernización capitalista dependiente, en la región.

Sin embargo, la realidad sociocultural de las naciones latinoamericanas desmontará –nuevamente- el andamiaje teórico, que el imperio había armado para la colonización del saber de la región.

El pensamiento "imitativo y reflejo", asumido por algunos cientistas sociales latinoamericanos, el culto a las "novedades" intelectuales del pensamiento euronorteamericano y la creencia de que la estatura de nuestros pensadores se medía por su erudición respecto a dicho pensamiento, encontraron en nuestra región un fuerte rechazo.

Albert Hirschman y José Medina Echavarría fueron, entre otros, pioneros en la oposición al modelo de desarrollo tecno-económico, diseñado por el imperio. Para ellos, la visión del desarrollo tenía un carácter integral, en el que el desarrollo del ser humano y no el crecimiento económico, debía ser lo fundamental.

Fresco está aún el recuerdo del "default" mexicano del año 1982. La patria de Morelos, al igual que Argentina y Chile, eran presentadas como un modelo a seguir por las demás naciones del hemisferio. Se hablaba, entonces, de los milagros argentino, chileno y mexicano. El imperio hacía alarde de su contribución en el "éxito" de esas economías. Anunciaba como un gran logro que estas naciones desecharan el welfare state y asumieran el libre mercado.

En 1982, México no pudo afrontar definitivamente los pagos de la deuda externa, con los organismos internacionales y otros entes financieros. A Argentina le ocurrió lo mismo, en el 2001se produjo el famoso "corralito". Chile se mantuvo bajo el poder de la dictadura de Augusto Pinochet.

El excesivo endeudamiento externo hubo de ser colocado como la razón que explicaba el origen de la crisis vivida. Se ocultó que los países industrializados, con su decisión de aumentar las tasas de interés al comercio internacional descapitalizan, aún más, a las economías pequeñas, subdesarrolladas y dependientes; a la vez que, estimulaban la inversión de capital en actividades económicas cuya rentabilidad se alcance en el corto plazo.

La realidad era otra. Modelo de desarrollo de crecimiento hacia afuera. Modelo de desarrollo de crecimiento hacia adentro. Modelo de desarrollo de crecimiento desde dentro. Modelo de desarrollo industrial sustitutivo de importaciones. Modernización vía el cambio social, han sido, entre otros, los nombres que se le ha dado a los distintos modelos de desarrollo que el imperio ha impuesto. Sin embargo, la ansiada modernización y el anhelado desarrollo, cada vez estaba más distante.

A los años ochenta CEPAL hubo de definirlos como los de la "década pérdida". Denominación que fue utilizada para conceptualizar la crisis económica vivida por Inglaterra durante los años 1945-1955. De nuevo se recurrió a un término que no nos era propio, para definir la crisis vivida.

El imperio diseño una nueva estrategia. Nicholas Brady, ex Secretario del Tesoro de los Estados Unidos, y su Plan Brady (1989), habría de ser el nuevo "mago" que sustraería a la región de la recesión económica.

Su primer gran descubrimiento fue reconocer que la deuda externa latinoamericana, por su excesivo monto, era impagable. Por lo que, nuestras naciones debían "acordar" con el Fondo Monetario Internacional (FMI), el compromiso de implementar un conjunto de medidas económicas en materia fiscal y monetaria de carácter neoliberal. Acuerdo con el cual se comprometía a nuestras naciones a realizar un depósito a favor del FMI, como garantía del pago de los intereses de la deuda externa. Se hipotecó nuestra soberanía, nuestra libertad, nuestra libre determinación como pueblo.

Se inició una nueva fase de la colonización del saber. Se nos quiso hacer creer que las leyes del mercado serían la panacea a partir de la cual se resolverían los agudos problemas sociales, que se habían apoderado de nuestras sociedades.

Con la totalización del mercado se dio inicio a la instrumentación del antiutopismo, negándose, de tal manera, toda posibilidad de imaginar la construcción de sociedades mejores. Totalitarismo a partir del cual se pregonó, con mucha fuerza, "el fin de las ideologías", cuyo único objetivo no era otro que dar muerte a la esperanza. A la esperanza de vivir mejor, de tener y hacer realidad los sueños, las utopías.

Crisis de los ochenta, década pérdida, cualquiera sea el nombre que se le dé no hacía más que demostrar que el modelo de desarrollo capitalista neoliberal, en América latina, no había sido del todo victorioso.

Marcos Roitman en su libro Pensar América Latina, nos recuerda que una buena parte del pensamiento social crítico se había transfigurado. André Gunder Frank, después de ser el teórico del desarrollo del subdesarrollo, se hizo un mea culpa y terminó hablando del desarrollo posible; Regis Debray, después que nos entusiasmó con la idea de la revolución dentro de la revolución, terminó condenando la lucha armada; Jaques Lambert, después de dualizar las sociedades latinoamericanas terminó transformándolas en feudales; Alain Touraine, después de haber sido teórico dependentista en Brasil y Chile, terminó diciendo que el dependentismo había sido el insumo más nefasto de las ideologías de las diferentes luchas armadas; Manuel Castell, después de ser un marxista militante, terminó negando el análisis de las clases sociales.

La onda se hizo expansiva, parecía indetenible. Los brasileños Fernando Henrique Cardoso y Helio Jaguaribe, el chileno Ricardo Lagos, de crítico profundo, de cuestionador iracundo del neoliberalismo, se pasó a él sin el menor estupor. Jorge Castañeda, el de La Utopía Desarmada, de leninista puro se pasó al neoliberalismo, sin ruborizarse; Teodoro Petkoff, el de Checoeslovaquia el socialismo como problema y ¿Socialismo para Venezuela?, el más "rabioso" de los izquierdistas venezolanos, para quien todo el mundo era de derecha, terminó siendo Ministro de Planificación del segundo gobierno de Rafael Caldera. La Agenda Venezuela, fue la tesis con la que se doctoró de converso.

Contando con estos nuevos "aliados", sin embargo, el imperio no lograba entender por qué en América seguían emergiendo movimientos sociales que luchan por la justicia social, por la equidad, por la igualdad, por la libertad, por la soberanía y libre determinación, en fin, por alcanzar su verdadera emancipación. Por mucho que se lo propuso el imperio no pudo erradicar el pensamiento social crítico latinoamericano.

En el año 2008, en su propósito de dominarnos, se planteó una nueva estrategia. Necesitaba saber por qué no lo había logrado a plenitud. Ante esta situación el gobierno estadounidense, a través del Departamento de Defensa estableció la Minerva Research Initiative, con el propósito de fortalecer la comprensión en el Departamento de Defensa de las fuerzas sociales, culturales, tendencias del comportamiento y fuerzas políticas vigentes en las regiones del mundo de importancia estratégica para Estados Unidos.

Se proponía el imperio hacerse de un análisis propio de lo que ocurría, política y socialmente, en algunas regiones del mundo para diseñar sus planes de acción intervencionista. Entendía que, a su concepción militarista del poder, le hacía falta una mayor comprensión social acerca del funcionamiento de esos espacios considerados por ellos estratégicos. Se proponía encontrarle explicación al por qué el pueblo de esos pueblos se estaba haciendo político; por qué la política se convertía, cada vez más, en una esfera de su interés.

Conocer, por ejemplo, cuál es la dinámica de la movilización y la propagación de un movimiento social, la masa crítica, el nivel de decisión y el liderazgo que lo conforman; identificar quiénes son los individuos movilizados en un "contagio" social y en qué momento y por qué se movilizaron; descubrir en qué condiciones nacen los movimientos políticos que buscan un cambio político y económico a gran escala; establecer las diferencias entre pequeños y grandes movimientos sociales; los principales temas que los motivan, de manera particular la importancia que hoy tiene el cambio climático como objetivo potencial en la lucha social; cómo nace el terrorismo y por qué hay quienes se hacen terroristas; el porqué de la violencia política.

Establecer que razones determinan que haya movimientos sociales pacíficos y violentos; las condiciones socioeconómicas, ideológicas, étnicas y culturales de quienes participan en estos movimientos. Redefinir el rol que ocupan las Organizaciones No Gubernamentales (ONGs) en la acción de los movimientos sociales.

Son algunas de las líneas de investigación en las cuales el Departamento de Defensa de los Estados Unidos, a través del Programa Minerva, se ha planteado conocer en detalle la realidad del presente. El mundo académico estadounidense habría de convertirse en el principal propulsor para alcanzar tal objetivo.

Erin Fitzgerald, directora del programa Minerva, le dijo a Nafeez Mosaddeq Ahmed, que: "El Departamento de Defensa toma en serio su papel en la seguridad de Estados Unidos, de sus ciudadanos y de sus aliados y socios. Aunque no todos los desafíos en materia de seguridad den lugar a conflictos, aunque no todos los conflictos implican al ejército estadounidense, Minerva contribuye al financiamiento de la investigación fundamental en ciencias sociales y esa contribución mejora la comprensión que el Departamento de Defensa tiene sobre las causas de la inestabilidad y de la inseguridad en el mundo. Gracias a esta mejor comprensión de los conflictos y de sus fuentes, el Departamento de Defensa es más capaz de prepararse para el entorno de mañana en materia de seguridad".

Minerva es un programa al cual los gobiernos republicanos y demócratas -por igual- le han asignado una importancia fundamental. No incurrimos en una exageración si decimos que es un Programa de Estado. Al cual, en el año de su inicio (2008), se le asignó un presupuesto de más de 75 millones de dólares para un período de cinco años. Presupuesto que año tras año ha venido incrementándose.

Para James Petras, titular de la catedra Bartle de sociología en la universidad Binghamton de Nueva York: Los investigadores en ciencias sociales subvencionados por Minerva y vinculados a las operaciones anti insurreccionales del Pentágono están implicados en «el estudio de las emociones provocados por la exacerbación o la represión de los movimientos ideológicos», incluyendo –señala Petras– «la neutralización de los movimientos surgidos en la base».

No hay lugar a dudas, los gobiernos estadounidenses con el programa Minerva se han planteado militarizar las ciencias sociales para colocarlas al servicio de sus planes bélicos para el dominio del mundo.

El imperio le otorga al conocimiento un lugar privilegiado. El saber constituye por sí mismo un obstáculo contra el delirio de omnipotencia del dinero y el utilitarismo. Todo puede comprarse, es cierto. … Pero no el conocimiento: el precio que debe pagarse por conocer es de una naturaleza muy distinta… Nadie, en definitiva, podrá realizar en nuestro lugar el fatigoso recorrido que nos permitirá aprender, como lo ha dicho Nuccio Ordine.

Pero, sobre todo, hace del conocimiento un enemigo, porque: … Sólo el saber puede desafiar una vez más las leyes del mercado.

El imperio con la pretensión de colonizar nuestro pensamiento, nuestro saber y conocimiento, convierte al ser humano en una mercancía; nos coloca en sus libros de contabilidad entre sus haberes. Hace del conocimiento y la tecnología un instrumento al servicio de la dominación.

Afirmación que nos permite señalar que la ciencia fue puesta al servicio de la exclusión del pueblo en términos generales. Fue así como éste perdió la condición de sujeto social.

El derecho a tener derechos…queda, de hecho, sometido a la hegemonía del mercado, con el riesgo progresivo de eliminar cualquier forma de respeto a la persona. Transformando a los hombres en mercancía y dinero, este perverso mecanismo económico ha dado vida a un monstruo, sin patria y sin piedad, que acabará negando también a las futuras generaciones toda forma de esperanza.

Se agudizaron, entonces, los conflictos entre los objetivos del neoliberalismo y los de la democracia. El capitalismo cada día perdía su encanto; su poder hegemónico se demostraba que no era infalible. Todos aquellos "éxitos" que exhibió a partir de la segunda mitad del XIX, su universalización y consolidación como "sistema mundo", se desvanecían. El miedo al cambio, al establecimiento de una verdadera democracia, que fuese más allá del decimonónico "liberalismo burgués" aterraba a sus ideólogos. El objetivo de estos planes no era otro que contener las "clases peligrosas", que -cada día- adquirían mayor fuerza en el llamado "Tercer Mundo".

Notas y referencias:

*Este texto forma parte del 1er. Capítulo de un libro que titulamos: ¿A quién nos enfrentamos? La agresión imperial contra Venezuela. A la espera de su publicación.

Inmanuel Wallerstein (1995): La agonía del liberalismo. Leviatán: Revista de hechos e ideas, ISSN 0210-6337, Nº 60, 1995, págs. 109-122. España.

Al hablar de la larga década de los sesenta, lo hacemos teniendo presente la teoría de la larga duración que desarrollo el historiador francés Fernand Braudel.

Para una más completa comprensión de este concepto sugerimos ver: Raúl Prebisch (1984): Capitalismo periférico. Crísis y transformación. F.C.E. México. Cardozo Fernando H. (1977): La originalidad de la copia. La CEPAL y la idea del desarrollo. Revista de la CEPAL, segundo semestre. Santiago de Chile. Theotonio dos Santos (2007): Del terror a la esperanza. Auge y decadencia del neoliberalismo. Monte Ávila Editores Latinoamericana C.A. Caracas.

Departamento de Defensa de los EEUU (1963): Proyecto Camelot. Washington D.C.

Guillermo O´Donell (1994): Transiciones desde un Gobierno autoritario. Paidós. Barcelona-España.

Ruy Mauro Marini (1984): La sociología latinoamericana: origen y perspectivas. Centro de Estudios Miguel Enriquez. Santiago de Chile.

Marcos Roitman (2008): Pensar América Latina. CLACSO. Argentina.

EEUU. Departamento de Defensa (2008): Minerva Research Initiative. Washington D.C.

Nafeez Mosaddeq Ahmed (2014): El Pentágono invierte en las ciencias sociales. Red Voltaire, 17 de julio de 2014.

Citado por Nafeez. Ob. Cit.

Nuccio Ordini (2018): La utilidad de lo inútil. Manifiesto. Acantilado. Barcelona, España.

Nota leída aproximadamente 2013 veces.

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