Europa y su saqueo cultural del tercer mundo (II)

Martes, 22/11/2022 09:29 AM

El saqueo de Egipto.

El punto de partida de esta exploración arqueológica y este saqueo cultural ejecutado por Europa es el saqueo de Egipto. En la Edad Media, Egipto, muy citado en la Biblia, no fue olvidado por Europa, y los cristianos medievales creían que el Nilo era uno de los 4 ríos del Paraíso y que las pirámides habían sido los graneros de José, el hijo de Jacob. El contacto medieval y renacentista europeo con Egipto fue tardío, eventual y casi nulo. Europa era aún débil. Pocos europeos tenían acceso a esa tierra lejana y misteriosa, que además era islámica. Es la expedición de Napoleón a Egipto en 1798lo que cambia todo eso; y es a partir de ella que la ya moderna y ambiciosa Europa descubre a Egipto y que europeos colonialistas empiezan a visitarlo, a admirarlo y a saquearlo.

La expedición bonapartista es un gran plan militar, colonial y anti-inglés dirigido a cortar la comunicación de Inglaterra con la India, lo que se combina con un proyecto civilizador e investigativo: descubrir a Egipto. Para ello Napoleón lleva científicos, sabios y artistas como Berthollet, Monge, Geoffroy Saint-Hilaire y Vivant Denon. Vence a los mamelucos, gobernantes de Egipto, en la Batalla de las pirámides y conquista El Cairo. Pero los ingleses, al mando de Nelson, quiebran la flota francesa en la batalla de Abukir. Napoleón se vuelve a Francia. La exploración científica francesa sigue, recopilando información, robando documentos y piezas arqueológicas. Y descubren también la excepcional piedra de Rosetta. Pero el botín beneficia a los ingleses, que se imponen a Francia, se quedan con la piedra de Rosetta y la envían al Museo Británico.

En las décadas siguientes los franceses publican el producto de su investigación. Es la gigantesca y extraordinaria Description de l´Égipte, publicada entre 1808 y 1829. El resultado, además de cultural, es iniciar el interés francés y europeo por Egipto y por sus monumentos y antigüedades, con el consiguiente daño y saqueo sistemático del país.

Los protagonistas inmediatos de ese saqueo son franceses e ingleses, y luego también italianos y alemanes. Los principales beneficiarios son el Louvre y el Museo Británico. Y también los anticuarios ladrones que sirven de intermediarios. Todos ellos se aprovechan del poder europeo, de la debilidad turca, de la autonomía relativa de Egipto, de la corrupción de funcionarios complacientes, y de la ignorancia de los pobres y campesinos, que colaboran trabajando para los saqueadores. Se trata de un negocio inmenso en el que hay intereses y logros culturales de los que la arqueología y la historia se benefician con descubrimientos, exploraciones y nuevos conocimientos. Eso es innegable y es lo que las historias oficiales de la arqueología muestran y destacan, pero la otra verdad, lo que no suele decirse o si se menciona es sólo de paso, es el enorme costo colonial en destrucción, saqueo y robo de piezas, en racismo y en destrucción de identidad que sufre Egipto. Es eso lo que mostraré aquí.

El saqueo sistemático empieza con un trío: 2 cónsules y un aventurero. Los cónsules son Bernardino Drovetti y Henry Salt, que compran, roban y acumulan antigüedades, el primero para Francia y el segundo para Inglaterra, y que presionan al gobierno egipcio para que les permita el saqueo. El tercero es un aventurero de alto vuelo, hábil e inteligente: Giovanni Battista Belzoni, que se arriesga, explora, roba y descubre antigüedades para él mismo, pero también trabaja para Salt, el inglés.

Salt y Drovetti se enfrentan como mafiosos que se dividen el territorio a ser explotado, pero que a menudo se invaden uno al otro. Dividen a Egipto a lo largo en 2 mitades: al este del Nilo todo para los franceses, al oeste todo para los ingleses. Pero los hallazgos los obligan a menudo a violar sus acuerdos y muchas veces las cosas se deciden a golpes o a tiros. Por lo demás, Drovetti roba a menudo en persona, mientras Salt, en cambio, lo hace por intermedio de Belzoni.

Drovetti, piamontés, ex-oficial bonapartista, fue cónsul de Francia en Egipto y se hizo amigo de Mehemet Alí, el gobernante, lo que le facilitó las cosas permitiéndole, gracias a permisos de exploración, viajar por todo el país y robar y acumular a voluntad antigüedades egipcias, sin otro problema que su rivalidad con Salt (y con Belzoni). Drovetti y sus empleados no sólo compraban antigüedades a bajo precio, sino que robaban, y destrozaban templos con explosivos para arrancar relieves o descabezar estatuas.

Con sus robos, Drovetti acumuló una primera colección de más de mil piezas con estatuas colosales de faraones. En venta en 1824, la colección, que el rey francés Luis XVIII consideró muy cara y no compró, la compró el rey del Piamonte, Carlos de Saboya, para el museo de Turín. La segunda, en venta en 1827, sí la compró el rey de Francia Carlos X para el Louvre, por presión de Champollión. Un tercer lote, por presión del arqueólogo alemán Lepsius, fue comprado por el rey Federico Guillermo IV de Prusia y pasó al museo de Berlín en 1836. Drovetti dejó Egipto en 1829 y se fue a vivir de sus robos a Turín, donde murió en 1852.

Salt, pintor, retratista y diplomático, fue cónsul inglés en Egipto desde 1816. Para enfrentar el poderío y las ventajas de Drovetti, se alió con Belzoni y lo convirtió en su agente. Con ayuda de Belzoni, Salt reune una primera colección de antigüedades robadas, incluyendo el famoso busto de Memnón (el joven Ramsés II), que vende al Museo Británico. Una segunda colección, más rica y cara, de más de 4.000 piezas, la ofrece al Museo Británico en 1826, que la rechaza por su alto precio. Y entonces Champollión convence al rey francés Carlos X de comprarla para el Louvre. Salt murió en 1827 y una tercera colección suya fue subastada por su viuda en 1835 y comprada por el Museo Británico.

El más interesante de los 3 personajes es Belzoni, extraordinario aventurero cuya vida es una auténtica novela de aventuras, algunas de ellas contadas por él mismo. Hay varias biografías suyas. Una es la reciente de Marco Zatteri, El gigante del Nilo. Belzoni era en verdad un gigante de 2 metros. Nació en Padua en 1778, huyó por problemas a Londres, donde se casó y vivió un tiempo haciendo de gigante patagón en un circo o cargando a 12 hombres al mismo tiempo. Llegó en 1815 a Egipto pretendiendo ser constructor de máquinas hidráulicas, pero la suya no convenció a Mehemet Alí. Entonces se dedicó a explorar por su cuenta el país y a buscar y robar antigüedades trabajando para el cónsul inglés Salt.

En realidad, Belzoni era independiente, exploraba y robaba por su cuenta, negociaba sus robos y hacía negocios jugosos con Salt, que trabajaba para el Museo Británico. Con el tiempo se hizo admirador de Egipto e intentó combinar sus robos con esa admiración. Belzoni realizó la hazaña de entrar en la pirámide de Kefrén y explorarla. También robó y transportó para su venta la gran cabeza de Ramsés II, desenterró muchas estatuas de faraones y de dioses y diosas, exploró y saqueó el Valle de los Reyes; luego, en el sur de Egipto, transportó enormes obeliscos por el Nilo para sacarlos vía Europa, rescatando con su esfuerzo uno que se le hundió en el río. Exploró los templos de Edfú, Elefantina y Filoé, 3 de los templos más bellos del país. Llegó hasta Abu Simbel, siendo (después de Burckhardt y Drovetti) el tercer europeo en ver sus enormes estatuas y visitar sus templos. Regresó a Londres en 1819 y publicó un libro exitoso con el relato de su vida y de sus aventuras egipcias, lo que lo hizo famoso. Volvió al África en 1823, pasando pronto a Nigeria, pero allí enfermó y murió de disentería en Benin, en diciembre de ese mismo año.

Pero para entonces, el saqueo arqueológico y cultural de Egipto apenas comenzaba.

Europa y el saqueo cultural del tercer mundo (I)

Tomado del Diario Últimas Noticias.

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