Comenzaré con dos constataciones, que dan cuenta de parte del estado del sindicalismo en Venezuela hoy. La primera es que la palabra sindicato, está vedada en la mayoría de los espacios laborales, sobre todo los que están ubicados en el sector privado de la economía; de tal manera que las personas evitan hablar de ello y si lo hacen son muy discretas. La segunda, es el desprestigio sistemático al que han sido sometidas nuestras organizaciones sindicales, con el objeto de que carezcan de reputación y credibilidad alguna. Es así, que como consecuencia de esto último no es extraño observar falta de apoyos a la dirigencia, lo que se traduce en la soledad de la misma y por supuesto en la desconexión con la base de sus agremiados y agremiadas. Esta situación nos pone en minusvalía, en el terreno político, donde se expresan las contradicciones de intereses.
Los sindicatos a lo largo de la historia han sido las herramientas que hemos tenido quienes vivimos del salario, para conquistar derechos en el capitalismo. Estos derechos, en el caso venezolano son irrenunciables y progresivos, de acuerdo a nuestra carta magna; además se expresan en una institucionalidad, frente a la cual podemos tener varias valoraciones, pero que existe y puede mejorarse. Dicho de otro modo, los sindicatos han contribuido a promover el Estado de Bienestar, y en otros casos han propuesto avanzar al socialismo.
En nuestro país se está redefiniendo el rumbo y modelo de economía, a la luz de la implementación de las medidas coercitivas unilaterales y un desencanto frente al relato de cambio de modelo económico. En esta dinámica están participando activamente los empresarios, sin que se vea el mismo protagonismo de los trabajadores y las trabajadoras. Es necesario que en esta nueva configuración, quienes producimos las riquezas, y a la vez, experimentamos las dantescas consecuencias económicas de este momento, nos expresemos y tengamos capacidades para afectar la correlación de fuerzas vigentes, desde una perspectiva de clase. Para ello, no se debe esperar una invitación. Hoy es clave que la dirigencia sindical sea beligerante y propositiva. Pero todo esto comienza con algo elemental, con trabajadoras y trabajadores participando en sus organizaciones sindicales.