La situación socioeconómica en Venezuela es cada vez peor, en parte agravada por las consecuencias del nefasto manejo de la pandemia de COVID-19, la inflación global y otros factores externos e internos. El salario mínimo no llega ni a los 10 dólares mensuales, y a profesionales como los docentes, tan importantes para la sociedad, no les alcanza el dinero ni para cubrir el costo de los pasajes en el transporte. Por esta razón son muchas las voces que han propuesto diversas formas de protesta contra el Gobierno y las impopulares medidas económicas de los últimos años, claramente de corte neoliberal; en este sentido se llevan a cabo diversas movilizaciones por estos días (enero de 2023), que algunos llaman hora 0, a cargo de cierta parte del gremio docente, según la cual se estaría presionando al Gobierno para que mejore sustancialmente las condiciones salariales y laborales de los profesores de educación primaria y secundaria, al menos de acuerdo al artículo 91 de la constitución nacional. Eventualmente estas protestas podrían derivar en un paro indefinido.
Y ya que se hizo mención de un paro en el párrafo precedente, sería importante ejercer dicha forma de protesta en todos los ámbitos de la vida nacional, tipo paro general, al que se sume la mayor cantidad de trabajadores tanto del sector público como del sector privado. Formaría parte de la desobediencia civil, acción fundamental para luchar no solo contra la opresión de los poderosos en Venezuela, sino en el resto del mundo, hoy convulsionado por los perversos proyectos económicos y de otros tipos de los globalistas, en pleno desarrollo. Un paro general masivo en Venezuela sería, sin duda alguna, una valiosa estrategia de lucha laboral, que al menos preocuparía notablemente al Gobierno dizque obrerista de Maduro.
Ahora bien, ¿el grueso de los trabajadores venezolanos tendrá la determinación, la valentía y el aplomo suficientes para desafiar a las autoridades de la nación caribeña, paralizándola en buena medida?