“Las revoluciones de ahora”, el salario chucuto y todas las privaciones que ellas traen

Martes, 14/02/2023 02:43 PM

Nota: A este ya largo trabajo, a última hora, producto de la jorungadera, le añadí, a manera de "prefacio", esta primera parte que sirve para complementar lo que luego sigue, porque si algo merece ser atendido con precisión, no con simples declaraciones, es el dogmatismo. Quiero destacar que la Parte I, fue escrita y publicada hace más de 20 años.

Parte I

Cambio y Correlación de fuerzas

Para los viejos revolucionarios, el asunto de la correlación de fuerzas era una especie de oráculo. Se apelaba a él con verdadera devoción para definir los pasos del movimiento. Se auscultaba la correlación de fuerzas en el ámbito mundial e internacional, todos los días, como se presta atención a los partes del tiempo.

Pocas cosas contaban en el momento de diseñar políticas o asumir actitudes. Sólo la correlación de fuerzas contaba.

Cuando se produjeron las revoluciones Rusa y China, pocos países en el mundo capitalista estaban en capacidad de exportar cantidades significativas de capital. Y en los pueblos del mundo oprimido, feudal o retrasado, incluyendo los ya nombrados, no se esperaba que esos capitales llegasen a aportar algo saludable.

En el mundo de hoy, sociedades particulares como la china y hasta la cubana, hacen esfuerzos para atraer capitales extranjeros que contribuyan a emprender gestiones de desarrollo y crecimiento. Las solas posibilidades de ellas, obviamente son insuficientes.

Pero el capital no tiene ni le interesa una patria específica. Pasó la época cuando los revolucionarios identificaban los capitales con determinadas ciudadanías. Tampoco se identifican con un sistema político e ideológico determinado. Sólo les interesa que se les garanticen los medios para reproducirse y moverse de un sitio a otro sin barreras. Y el capital es temeroso. Exige condiciones óptimas para acudir donde se le llama o aspira participar.

Y el capital tiene sus sólidos e influyentes aliados que son parte de él mismo. Los mecanismos más influyentes del mundo forman parte del capital que crece y trata de estar en todas partes porque es su razón de ser.

Y ese capital, incluso el más sano, el menos agiotista, oportunista o golondrina, que puede negarse a venir o salir despavorido, puede provocar rápidos cambios en la correlación de fuerzas. Su negativa a participar en proyectos de crecimiento, su estampida y la puesta en acción de sus poderosos mecanismos de convencimiento que incluyen la contracción de la economía, desabastecimiento artificial, promoción del desempleo y hasta una vasta campaña publicitaria, pueden cambiar rápidamente la opinión de la gente.

 

Por todo eso, no es suficiente sólo auscultar las preferencias internas. Hay que cuidarse de los zarpazos, de las cornadas del hambre y puñaladas o zancadillas de mercenarios. La revolución en verdad es un arte y un reto que demanda paciencia, tenacidad, tolerancia y habilidad para mover las piezas con precisión. No es cosa de arrogantes y gritones de galería.

 

Parte II

No voy a hablar de Stalin, la Revolución bolchevique y menos de la cubana y no lo voy a hacer porque ellas están vivas, acendradas en mucha gente, más de lo que uno cree.

Es habitual, como respirar, escuchar de lado y lado, desde un militante comunista, de esos que hacen honor al símbolo de la hoz y el martillo, pasando por la izquierda marxista con algo de lo aportado por Lenin, como lo relativo al "imperialismo", exponer con fe que el socialismo está de a toque, sólo falta un "ligero cambio en la correlación de fuerzas" y una dirigencia al frente del Estado que esté clara como el agua que mana del Salto del Ángel. Porque eso se logra con esos dos elementos y casi ahora mismo.

Aquellos de eso hablan con la misma vehemencia de los de extrema derecha, que ofrecen a quienes les apoyen para ganar las elecciones o sacar al gobierno con la ayuda de la fuerza gringa, guindar hasta "a quienes alguna vez apoyaron o votaron por Chávez", lo que sería el 70 ó 75 % de los venezolanos, sin percatarse que esa sola oferta les deja solos y cacareando.

Pero los dos coinciden en la idea que sólo hace falta tomar el gobierno y controlar el Estado todo, bajo la sombra de una figura que imponga ritmo, orden y velocidad. Lo autoritario les identifica y ellos no lo saben.

Es decir, ese pensamiento de extrema derecha y de mucha de la izquierda, tan viejo como el Estado mismo, ese que uno pudiera resumir en la frase "en esta vaina quien manda soy yo", consigna que pudiera estar escrita en el escudo de cualquier de esos Estados y en las banderas de quienes pese eso se enfrentan y hasta están dispuestos a matarse para imponer "la libertad y la democracia", es el que se ha impuesto en Venezuela. Se trata de hacer algo que parece distinto, según piensan, pero con figuras y banderas diferentes.

"Las revoluciones" que hasta ahora se han hecho, aquellas cuyos promotores creyeron estar inspirados en Marx, por las razones que sean, pues habrá quien de ellas tenga muchas, terminaron sometiendo a los pueblos que fueron entusiasmados a la mayor pobreza. Pues lejos de equilibrar ascendiendo a los humildes a mejores condiciones materiales y culturales de vida, eso que Marx llamó, "el desarrollo de las fuerzas productivas", más los dejó donde estaban y puso el pie en la cabeza de las clases medias y las empujó hacia abajo. O lo que es lo mismo, esas "revoluciones", lejos de marchar hacia adelante o levantar vuelo, pusieron el retroceso o se hundieron en la ciénaga. Y hay en ellas y en quienes les creen, mucho de autoritarismo, en el sentido que eso es sólo inherente a la vanguardia que manda, dada la emergencia, pues aquí no hay que nada que construir sino derrotar a un enemigo. Y hay casos como el cubano, que llevan más de 60 años intentando derrotar al enemigo y una forma de hacerlo, es "pedir" que le suspendan las sanciones, medidas que sin duda son crueles, ilegales e injerencistas, por lo que uno les condena por razones de principio y sin ninguna duda.

Por supuesto, doy por entendido que nadie en el gobierno debe darse por aludido, pues pese al persistente discurso de mucha gente "buena", según el cual aquí hay una revolución en marcha, busco a la susodicha insistentemente, más que la vieja cesta de poner mi ropa sucia que, mis hijas al parecer, pusieron quién sabe dónde, no la hallo; ni siquiera sus sombras me deja ver.

Sé de antemano que, algunos que esto lean, dirán con desenfado, "este decadente viejo pasa por alto toda lo malo hecho, como sanciones, invasiones, mal de ojo, porque hasta esto cuenta, que el imperialismo hace para que las revoluciones no marchen y se vean privados los pueblos de lo que ellas por esencia representan". Y me volverán a decir, como cuando prediqué contra la lucha armada y la violencia de las décadas del 60 y 70, "agente del imperialismo". Porque, si algo curioso hay en todo esto, es que, entre quienes gobiernan, por herencia y la "izquierda" que les hace oposición, sigue habiendo perfecta coincidencia. Ambos evalúan a Cuba en los mismos términos, aunque el gobierno de la isla, más pragmático, así no piensa. Fidel no tuvo empacho y nunca le faltó razón en condenar el alzamiento de Chávez, dado que llevaba muy buenas relaciones con CAP. Por cierto, asunto este sobre el cual nunca Diosdado ha hablado, como no habla que José Vicente Rangel apoyó la candidatura de Caldera, pero eso lo echan en cara al PCV como hubiese sido un pecado. Y si lo fue, confieso que yo lo cometí y no me arrepiento, pese su gobierno fue un desastre, lo que no es mi culpa, de José Vicente ni del PCV.

Es cierto que las constituciones china y cubana definen a sus sociedades como socialistas, pero al hablar de esto, recuerdo de Vladimir Acosta, aquel cuento de campesinos que por engañar al cura, en días de semana santa, optaron por llamar al cochino que comían chigûire, al referir cómo el gobierno, en tiempos de Chávez, montaba sus areperas, suyas, del Estado y las llamaba socialistas. Negocios por cierto que, como ha sido habitual, terminaron todos en la quiebra.

Es decir, la explicación es sencilla y repetitiva. Pero hay más. Quienes en Venezuela, no sin aparente razón, acusan a Maduro de liberal y hasta agente del FMI y de los grupos económicos, en el caso cubano, lo hacen del puro imperialismo que, al gobierno y al pueblo de la isla, tienen cercados, tienen de la vida y del movimiento el mismo concepto. Son las mismas visiones de la coyuntura mundial y estrategia.

Cuando hable antes de Maduro y dije "no sin aparente razón", quise decir que, lo aquí pasa, como que la política salarial pareciera dictada por el FMI, se explica en las sanciones y en las imposiciones de los grupos económicos internos a un Estado que llegó al límite de la debilidad económica, dado el hundimiento del rentismo petrolero. Circunstancia esta última, derivada de las sanciones pero también de los persistentes errores del gobierno desde los tiempos de Chávez y de la errada concepción estratégica de creer que estábamos en condiciones como país y por el escenario mundial, de desafiar como lo hicimos a las fuerzas del imperio y, pese ello, llegar enteritos y con las banderas en alto, hasta la meta.

El crecimiento descomunal de China que todos reconocen, pese a algunos eso "les hierba la sangre", se debe en buena medida por haber reconocido que la construcción de un modelo socialista, no es asunto de soplar y hacer botellas y menos depende de la voluntad y buena fe de la vanguardia. Echó por tierra aquel simplismo que creía que la base de todo estaba en "la correlación de fuerzas". Es decir, bastaba tener el apoyo de la población y hasta de las fuerzas armadas, para construir una sociedad diferente al capitalismo y para más señas, justa, equilibrada y sana como el socialismo. Los vietnamitas se dieron el lujo de derrotar en una guerra cruenta a los Estados Unidos y bajo el recuerdo de Ho Chi Min, como los chinos de Mao, es decir, tenían a su favor la "correlación de fuerzas" y la imagen y optaron por un modelo parecido al chino. Sólo que, en estos tiempos, no he oído hablar del "socialismo vietnamita", porque entre estos, al parecer, no hubo necesidad de adormecer a nadie.

En aquella reunión, creo, la III internacional, en la cual se acordó "luchar por todos los medios disponibles, incluida la fuerza armada, para el derrocamiento de la burguesía internacional y la creación de una república soviética internacional como un estado de transición hacia la abolición completa del Estado", se estableció una norma mundial, una cartilla que muchos todavía, llevan en los bolsillos y en sus ratos de ocio y meditación sacan y leen para no olvidar y guiarse como los curas y monaguillos, sólo con rezos y dioses diferentes.

Pese los chinos y los vietnamitas ya antes habían enseñado que ese no era el camino, en Venezuela y otros sitios más, no hemos entendido que "falta mucho por andar", pues como antes dije, no es asunto sólo de "correlación de fuerzas" y "derrocar la burguesía", sino que como diría Ali Primera, "hacen falta muchas cosas más", porque de lo que se trata es de "alcanzar un alto desarrollo de las fuerzas productivas", como que del fondo de la sociedad, con el empuje de la vanguardia y la ayuda en cuanto eso sea preciso y necesario del Estado, surjan unas nuevas relaciones que terminen por imponerse. O lo que es lo mismo, no se trata de "derrocar", sino que una nueva forma se imponga sobre la vieja por su capacidad para producir, incorporar las multitudes a esa meta y distribuir con justicia y equilibrio. Es un proceso en el cual hasta el Estado mismo debe ser transformado por la sociedad y las nuevas relaciones. Hay que estudiar, empiezo por recomendarmelo a mí mismo, cómo fue ese tránsito del feudalismo al capitalismo.

Nuestras "revoluciones", por diferentes motivos, llevaron a un nivel de enfrentamiento con Estados Unidos que terminaron en lo que ahora estamos, clamando porque nos suspendan las sanciones, lo que incluye nos permitan seguir produciendo petróleo como antes y hasta comprándonoslo a como su capital disponga. Antes no pensamos en eso, imaginamos al adversario incompetente para hacernos lo que nos trajo a esta orilla. Del desafío, pasamos al ruego.

China, con posterioridad a la decrepitud, muerte de Mao y los acontecimientos posteriores, se abrió al capital internacional emergente, aquel que llamaron gaviota, dispuesto a viajar donde fuese necesario y le brindasen seguridad y de allí derivó en lo que ahora es, una potencia capitalista, una mutación si se quiere, donde como una iglesia, conserva la misma tradición imperial de un gobierno centralizado, en el nombre de un supuesto Partido Comunista y la figura del viejo maestro y jefe del Partido de la hoz y el martillo, en sustitución del emperador Xuantong. Aunque en verdad, el gran jefe chino, lo es la enorme fuerza de su capitalismo, capacidad de producir por la abundancia de mano de obra más barata que en el mundo occidental y hasta de mejor preparación. A Mao comienzan a olvidarlo.

La visión de Estados Unidos hoy frente a China no tiene nada que ver con el comunismo y menos porque esta enorme nación asiática esté en el rol de la Rusia heredera de Stalin, la de estar en actitud de, por medio de la III internacional, de promover "revoluciones socialistas en el mundo", sino por la amenaza que significa su capacidad de inversión y para inundar los mercados con sus mercancías. Hasta el mercado de EEUU mismo, ha sido, en los últimos años, invadido por la producción china de buena calidad y mejores precios.

Las revolucionarios nuestros, lejos de haber aprovechado las ventajas que hemos tenido, en este caso, nuestro petróleo, por sólo hablar de este, para impulsar el crecimiento de la economía interna, como lo hicieron chinos y hasta vietnamitas, acabando de cerrar una feroz guerra contra EEUU y sin aprovechar las ventajas que da la Constitución Bolivariana para estimular el desarrollo de nuevas y distintas relaciones producción, dado que el socialismo espera por unas condiciones que como ya hemos dicho y previó el propio Marx, optaron por desafiar a aquel como guapetones de barrio y sin estar en las condiciones que llevaron a Cuba a ser declarada tempranamente por aquél país y sus gobiernos como un peligro y amenaza. A nosotros esa misma calificación nos dio sólo por "bocones".

La Revolución Cubana, guiada por el espíritu y la concepción estalinista, impuso unas políticas que provocaron una estampida de sus ciudadanos hacia EEUU y por esas políticas, el Estado cubano recién nacido, se convirtió en el propietario de todo. De nada vale decir que eso era un asunto de la soberanía cubana en la que EEUU no tenía por qué mezclarse, pues el mundo y el capital, no funcionan de manera tan caballeresca. .Lo importante y sustancial es haber aprendido de aquello y entender que, EEUU es eso que llamamos "un mal necesario", con el cual hay que aprender a lidiar. Los hechos demuestran fehacientemente que no estamos en capacidad de desafiarlo y enfrentarlo con la idea que lo vamos a derrotar, independizarnos de él, sólo en el discurso y, mientras más sonoro, más rápido y seguro

Y por no haber aprendido a manejar esto con el debido equilibrio, nos hemos puesto a hablar por demás, exhibirnos como lo que no somos. No podemos, innecesariamente, ponernos en la mira de quien apunta con su arma poderosa. Y por hacerlo, como muchacho malcriado, hemos terminado, de desafiantes y supuestamente capaces para todo, hasta para llegar al "socialismo", uno como elaborado en una carpintería o fábrica de logos, "aunque los gringos no nos compren ni una gota de petróleo, nuestra revolución seguirá triunfante", en suplicantes por la suspensión de las sanciones, para poder a empezar desde el estado de miseria en el que ahora estamos.

En estas revoluciones, el pueblo, los trabajadores pusieron toda su fe, fuerza y esperanzas, para terminar deseando volver donde empezaron, por los salarios que, antes eran enanos, ahora por demás chucutos y las privaciones aumentaron. Mientras las vanguardias, las de antes y ahora, de esto no se enteran. Las de ahora, como las de antes, en el curso de todas estas luchas, ni pequeñas cicatrices heredaron. Y el petróleo, al cual todavía mucho le queda por hacer y brindar, sigue en la tierra sin que haya quien lo saque en abundancia. ¿Y el oro, coltán, de tantos minerales que hemos ufanado poseer, de nada nos han servido, como la abundancia de tierras cultivables y el agua, porque no hay, no revolución, sino siquiera voluntad y entusiasmo para darles el valor que poseen.

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