Yo conocí a Stalin una mañana larga en una huelga que parecía imposible en un país que se volvía inviable
Compartí con el, también, el placer de la buena lectura y el periodismo militante y esa necesidad permanente de saber que somos parte de algo supra nacional y supla individual que llamamos Utopía.
Por eso compartimos más de 40 años de militancia por un ideal socialista complejo, en un mundo más racional y menos salvaje.
Amábamos la utopía y la vida con la misma fruición que un buen plato de comida un domingo cualquiera, y quizá por eso, la muerte nos resulta apenas un accidente generacional, en este trayecto de resistencia inevitable.