“No podemos aceptar que tengan a alguien esclavizado para darle clase a nuestros hijos”
Las redes sociales se han convertido en un canal por el cual se comparten con entusiasmo cualquier cantidad de imágenes de las grandes movilizaciones y acciones de las maestras y demás trabajadores de la educación, en lucha por su salario y por la discusión de la convención colectiva. Mientras el gobierno, en su doble rol de patrono y de responsable de la política económica que tiene a la gran mayoría de la clase obrera en la pobreza crítica, responde con una combinación de ninguneo, intimidaciones e intento de criminalización, acudiendo al argumento manipulador sobre “el derecho a la educación”.
Pero el pueblo no es tonto, las madres, padres y representantes son parte del pueblo trabajador y no se dejan embaucar con ese vil argumento. Al contrario, la simpatía por la lucha de las maestras y docentes en general, se nota fácilmente en la mayoría en los comentarios en las camionetas, en los lugares de trabajo, en las conversaciones con vecinos y amigos. Desde un motorizado que hace un video un Tik Tok para repudiar las amenazas que “colectivos motorizados” en Aragua les hicieron a los docentes, hasta una estudiante de bachillerato que increpa a una autoridad educativa por la miseria salarias de sus profesoras.
En ese marco, son varias las muestras de apoyo que han recibido, no solo del pueblo en general, sino también de las propias madres, padres y representantes, a quienes este gobierno hambreador quiere poner en contra de la clase trabajadora del sector educativo. Una de estas muestras, muy clara y contundente, vino de un representante en Bejuma, en una reunión con las docentes. “Menos de un dólar por día” es lo que ganan, cuestiona el representante, por eso, dice, “nosotros estamos completamente de acuerdo con ustedes”. Y plantea la siguiente reflexión: “¿Cuándo le va a enseñar a mi hijo una persona que viene con hambre, con preocupaciones, sin remedios, sin comida para los hijos? Es imposible.”
Al respecto de las dudas expresadas por algunas docentes sobre si debían parar las protestas y volver a las clases, para que los estudiantes no perdieran más clases, este representante va más allá y, en un ejemplo de conciencia de clase, les plantea: “no se puede regresar, eso es esclavitud”, despertando aplausos entre los demás representantes, “a un esclavo se le da la comida, se le dan harapos y se le da posada, a ustedes ni siquiera le están dando eso”. Sobre la misma idea, insiste: “no pueden regresar a las aulas, eso sería perder un mes de protesta… yo entiendo la preocupación que han esbozado aquí, pero hermano, no puede ser que aceptemos que tengan a alguien esclavizado para darle clase a nuestros hijos”.
Y es contundente al cuestionar a los docentes en roles directivos que presionan, cual patronos, a los docentes en lucha: “Cuando un director interpela, presiona, eso que hemos visto en las redes, le grita a un maestro, es un esclavista”.
“Ustedes tienen derecho a un salario digno”
En otra asamblea, también en el interior del país, una madre dice claramente: “no le pueden exigir a un docente, a que vaya a cubrir en un salón de clases, cuando en su casa tiene un hijo pasando necesidad, cuando él también pasa necesidad y tiene que dejar su responsabilidad para tener otro trabajo para cubrir esa necesidad”.
Esta madre argumenta en favor del derecho a un salario digno de las maestras, cuestiona –como también muchos en el país– que el gobierno haya gasta una millonada de dólares en construir un estadio de lujo para la Serie del Caribe mientras el salario mínimo está en la más profunda miseria, y plantea un mensaje claro: “Yo como representante les digo, no se detengan, esto es hasta que ustedes obtengan respuesta, no se pueden detener”.