Cambió mi vida lo que leí en un periódico de EEUU, un 17 de diciembre de 1980… Helo aquí…

Jueves, 02/05/2024 10:22 PM

 

  1.  Era yo estudiante de posgrado en la Universidad de California, y tenía en mis manos el periódico "Los Angeles Times", y me estaba enterando en ese momento que se estaban cumpliendo 150 años de la muerte del Libertador Simón Bolívar. Yo estaba lejos de mi país, y sólo contaba con un compatriota con quien recordar a aquel memorable personaje, el que nos había dado patria, una patria en aquella hora tan desgraciada, tan desfigurada y destrozada. Aquel compañero de estudios era Ricardo Báez. Le mencioné lo de aquella fecha patria, de lo abandonados que nos encontrábamos nosotros los venezolanos en el mundo. De lo horrible que estaba nuestro país, sin destino, hundido en miserias morales espantosas, y siendo a la vez el ludibrio del continente latinoamericano. Sobre todo, desolados, impotentes, sin futuro y sin alma. Pero de la lectura de aquel artículo saldrían de mi pluma unos diez libros de historia…

  2. En ese momento, Ricardo Báez me dijo: "-José, me regreso a Venezuela, listo, se terminó", y le pregunte: "¿Entonces, no vas terminar el doctorado?" Me contestó: "-No. Lo que uno está haciendo por aquí, allá nadie lo valorará. De seguro que me tocará obedecerle en la universidad a un burócrata acomplejado. Estoy cansado, aturdido de estos estudios. No sé de veras para qué estudio algo que allá no va fructificar en medio de los horribles pleitos de los grupos de partido. Me regreso José, está decido. ¿Y tú qué? ¿Te quedas?"

  3. Era, digo, un diciembre, 17 de diciembre de 1980, una mañana prematuramente brillante allá en San Diego, California. Día que quizá prometía ser bueno para los demás, no para Ricardo ni para mí; en uno ya empezaba a cuajar en el aire y en los colores del cielo, dejos de melancolía. ¿Sé debería a esta tierra extraña, lejana, entre gente alejada de nuestra historia, o a los recuerdos miserables un pueblo tantas veces traicionado? Remordimientos, soledad. A mi lado, aquel periódico: "Los Angeles Times"; en él, una foto del Libertador Simón Bolívar, erguido, espada al cinto, sereno, jovial, de mirada apacible. En la nota se nos recordaba que hacía ciento cincuenta años había muertos aquel genio inconmensurable, y que yo contaba acaba de cumplir 36, y aún no había nada que valiera la pena, digno del Libertador Simón Bolívar.

  4. Le respondí a Ricardo que me quedaría para concluir mi doctorado. Tenía tres hijos, y que con mi esposa seguiría batallando hasta terminar mi tesis. Pero entonces tomé una desesperada fiebre por leer sobre Bolívar, quería y me era urgente refutar todas las cochinas que escribían los estadounidenses contra nuestros Libertador. En ese instante sentía que nuestra única historia, la verdadera, era la que comienza en 1810 y termina en 1830, con la muerte del Libertador. Después de 1830, pudiera hablarse de la historia atroz de nuestra desesperanza, la historia de nuestros remordimientos o la historia de nuestra desintegración. Desde entonces, sentía que no había un solo hecho político por el que nos sintiésemos dignificados como hombres, como pueblo, como nación.

  5. El título del artículo de Los Ángeles Times era: "Simón Bolívar was despot at heart" (BOLÍVAR ERA UN DÉSPOTA DE CORAZÓN). Qué manera de esta gente para recordarlo. Bueno, después de todo –me dije-, los yanquis no tienen por qué quererlo, ya que Bolívar nunca les quiso. Sin embargo, uno no deja de pensar en la honda ingratitud, recelo e injusticia que a veces se ha mostrado hacia el Libertador tanto en Venezuela como en el resto del mundo.

  6. Existen volúmenes completos sobre los detractores de Bolívar. En Colombia y el Perú, al igual que en Argentina, se cuentan por centenares los escritores que han tomado la pluma para denigrarle. De todos ellos, el caso más reprochable es el de Ricardo Palma. Del español Salvador de Madariaga no era de esperar nada bueno. Todo lo que dijo contra Bolívar, fue hecho por encargo del Departamento de Estado norteamericano (pues todo un diplomático que viajaba por el mundo con fondos de la Fundación Rockefeller, Ford o Farfield o de la Fundación Kaplan todas éstas tapaderas de la CIA) para desprestigiar al gran héroe de este continente1.

  7. Pese a la campaña mundial contra Bolívar, cada vez más furibunda, no se puede ocultar su grandeza, así como, por ejemplo, no se puede luchar contra el ciclo de las estaciones y lo sublime de las leyes del Cosmos. No hay nada personal en él por lo que se le pueda criticar: ni deseos terrestres, ni sentimientos torpes o vacíos, turbias satisfacciones o vaguedades intrascendentes. La historia cada día nos lo muestra más limpio, más erguido y sublime a pesar del cúmulo de mentiras que sobre él se han lanzado.

  8. ¿De dónde sacaron los gringos que Bolívar era un DÉSPOTA DE CORAZÓN? Sin duda que de la lectura de sus detractores, digo, sobre todo de Salvador de Madariaga. Antes de entrar a considerar en detalle cada uno de los aspectos más resaltantes del Libertador -como estadista, poeta, militar, visionario- permítasenos hacer una rápida semblanza de esa vitalidad tan templada que ha sido la razón por la que tantas veces se le ha llamado déspota y tirano. Ante todo, parece más bien sobrehumano que Bolívar permaneciera intacto a las tentaciones de cometer desmanes terribles en una guerra tan violenta como fue la nuestra. Por el contrario, permanece impávido, seguro en sí mismo, casi un dios, cuando todavía muy joven y con serenidad dice: Españoles, si persistís en ser nuestros enemigos, alejaos de estas tierras, o preparaos a morir.

  9. Esa simple declaración muestra a Bolívar como el predestinado a darnos libertad. Es la sentencia sólida, neta y formal de quien está compenetrado de una idea, de una gran fe en sí mismo y en su destino; de un valor y de una decisión más poderosa y consistente que la muerte. Es la sentencia del que va a regar de heroísmo toda la extensión de un continente; a levantar esclavos, a someter verdugos, a hacer marchar a los hombres, a la tierra y al cielo en una espiral de anhelos y hazañas infinitas. Erguido y sereno, lanzó al mundo esa frase que sería la tumba y el fin de un reinado. En Bolívar la palabra era acción y a veces más que acción, un fenómeno que penetra los acontecimientos, los hombres, de una desbordada confianza en la victoria.

  10. Como "DICTADOR" supo coordinar el poder político y militar en una dirección de efectivo humanismo. Está claro que guerreros y hombres audaces sobraban en Venezuela para abatir dos o tres escuadras como las que vinieron de Morillo, pero no hombres que encarnaran como él cohesión tan prolífica en áreas disímiles del pensamiento como eran lo militar, político y filosófico. Era un escritor nato de una sutileza sicológica certera y penetrante.

  11. Pero lo que pasma del Libertador es su vitalidad, su constancia en el trabajo, su lucha obsesiva contra la inmovilidad. Él sabía que mientras hubiera vida habría conflicto y que antes de desertar era preferible morir en el combate. Pero no esperaba que el combate acudiera a él: Bolívar lo buscaba, desafiaba a los mil demonios de la locura con un desplante suicida. Llevaba sobre sí la dolorosa y terrible cruz de la dignidad y la libertad de un continente.

  12. Hombres enérgicos y épicos como San Martin y Sucre terminaron inclinándose ante su genio, ante su prodigiosa capacidad para afrontar el peligro y las adversidades. Dice José Martí: ¡Qué hombre sería Bolívar, para que personajes del fuste de San Martín, Jefe del ejército, Jefe de Estado, dueño de verdes laureles, le ofreciera, apenas lo vio y lo oyó, ponerse a sus órdenes! ¡Qué hombre para haber inspirado la veneración que inspiró a varón tan probo, tan austero, tan recto y de tan analizador y descontentadizo espíritu como el del Gran Mariscal de Ayacucho!

  13. Sin Bolívar la revolución no habría tenido la gloria y el hálito sagrado que todavía sopla entre nosotros. Era la eficacia rectificadora en una guerra cruel y bárbara. Todo se impregnaba de heroísmo a su lado: hasta el deseo de encarar la muerte tenía un sabor de aventura: es él, la evidencia de algún milagro, el peregrino sublime de la más elevada exaltación soñadora y de la abnegación más absoluta.

  14. Alguien dijo, en aquellos tiempos, que la vida sólo se justificaba para servir bajo las órdenes del Libertador. Nosotros, los de esta generación, lamentamos amargamente no haber tenido aquella oportunidad de servicio.

  15. Añádase que su "DESPOTISMO" fue, en política, un hombre sometido al rigor de las leyes más absurdas que país alguno haya inventado. Esto por una parte lo ha hecho el genio más trágico del siglo diecinueve: su sensibilidad, su pasión y toda su obra grandiosa nace y vive en medio de las más frustrantes y devastadoras contradicciones creadas y sostenidas por delirantes leguleyos. Libera un extenso territorio donde los grupos humanos no llegan siquiera a la condición de pueblo; acostumbrados por siglos a ser esclavos, de pronto, en la libertad, todos quieren mandar y nadie obedecer. Se genera entre los salvajes militares, orientados por el cinismo funesto de los cortesanos intelectuales, una desastrosa anarquía que desintegra y apaga la inmensa obra que fue la organización de la Gran Colombia. Es doloroso ver al hombre más asombroso de la América del Sur perdido, inmóvil ante el caos, ante el escándalo incontrolable de la calumnia, la intriga y la agresión. Lágrimas trágicas nos acompañan en el silencio presente de esta historia culpable, cuando en sus últimos días dice: Quisiera yo saber qué es lo que pudiéramos hacer... Yo no sé a qué aspiramos, ni qué fin nos proponemos en nuestros sacrificios... Nosotros no podemos formar ningún gobierno estable, porque nos faltan muchas cosas, y sobre todo hombres que puedan mandar, y que sepan obedecer... Yo no sé qué hacer, ni qué aconsejar. Aquí no se puede respirar sin conmoción, y no se puede conmover sin explosiones horribles. No hay base sólida y fija, no sé sobre qué debemos contar... Deseara poderme mover pero no sé - nótese lo enfático en el no sé-de qué manera, de suerte que si los nuevos peligros que van a sobrevenir no me indican el camino que debo seguir, tendré que permanecer en la inacción, porque no veo más que incertidumbre y amenazas.

 

1 Don Salvador fue agente de la CIA, y para ello invitamos al lector a consultar la el libro "La CIA y la guerra fría cultural", de Frances Stonor Saunders, Editorial Debate, Madrid, 2001.

 

Nota leída aproximadamente 2795 veces.

Las noticias más leídas: