Las relaciones, cualquiera su tipo entre Colombia y Venezuela: en lo adelante quedarán electrizadas con sonrisas de malos vecinos y, lo más posible es que, las fronteras de la hermandad y de la equidad volarán por el aire por el que tenga más bríos de luchar por lo suyo y, no será Lula da Silva el que meta sus manos en el fuego por ninguno de los dos países y, con un meollo de discordia los Estados Unidos clamarán aún más por un aleluya de razones que desde hace años utilizan la cuerda floja sin prestar ayuda económica.
Y todo ese avatar de situaciones viene por unas actas que se fueron a las nubes de la imaginación y desde el 29j han sido un artículo de primera necesidad que, no encaja en la dieta del venezolano, ni en el juego de la política del CNE que de ellas, solo se sabe que estuvieron de paseo por horas en la OEA y, camufladas volaron bajo, saliendo como un meteorito de la oposición y subrayadas de escandalosas siguen perdidas y, ahora viene el canciller de Colombia, Luis Gilberto Murillo, como si fuera un guerrillero más que lucha con armas de malas intenciones y, le dispara a quemarropa al presidente Maduro, al que sin BRICS+ lo han dejado pensativo y, sin compasión de amistad él, grita en círculo ambicioso el atropello institucional que, no lo reconocerán ni que se pinte de rojo -al mismísimo Maduro.
Y para mayor antojo de oprobio summa cun lauden del gobierno colombiano hacia el de Venezuela suelta, el canciller la premisa que no entra en el aro de la Gran Colombia con Petro Urrego a la cabeza de que, tiene que haber actas electorales antes del 10 de enero de 2025 o, sino, pues, pudiera deducirse que Maduro no agarrará el autobús presidencial que lo lleve rumbo al 2030.
Y en respuesta Yván Gil como canciller de Venezuela, emocionado de tristeza, reaccionó con un tate quieto de asombro por las palabras del canciller Murillo de Colombia y, con ojos destartalados de incomprensión lo guindó rápidamente con el murmullo de su rabia interior, tal como se enfrenta a un pusilánime que ha perdido el juicio dejándose llevar en el acto por el chantaje que juegan la ultraderecha y los Estados Unidos de Norteamérica cuando ven un micrófono presente, pierden la cordura de su imaginación y se trepan por la tangente de los rencores a decir disparates que no expresan cuando están frente a frente a la realidad de lo bilateral, de dime y yo te respondo, en la discusión protocolar de todo es posible entre pueblos hermanos.
Pero no solo eso, sino que en particular, indicó el canciller Gil, Venezuela "le responderá en su momento" y él, el canciller colombiano, "se arrepentirá, de la constante intromisión en nuestros asuntos internos". Y con toda dosis de razón le asiste a nuestro canciller criticar y desmantelar, la opinión que no le asiste a los colombianos ni a nadie en particular fuera de los venezolanos y mucho menos de actas y demás enseres de la vida cotidiana del pueblo de Venezuela y, pase lo que pase, el papagayo de las relaciones siempre estará entredicho.
Y solo queda esperar que Petro y su canciller le otorguen el reconocimiento constitucional al presidente Maduro o, de lo contrario nadie sabe que pasará o, ¿estaremos enguerrillados como le gusta a los colombianos?