Un grupo de intelectuales, viejos militantes de izquierda, entre ellos dirigentes de la OR LS, así como algunos historiadores, han salido a la defensa del sector militar de una manera acrítica, lo que parte de una perspectiva pragmática de la alianza cívico militar planteada e impulsada por el comandante Chávez, donde tratan de justificar la dirección política que este sector tiene del actual proceso político venezolano.
Dentro de este sector, es el intelectual Jesús Martínez uno de los que con más fuerza defiende lo expresado en el párrafo anterior para justificar la dirección militar, además, ha tratado de imponer teóricamente que los militares son parte de la clase obrera por obtener un salario, por lo tanto el proletariado y demás sectores explotados deben subordinarse a este sector, él termina por plantear la militarización de la clase obrera, enmarcada esta en la lucha contra el imperialismo, lo que no negamos, sabemos que hay fuerzas patriótica y antiimperialista dentro de las fuerzas armadas, así como que dentro de ella hay destacados compañeros que han dado aportes significativos a la confrontación contra el imperialismo. De lo que se trata para nosotros los trabajadores, es impulsar un debate que permita el rearme político orgánico de la clase y la proletarización de las fuerzas armadas como un verdadero pueblo en armas, donde la lealtad sea a la revolución, a la clase y no la obediencia a la jerarquía, esto es parte del debate planteado.
A manera de introducción
La aprobación de la ley de los consejos productivos de trabajadores y trabajadoras (CPTT), unido a las instrucciones dictadas por el compañero presidente Nicolás Maduro, nos ha permitido generar un debate nacional en momentos de letargo o repliegue de la clase obrera venezolana.
Debate que se da ante una ofensiva de la patronal, tanto privada como del estado contra los trabajadores y trabajadoras y en forma directa contra los sectores de lucha y avanzada de nuestra clase, fundamentalmente en los estados centrales del país.
Es necesario aclarar que hoy dentro del proceso venezolano, el imperialismo y sus aliados, han impulsado políticas y acciones contra los sectores explotados, que se concretizan en el más bestial empobrecimiento de los trabajadores, con el fin de socavar el avance de los logros del proceso revolucionario impulsado por el comandante y compañero presidente Hugo Chávez.
Esta política de agresión, se ha materializado en una profunda crisis que ha recaído en los hombros de los trabajadores y demás sectores explotados, mientras que en los sectores o bloque dominante, su enriquecimiento sigue sin tropiezo, apoyado por sectores de dirección de gobierno, como del partido, quienes se han atrevido a declarar a la burguesía “nacional” como revolucionaria, negando estos sectores de dirección la mayoría de las veces a la lucha de clases como motor de la historia, o creer el viejo cuento de la academia de ciencia rusa que proponía que los procesos son etapistas y es la burguesía la llamada a desarrollar las fuerzas productivas.
De allí que el debate de los CPTT pasa por un balance de los últimos años del proceso revolucionario, en cuanto a las gestiones de los trabajadores y/o que han hecho en su nombre, de la gestión de la alianza cívico militar, como también de las políticas asumidas por el gobierno para poder mantenerse en el poder, igual, entre lo que podemos decir, las incorrectas políticas directas que regulan y fundamentan la venta de nuestra fuerza de trabajo, que tiene que ver con lo laboral, el salario, los contratos colectivos y tablas tabuladoras, todo esto ha sido aprobado por las diversas instancia de poder, sin discusión en la base de los trabajadores, profundizando con esto la explotación del trabajo, con el agravante de que estas políticas, han sido aprobada en el nombre del socialismo, con el apoyo o silencio de los que denominan los engavetados de la central bolivariana de trabajadores.
El problema de las clases.
Desde la aparición de la propiedad privada, aparecen las clase sociales, la dominación de un grupo sobre la inmensa mayoría, con ella la esclavitud como manera directa de apropiarse del trabajo de esta inmensa masa, que en fin, su existencia estaba marcada por las necesidades reales del amo.
Hoy nuestra venta del trabajo la marca la necesidad globalizada del capital y sus centros hegemónicos, los que imponen leyes que socavan las conquistas logradas por siglos de lucha, marcada por muertes y persecuciones, que han permitido al capital imponer sus gobiernos de fuerza y fuego, contando no solo con ejércitos de mercenarios, sino con el arma más letal, los medios de ideologización de masas, que permiten mantener su dominio y muchas veces defendido esto por los propios explotados.
Por lo tanto, la mercancía hoy no solo sirve para satisfacer necesidades humanas como comida y vestimenta; la producción de mercancía está montada dentro de la industria del espectáculo, de la enajenación, de las necesidades creadas, convirtiendo estas nuevas necesidades en el fin mismo de su existencia, vivimos hoy una globalización del mercado, la santa necesidad del consumo.
Las nuevas políticas neoliberales se centran en la mayor obtención de plusvalías, tratando de mantener grandes márgenes de su tasa de ganancia, para ello es necesario desconocer las conquistas laborales y salariales, aumentar el ritmo de producción, el aumento del tiempo de trabajo y edad para laborar, propiciando la sumisión del trabajador. Esto nos lleva a acrecentar las contradicciones de clase, visto desde la objetividad planteada por Rosa Luxemburgo, socialismo o barbarie.
En las últimas décadas grupos de la burguesía han venido concentrando cada vez más capital, asumiéndolo por la fuerza del asalto y de la unificación de capitales, lo que une a grandes consorcios o transnacionales que antes competían en el mercado, hecho que ha permitido que algunos teóricos postmodernos acuñen el término o nueva categoría de “imperio”, negando la consolidación de los países históricamente hegemónicos y su dominio con sus fuerzas militares, pareciendo que el capital está disperso por diferentes países y nacionalidades que permite a ello acuñar el término “imperio”, justificando las nuevas alianzas en el campo económico con países imperialistas, negando a su vez la lucha de clases tanto en las mismas naciones hegemónicas como en los países dependientes o dominados.
Este desarrollo industrial lleva consigo como hemos dicho, la negación de las conquistas laborales, logradas muchas de ellas por siglos de lucha, para ello han logrado “socializar” la globalización de la industria y su producción y con ella, la sobreexplotación del trabajo, dividiendo cada vez más los centros de producción, llevando sus capitales a países periféricos o emergentes que les brindan las condiciones necesarias para la sobreexplotación del trabajo y la depredación del medio ambiente.
Con ello, aparecen en estos países millones de maquilas, socializando la explotación del trabajo al máximo y vemos como una mercancía de alta tecnología puede tener componentes de diversos países o maquilas. Esta relación de dominio nos lleva a tener trabajadores de primera, de segunda y de tercera, con un agravante: que este desarrollo lleva en su seno la pérdida del trabajo, la separación objetiva del trabajador y la producción de la misma, creando sectores de desempleados que nunca podrán ni ellos ni gran parte de su familia optar por ser explotados directamente, formando ya, no el ejército de reserva necesario para el capital, sino excluidos sociales que suman millones en el mundo.
Pero también tanto en los países imperialistas, centros hegemónicos, como en los países donde llegan estos capitales convertidos en grandes zonas especiales, con leyes internacionales que les brindan a estas inversiones el marco legal para la sobre explotación, crece un sector medio que tiene como tarea no solo la administración de los capitales, también su “dirección”, lo que permite a este sector, tener mayor poder de compra y venta dentro de la nuevas necesidades creadas, de allí, la globalización del mercado, haciendo de este sector medio y profesional el más reaccionario, siendo hoy el apoyo de los nuevos partidos de la extrema derecha, dentro de la telaraña impuesta por el capital, donde el capital especulativo es la punta de lanza para obtener las mayores tasas de ganancia con la sobreexplotación del trabajo y separando cada vez más a los trabajadores.
Venezuela no escapa a la dinámica impuesta por el capital, con Chávez se logra librar grandes batallas directamente contra estas políticas neoliberales, que para el momento no tenían mayor resistencia. Según los ideólogos neoliberales la historia de la lucha de clases llegaría a su fin, el mundo del trabajo tenía grandes retrocesos, despidos masivos, desmejoras laborales, eliminación de salarios en grandes porcentajes, aumento del tiempo y ritmo de trabajo; con Chávez se logra levantar con fuerza las banderas de lucha contra el neoliberalismo y su régimen de terror, esa lucha contra las políticas neoliberales logra unir por intereses de sobrevivencia a diversos gobiernos de países latinoamericanos, con marcadas diferencias, pero más allá de estas alianzas y nuevas formas de organización de estas naciones, aparece de nuevo la clase obrera en sus luchas objetivas y concretas contra las políticas neoliberales, apareciendo una nueva subjetividad, renaciendo la historia de la lucha de clases y con ella nuevas confrontaciones directas contra el imperialismo
Con el asesinato de comándate Chávez, tanto el imperialismo como la burguesía profundizan sus ataques contra Venezuela, los que son respondidos muchas veces con acuerdos que nos han llevado a claudicar en las conquistas socioeconómicas y políticas, muchas de ellas de corte neoliberal; nuestros burócratas y tecnócratas buscan hacer que la burguesía venezolana desarrolle las fuerzas productivas, logre el “despeje” productivo, sabiendo de antemano, que quien ha inducido la crisis económica ha sido el imperialismo y sus aliados, la burguesía venezolana; por lo tanto dicha política no logra el despeje económico esperado, por el contrario, el saqueo a la divisa sigue siendo su festín.
Para ello han aplicado políticas que nos llevan al desconocimiento de contratos colectivos, imposición de manuales para su próxima discusión, negación de tablas y tabuladores. Por el contrario, imponen tablas y tabuladores que no aplican en el sector industrial, decretos de zonas especiales, discusión de reconocimientos de reivindicaciones por sector, que permite dividir aún más la clase, todo esto marca que no vamos por el camino correcto en la construcción del socialismo, lo que nos lleva a afirmar que hay sectores dentro de la dirección del proceso que no creen en la revolución de los trabajadores, viendo a la vieja y nueva burguesía como un aliado fundamental y negando a los trabajadores.
Estos nos ha llevado a reconocer que las contradicciones de clase se profundizan, no por la construcción del socialismo como un hecho necesario, no, sino por la claudicación de algunos sectores que dirigen la política del país, por lo tanto, sigue siendo la clase obrera la más golpeada por la crisis inducida, que no es más que una guerra devastadora contra los trabajadores en el plano político y económico.
Estos sectores del proceso vienen negando la dirección de la clase obrera, apareciendo un sujeto con más fuerza que viene siendo históricamente parte de la administración pública, es el sector militar, de quien estaremos hablando luego.
Si hay un problema enorme en el plano teórico del proceso actual, es que adolecemos de investigaciones serias sobre la conformación de las clases sociales en Venezuela, su historia, los diversos bloques sociales en los momentos políticos y revoluciones que hemos vivido como república, de allí que con mucho oportunismo y por la vía del pragmatismo, terminamos subordinando a la clase y a los sectores sociales explotados a una dirección política no proletaria, la cual se niega a creer en que si es posible derrotar la barbarie.
Nuestras luchas y la reproducción del aparato.
Nuestra historia de lucha contra la explotación ha estado también mediada por organizaciones que reproducen consciente e inconscientemente el ordenamiento burgués, sean esto partidos, movimientos, sindicatos, federaciones o centrales, en casi todas ellas hay o se expresa la división social del trabajo (DST), lo que muchas veces ha llevado a un distanciamiento de estas direcciones políticas con los trabajadores y su relación directa tanto con los puestos de trabajado como con sus compañeros de labores.
Pero lo más grave de esta relación, es como los partidos y movimientos han visto y mantenido su relación con los trabajadores, que la han concebido como correa de trasmisión para llevar sus líneas políticas y así engordar el partido con militancia obrera, la cual se subordina a una dirección no proletaria, burocratizando a los sectores más avanzados de ellos, lo que se ha convertido en una cultura y esto se ha reproducido en muchas organizaciones de los trabajadores, sean estos sindicatos, federaciones y centrales.
La dirección sindical no solo abandona su puesto de trabajo, también abandona a sus propios compañeros, no se construye organización obrera desde su autonomía política e independencia de clase, sino sobre la viejas y derrotadas líneas programáticas, por lo tanto se ha visto como normal o natural que la clase se subordine a direcciones que no son propias de ella.
Esta misma visión, es la que prevalece y tratan de justificar teóricamente, los que salen a la defensa de la militarización de la cotidianidad política, los que pretenden militarizar al movimiento de trabajadores, hecho que ha llevado a las diferentes revoluciones socialistas por los sendero de la derrota.
Los trabajadores no podemos renunciar a nuestra propia autonomía, a la construcción de nuestra propia contrahegemonía, la cual debe construir una nueva cultura política, que permita aniquilar la más perversa de las relaciones sociales del capital, la relación de poder, la DST, como necesidad histórica para superar las sociedades de clases, de allí que en nuestra lucha y construcción orgánica debemos prefigurar nuestra utopía concreta de la sociedad comunista.
Quien dirige la revolución.
Hay sin duda dos grandes revoluciones que sacudieron al mundo: Una, es la comuna de París, a pesar de su poco tiempo, nos enseñó a los trabajadores del mundo que era posible hacer una revolución por los trabajadores, con gobierno bien diferente al que la burguesía imponía, el cual hoy es el referente de democracia, y la otra la gran revolución de octubre, la revolución de los soviet o dictadura del proletariado ruso, la cual degeneró en una dictadura del partido.
Solo la clase obrera, los trabajadores explotados pueden liberarse a sí mismos, no podemos esperar como un milagro la eliminación de la explotación del trabajo, por quien no la sufra y viva, esta es la lucha central, la lucha contra la explotación del trabajo, ya que ella nos lleva a la obligación de derrotar y aniquilar las relaciones sociales del capital. Esta lucha ha estado inconclusa ya que la explotación o producción de plusvalía se ha visto como una categoría y un mero cálculo económico, más no como el centro de reproducción del capital.
Igual pasa con la DST que es, la vieja estructura de la sociedad burguesa, y va desde la organización del trabajo para la producción de mercancía y de capital, pasando por la organización social de la sociedad, por lo tanto la vemos como normal, siendo su expresión máxima quien manda y quien obedece, esa relación sin libertad la cual se objetiviza en la relación de trabajo patrón- trabajador, trabajador - maquina, donde la única libertad es la de producir, esta misma relación de dominio sin democracia, aparece también en la vida militar, allí la jerarquía, obediencia y sumisión se ha convertido en toda una cultura, hoy intacta en nuestro proceso que lo ve como natural, reproduciéndola en toda nuestras organizaciones.
Si estudiamos los balances de la derrotas o caída del socialismo real o el camino del llamado socialismo de mercado chino, nos damos cuenta que estas revoluciones y gobiernos dejaron de ser proletarios, sus líneas programáticas no se centraron en la derrota de la las relaciones sociales del capital, sino de mejorarla en el nombre del socialismo.
La lucha por la felicidad y el placer pleno se vio truncada por parecernos a la sociedad de consumo, como a la despolitización de la sociedad, convirtiendo los procesos revolucionarios en sociedades moralistas, religiosas, tal como la sociedad que se dice combatir.
Los trabajadores no podemos claudicar en nuestra lucha contra la explotación, esta es nuestra tarea y nadie podrá cumplir con nuestro objetivo histórico, de librar a la humanidad de la sociedad de la explotación, de la doble moral, de la moderna esclavitud, que nos suprime la libertad de ser felices, para ello jamás nos podemos subordinar a nadie.
El problema militar
El proceso político bolivariano se ha caracterizado por la alianza cívico militar, hecho que ha permitido la estabilidad del proceso, alianza que ha logrado derrotar por ahora los diversos intentos de golpe de estado de la derecha, pero a la vez ha permitido que muchos cargos políticos sean estos de elección popular (impuesto a dedo) o no, estén en mano de militares, teniendo desastrosas gestiones, desde lo político, sin democracia, con mando único e imposición de líneas de acción.
Dicha alianza ha sido asumida sin un cuestionamiento político, que permita un debate profundo no solo dentro de las diversas instancias políticas, partidos, gobiernos, sino también en lo interno dentro de las fuerzas armadas, para lo cual se pongan en debate los elementos (tal vez más polémicos y medulares de la revolución): el problema de la división social del trabajo (DST) y la jerarquía, lo cual es urgente y necesario.
Esta alianza cívico militar se ha venido dando sobre la base del poder, lo que no ha permitido el avance en la discusión, más, cuando la práctica casi generalizada del proceso es no solo la falta de debate, sino la dirección personalista y grupales que terminan con imposición, formando fracciones de poder (nomenklatura).
Hasta ahora la cultura impuesta donde están las gestiones a mando de los militares ha sido: su cultura burguesa que persiste dentro de los cuarteles, el mando por jerarquía, obediencia y subordinación al mando, por lo tanto es la “militarización” de la actividad política y civil que termina en orden y cumplimiento de tareas. Tal vez los momentos más hermosos vividos en esta alianza fueron, en el 2000 cuando se asume la tragedia de VARGAS y nuestros militares con Chávez en la cabeza se abocan a los barrios, cruzándose y en momento convirtiéndose en pueblo, allí en muchos casos el mando real estaba en el poder de la comunidad, la comunidad puso su política al mando.
Otro momento heroico fue el 13 de abril, donde un pueblo volcado por todas las calles del país combatían el golpe fascista de un grupo militar, civil y eclesiástico contra el gobierno legal y legítimo del comándate Chávez, allí también en muchos espacios fue el pueblo quien puso su política al mando, fortaleciendo en el imaginario popular la alianza con los militares como soldados del pueblo.
Pero bien, lo que se trata es de construir una nueva sociedad, la sociedad socialista donde el combate fundamental es la lucha contra la explotación capitalista y sus relaciones sociales, por lo tanto debemos proletarizar las fuerzas armadas, que permita su verdadera democratización, como su formación revolucionaria, partiendo del criterio de que nuestra fuerzas armadas son parte integral de la resistencia y guerra popular prolongada de nuestro pueblo trabajador.
De allí que la lucha contra la obediencia al mando, jerarquía, se debe transformar en obediencia a las diversas instancias del poder de los trabajadores, de los ideales revolucionarios, de nuestra historia y legado heroico de nuestros libertadores, la proletarización de las fuerzas militares, pasa a la vez, de la verdadera concepción: que no hay manera ni forma de combatir y salir victorioso contra el imperialismo, sin el pueblo en arma, la guerra de resistencia tanto en tiempo de paz o tiempo de guerra, que esta pasa por esta debida compresión, por lo tanto debemos partir de las diferentes experiencia de lucha populares de los barrios, estudiantiles, obreras, como guerrilleras y sus formas de mandos, su democracia interna.
Por último los CPTT
Si nos planteamos la construcción del socialismo revolucionario, sabemos que esta pasa no solo por la dirección de la clase, pasa necesariamente por el control obrero de todos los procesos productivos, de su planificación, de su distribución (rompimiento de la enajenación del trabajo) para satisfacer las necesidades sociales, por lo tanto, la nueva organización de los trabajadores y demás sectores explotados, niega radicalmente la vieja sociedad, su manera de hacer la política, de su organización parlamentaria, de su cultura que combatimos y derrotamos, prefigurando en ella la sociedad de la utopía concreta de la libertad.
Si nos planteamos una revolución proletaria, sabemos y lo sabe el presidente Nicolás, que la ley de los CPTT tiene toda una concepción basada en el toyotismo y la calidad total, es por eso que nos convoca a los cuatro punto adicionales, que de alguna manera toca el problema del poder: la gestión directa de los trabajadores, la producción para satisfacer nuestras necesidades, el ingenio para resistir y mejórala y la defensa.
En estos punto se está centrando el debate, sumamente importante, dejando sin cuestionar una ley que beneficia tanto a la burguesía como a los sectores tecnócratas y burócratas, que tienen bajo su control al estado y a los medios de producción y distribución, ya que dicha ley, a pesar de no estar reglamentada, marca con sus líneas el poco alcance de los trabajadores, limitándolos a dar opiniones sobre mejoras productivas, sin tocar el problema del poder.
Ahora bien, los que nos importa en este momento es la repuesta a los teóricos de la militarización, como aquellos que tratan de justificar en muchos casos el desastre administrativo y gestiones desastrosas de sectores militares, comparando a estos con Bolívar y los patriotas en la gesta y lucha independentista, hecho completamente diferente en lo que respecta la realidad actual.
Pero más crítica es la postura de algunos “intelectuales” de la vieja izquierda de manuales, como el compañero Jesús Martínez, que con maniobras teóricas tratan de fabricar una nueva clase social como dirigente de la revolución, el sector militar, la cual fue propuesta simplemente para la defensa dentro de los CPTT y no para su dirección, tratan por todos los medios de convencer a los trabajadores a que se subordinen a los militares.
Por lo tanto está planteado que se incorporen 13000 trabajadores al componente de milicianos, a lo que le tenemos señalamientos críticos, pues dichos trabajadores milicianos estarán dirigidos, coordinados, ordenados por tropas profesionales, dejando varias dudas.
1) En momentos de conflictos obrero patronal (luchas por reivindicaciones y poder) cual va a ser el papel de los 13000 milicianos y a qué dirección van a responder.
2) Serán parte del ejército de profesionales.
3) Tendrán mando de la clase con autonomía e independencia.
Por ello y por más nos planteamos la necesidad urgente de proletarizar todos lo componente de nuestras fuerzas armadas, politizar, dichos componentes, convertirlos en un ejército de resistencia revolucionaria, leal a los intereses de los trabajadores, subordinados a los trabajadores y a la revolución socialista, hacer de nuestro ejército una gran fuerza de carácter y mentalidad guerrillera capaz no solo de resistir, sino también de derrotar al enemigo imperialista, bajo la mirada Nuestroamericana.