Casi la mitad del pueblo fue estafado por un esquema Ponzi de inversiones piramidal

San Pedro, una ciudad de Argentina dividida por un fraude de criptomonedas

En San Pedro unos se beneficiaron grandemente con las operaciones de "La China" mientras que los que llegaron de último perdieron casi todos sus ahorros

En San Pedro unos se beneficiaron grandemente con las operaciones de "La China" mientras que los que llegaron de último perdieron casi todos sus ahorros

Credito: Agencias

Esquema Ponzi de estafa piramidal

Esquema Ponzi de estafa piramidal

Credito: Agencias

En un asado en un patio trasero de San Pedro, Argentina, el pasado mes de mayo, Rafael Flaiman se percató de que un amigo llevaba un blazer azul claro que parecía demasiado elegante para la ocasión. Inquirió un poco al tipo. ¿A qué viene esa chaqueta?, preguntó Flaiman.

"‘La China paga", respondió el amigo, con una sonrisa triunfal.

¿"La China"? Flaiman creció en San Pedro, una localidad ribereña de 70.000 habitantes, y desde hace 16 años es periodista en La Opinión, el periódico local. Pero nunca había oído hablar de alguien llamada "La China" y no tenía ni idea de por qué le había comprado a su amigo una chaqueta nueva y elegante. Resultó que un puñado de las 20 personas que estaban en el asado lo sabían todo sobre esta misteriosa figura y estaban ansiosas por explicar la singular forma en que les había hecho ganar dinero.

Contaron que todas las noches, sobre las 9:00 p. m., "La China" aparecía en el canal de Telegram de una bolsa de criptomonedas llamada RainbowEx. Allí, enviaba mensajes de texto con instrucciones para comprar algún tipo de criptomoneda —invariablemente una desconocida y poco negociada, conocida en el sector como memecoin— a un precio determinado. El mismo mensaje decía que había que vender la moneda cuando alcanzara un determinado precio más alto, lo que siempre hacía poco después.

Era tan estable como un reloj. Todo el mundo en RainbowEx compraba la moneda, el valor de la moneda subía, todo el mundo vendía. Subía el saldo de sus cuentas de RainbowEx.

Nadie sabía quién era "La China", dónde estaba o si siquiera existía. No era más que la fotografía de una joven asiática en el canal de Telegram de RainbowEx. El tipo del blazer nuevo sacó su teléfono y le mostró a Flaiman fotos de compras realizadas por la gente de la zona gracias a "La China". Un coche, una moto, un televisor. Algunas personas estaban remodelando sus casas.

Eran grandes derroches en San Pedro, un lugar conocido por una cosecha anual de naranjas, una gran fábrica de papel y poco más en cuanto a oportunidades de ganar dinero. No es que otras partes del país estuvieran prosperando. Durante décadas, Argentina ha sufrido episodios de hiperinflación y hace dos años la tasa anual se situó en un aplastante 211 por ciento. (En Estados Unidos es del 2,8 por ciento.) Más recientemente, la tasa ha descendido a cerca del 67 por ciento, lo que por estos lados se considera un dulce alivio.

Algunos de los presentes en el asado de esa noche pensaron que RainbowEx podría ser mucho más que una forma novedosa de permitirse un abrigo lujoso. Podría ser la base de una economía alternativa, creando ganancias invisibles y no gravadas. "La China" podría proporcionar seguridad económica, triunfando donde el gobierno había fracasado.

También había escépticos en la fiesta. Los inversores de RainbowEx recibían el 20 por ciento de las ganancias obtenidas por los recién llegados que reclutaban, una característica clásica de una estafa piramidal. Además, la bolsa pretendía ofrecer rendimientos de hasta el 2 por ciento diario, lo que equivale aproximadamente al 137.000 por ciento en un año. Números fantásticos.

Flaiman, de 44 años, se quedó en el asado hasta las 3:00 a. m. del domingo. Ese día, Lilí Berardi, editora del periódico, tuvo noticias de un amigo al que habían invitado a unirse a RainbowEx. En las semanas siguientes conoció a otros que se habían apuntado, y cuando les hacía preguntas preocupadas, le respondían versiones de lo mismo.

"¿Qué te importa lo que haga con mi dinero? Es mi dinero".

"La China estuvo en nuestra mira durante un tiempo", dijo Berardi en una entrevista reciente, "pero ¿cómo adviertes a personas que no quieren ser advertidas?".

Un don para las historias extrañas

Argentina lleva años siendo un hervidero de escándalos financieros. Incluso Javier Milei, presidente del país, se ha visto manchado. En febrero, promocionó brevemente una memecoin, posiblemente el instrumento financiero de peor reputación de la era digital. $Libra, como se conoce la moneda, se desplomó poco después de que Milei la alabara en X. Los pequeños inversores perdieron unos 250 millones de dólares. (El presidente borró su mensaje y ha ordenado una investigación). Constantemente surgen estafas para hacerse rico rápidamente, dirigidas a todo el mundo, desde feministas a seguidores de Lionel Messi.

San Pedro, dicen los lugareños, es terreno fértil para los charlatanes. Antiguo centro de comercio agrícola, se asienta sobre el río Paraná, a unos 160 kilómetros al noroeste de Buenos Aires, y tiene un centro urbano cuadriculado y caminable, con una heladería en casi cada manzana y perros callejeros dormitando en las aceras. Es lo bastante pequeño como para que todo el mundo parezca conocerse entre sí.

Berardi, de 65 años, es la gran dama de los medios de esta red social. En una entrevista reciente en la oficina de La Opinión, llevaba un vestido estampado tipo caftán y un collar de cuerdas, y emitía una serenidad de madre tierra que, a juzgar por su carrera, esconde en su interior bobinas de acero.

Hija de un inmigrante italiano, Berardi nació en San Pedro y en un principio se orientó hacia la carrera de derecho. En 1983, cuando terminó la dictadura militar argentina, empezó a florecer una prensa libre, y dos años más tarde se incorporó a la plantilla de la única emisora de radio de la ciudad. En 1992 fundó La Opinión. La versión impresa sucumbió ante la covid, en 2020. La Opinión tiene ahora un sitio web y un programa semanal de radio y streaming, presentado por Berardi, con un devoto público local.

Las oficinas son un laberinto de habitaciones pequeñas y desordenadas situadas en una calle lateral del centro. En la parte de atrás hay una exposición tipo museo de la historia de La Opinión, con máquinas de escribir, teléfonos móviles y otras herramientas del oficio, además de algunos premios. Hay historias pegadas a las paredes. En la actualidad, toda la operación cuenta con nueve empleados remunerados. El dinero sigue siendo ajustado. Una de las habitaciones se ha transformado en un alojamiento para turistas de 70 dólares por noche y fin de semana.

Aunque gran parte de La Opinión es mundana —una historia reciente se publicó con el titular "Dejó la bici en el patio de la escuela y se la robaron"—, San Pedro tiene un don para producir grandes historias extrañas. En 2007, fue la historia de un ciudadano jamaicano y autodenominado empresario llamado Max Higgins, quien recaudó dinero para lo que dijo que sería el primer parque temático Disney de Sudamérica, llamado Disney Mundo, en las afueras de la ciudad. Desveló el plan tras aterrizar en helicóptero en el supuesto emplazamiento de la futura atracción, flanqueado por hombres vestidos con atuendos del Medio Oriente, quienes dijeron ser socios provenientes de Emiratos Árabes Unidos.

Berardi recordaba haber estudiado las fotos de la reunión y haberse dado cuenta de que las pañoletas de la cabeza de los hombres de Medio Oriente se parecían mucho a manteles. El plan se desmoronó poco después de que Walt Disney Co. anunciara que nunca había oído hablar de Max Higgins, y de que La Opinión publicara artículos sobre contratistas que se quejaban de que no les había pagado. Unas 5000 personas, en su mayoría centroamericanas, perdieron su inversión. Más tarde, Higgins fue descubierto descalzo y sin hogar en un parque de Buenos Aires, llevando un maletín. Las noticias de octubre del año pasado informaron de que había sido internado en un hospital psiquiátrico.

Cuando Berardi y Flaiman oyeron hablar por primera vez de "La China", pensaron inmediatamente en Disney Mundo. Aquel proyecto había estado condenado al fracaso desde su inicio, una mentira tan pública y descarada que es difícil comprender por qué Higgins pensó que saldría adelante. Y sin embargo, algunos residentes de San Pedro estaban enfadados con La Opinión. Habían imaginado miles de puestos de trabajo y oleadas de visitantes, una visión tan atractiva que les molestaba que alguien arruinara el sueño.

El asunto de "La China" era mucho más complicado. Disney Mundo era la promesa de una fortuna no realizada. RainbowEx, al parecer, ya estaba pagando. Y a medida que avanzaba el verano, el número de inversores locales seguía aumentando.

"En mayo empezamos a reunir información", dijo Flaiman. "Y en medio de la recopilación de esa información, supimos que estábamos en peligro".

Los reporteros averiguaron rápidamente que el epicentro de RainbowEx era la plantilla laboral de Papel Prensa, una fábrica de papel y el mayor proveedor de papel prensa del país. Allí, unos cuantos hombres habían empezado a hacerse llamar representantes locales de una fundación llamada Knight Consortium, supuestamente con sede en Singapur y de la que se decía que tenía vínculos con RainbowEx.

La naturaleza de esos vínculos nunca estuvo del todo clara, pero Knight Consortium dio a RainbowEx un rostro tranquilizador y cívico. El consorcio afirmó que el cinco por ciento de las ganancias del intercambio se destinaría a financiar bancos de alimentos locales y a proporcionar uniformes a equipos de fútbol juveniles. Para asegurarse de que la organización obtuviera crédito por esta generosidad, colocó pancartas y banderas con el logotipo de la fundación junto a todo lo que suscribía. RainbowEx no era solo un medio para enriquecerse, era el mensaje. También era un sistema de bienestar en la sombra.

La noticia de esta generosidad se extendió rápidamente, superada solo por los murmullos sobre las ganancias de RainbowEx. Carlos Rodríguez, inspector de vehículos de 66 años, recuerda que sus amigos compraban televisores y lavadoras nuevos. En las carnicerías se agotaba la carne para los asados.

Rodríguez tenía sus dudas, pero su nieto lo presionó. Pon un poco. A ver qué pasa. Llegó un momento en que empezó a pensar que sería el único tipo de la ciudad sin un techo renovado. Al final, invirtió 1700 dólares —en la economía dolarizada de Argentina, todo el mundo habla en billetes verdes—, una suma importante para él.

"Todos los días mi nieto me decía: ganaste 13 dólares, ganaste 15 dólares,ganaste 17 dólares", dijo, sentado una mañana en un restaurante Howard Johnson’s. "Me estoy preparando para la jubilación y pensaba: con esto podría ganar 1500 dólares al mes". Eso duplicaría sus ingresos mensuales de jubilación.

Unirse a RainbowEx fue fácil, incluso para los criptonovatos como Rodríguez. Primero, descargaron la aplicación de un sitio web (nunca apareció en las tiendas de aplicaciones de Apple o Google). A continuación, visitaron una de las instituciones de crédito privadas locales llamadas financieras. Allí, un empleado convertía pesos argentinos en Tether, una criptomoneda vinculada al dólar estadounidense. Cualquiera con dinero en efectivo y un celular podía entrar en una financiera y salir listo para comerciar.

Ya en septiembre, "La China" ya era casi un culto con muchos seguidores en San Pedro. La gente vendía sus posesiones o pedía préstamos para engrosar su saldo RainbowEx. Los partidos de fútbol nocturnos se interrumpían para la información de "La China". Algunas personas de la fábrica de papel se embolsaron tanto dinero que dejaron sus trabajos.

Juntos somos Knight

Un fenómeno tan grande no podía limitarse a los límites de la ciudad. Un desarrollador web de Buenos Aires y periodista de investigación a tiempo parcial llamado Maximiliano Firtman, quien había estado investigando estafas financieras, empezó a recibir datos sobre San Pedro. El 15 de septiembre, publicó una especie de aviso en X:

"Me cuentan que en San Pedro, Provincia de Buenos Aires, está medio pueblo enganchado en un ponzi que dice rendir 1,5% diario".

Aunque la publicación no llamó mucho la atención, Berardi y Flaiman se dieron cuenta. Todavía no habían publicado ni una palabra sobre "La China". En una entrevista reciente, ofrecieron varias razones. No estaban seguros al cien por ciento de que fuera una estafa. Carecían de medios para una investigación en profundidad. Estaban ocupados con otras historias.

Ir contra el Knight Consortium también significaría atacar a una organización que tenía el aura de Robin Hood. Y además había otro detalle: estarían escribiendo sobre sus amigos.

"Maximiliano Firtman podría decir que todos los que invirtieron en RainbowEx son idiotas", dijo Flaiman. "Pues bien, esos idiotas son mis vecinos. Juegan al baloncesto conmigo, hacen fila en el supermercado conmigo. ¿Podría decirles: ‘Todos ustedes son idiotas’? No, ése no era mi lugar".

Dijeron que los periodistas aún no comprendían lo enorme que se había hecho "La China". Pero resultó imposible ignorarlo debido a un acontecimiento que tuvo lugar el 21 de septiembre. Aquella noche, el Knight Consortium celebró una gala ostentosa y elegante en el Hotel Emperador de Buenos Aires. Una grabación de video en el canal Telegram de la plataforma captó una cena a la que asistieron unos cientos de inversores de "La China". El espectáculo incluyó bailarines profesionales de tango, cantantes y un conjunto big band.

Todo en el evento sugería que el Knight Consortium tenía bolsillos profundos y dirigentes impresionantes. Se dijo que "La China" estaba demasiado ocupada para asistir, pero dos ejecutivos elegantemente vestidos —Timothy Murphy, director de mercadeo, y Jeremy Jones, director de operaciones— pronunciaron discursos y entregaron cheques y placas de oro a los reclutadores más prolíficos. Posaron delante de un enorme telón de fondo blasonado con las palabras "Juntos somos Knight, Juntos Brillamos", tanto en español como en inglés.

Firtman estudió un video del acto y pasó imágenes de los ejecutivos, que se presentaban como estadounidenses, por un programa de reconocimiento facial. Uno de ellos coincidía parcialmente con un actor polaco llamado Filip Walcerz, y el otro coincidía perfectamente con otro actor polaco, Maurycy Lyczko.

El descubrimiento provocó en Firtman una agradable sacudida. Más conocido por escribir y dar conferencias sobre software, Firtman, quien tiene 44 años, ha convertido en los últimos años el estudio de las estafas financieras en una especie de pasatiempo. Puede pasarse horas en modo sabueso una vez que ha descubierto un olor intrigante. Cuando estudió el código de RainbowEx, hizo un descubrimiento sorprendente: todas las operaciones que se realizaban en él eran falsas. Los intercambios nocturnos de Tether por memecoins a través del criptointercambio eran puro show. Más tarde resultaría ser una revelación desalentadora para quien pensaba que estaba participando en una actividad de vanguardia: el criptointercambio. De hecho, aparte de adquirir Tether, no hubo compra ni venta de criptomonedas ni ganancias. Los saldos de las cuentas de la gente solo subieron porque quien dirigía RainbowEx estaba manipulando los números.

Todo era una elaborada simulación, que sobrevivía a base de nuevos reclutas. Los beneficios que permitían a los inversores comprar nuevos aparatos de aire acondicionado no eran más que dinero sustraído de las cuentas de nuevas víctimas. Como cualquier esquema Ponzi, estaba condenado al fracaso.

El 1 de octubre, Firtman habló en un programa de radio nacional sobre sus descubrimientos. Al día siguiente, La Opinión publicó su primer artículo sobre "La China". "Los referentes de Knight Consortium en San Pedro aseguran que ‘esto no es una estafa’", rezaba el titular, que citaba a esos representantes, anónimos, sonando desesperados y molestos.

Si bien ese artículo inicial estuvo bastante moderado, le siguió, el 5 de octubre, uno que calificaba rotundamente a RainbowEx de estafa piramidal. Dos días después, Clarín, el periódico más importante de Argentina, publicó un artículo de Firtman en el que se afirmaba que los dos "ejecutivos" de Knight Consortium eran en realidad actores polacos, uno de los cuales había aparecido en telenovelas y dramas españoles y polacos.

Eso fue todo. Pronto apareció en San Pedro una cadena de televisión nacional para hacer entrevistas en la calle sobre "La China". A la mañana siguiente, reporteros de radio y televisión de todo el país pululaban por la ciudad. San Pedro se había convertido en noticia nacional.

Repentinamente infame, RainbowEx bloqueó a los inversores que intentaban retirar su dinero. A la semana siguiente, "La China" anunció que la bolsa podría verse obligada a abandonar el país y se trasladaría a un nuevo sitio web, llamado Rainbow PRO. Envía 88 dólares en Tether, instruyó, o tu cuenta será desactivada. Unas 2600 personas pagaron este rescate, un total de más de 220.000 dólares. También desapareció.

Cuando los inversores de "La China" se dieron cuenta de que su primer desembolso y sus ganancias falsas habían desaparecido para siempre, no centraron su rabia en la escurridiza "La China". Culparon a los periodistas de La Opinión.

En las redes sociales, carteles anónimos afirmaron que Berardi y su esposo eran inversores de RainbowEx que habían sacado maliciosamente su propio dinero justo antes de hundir toda la empresa. Una persona anónima juró sepultarla. Otra persona publicó esta advertencia en las redes sociales "Si nuestros caminos se cruzan en la calle, te mataré". Berardi presentó una denuncia ante el juzgado local y durmió con las ventanas abiertas, dijo, para oír mejor a los intrusos.

"Pero no vino nadie", dijo. "En internet, todo el mundo es valiente".

A mediados de octubre, un hacker anónimo publicó en la dark web una base de datos con miles de nombres de inversores de "La China" y un libro de cuentas que mostraba cuánto había invertido cada persona y cuánto había retirado, si es que había retirado algo. La Opinión publicó información de este hackeo y compartió la base de datos con las autoridades.

Unas 16.000 personas de San Pedro, incluidos miembros de la municipalidad y el jefe de la policía, pusieron dinero en RainbowEx.

Resultó que miembros de la municipalidad habían puesto dinero en RainbowEx. También lo había hecho un curso entero de un bachillerato local. También el jefe de la policía. Algunas personas habían extraído 100.000 dólares o más. Muchos más acabaron con pérdidas, de unos 2000 dólares de promedio. Unos pocos perdieron los ahorros de toda su vida.

Muchos estaban furiosos por despedirse de sus enormes "participaciones" en RainbowEx, por muy ficticias que fueran. Federico, un músico de unos 30 años, quien deseaba mantener su privacidad y habló solo con la condición de que no se utilizara su apellido, estuvo a punto de embolsarse unos miles de dólares cuando RainbowEx cerró.

Participó a pesar de haberse dado cuenta meses antes de que RainbowEx era una farsa, dijo una tarde sentado en un restaurante de San Pedro. Todas las "operaciones" se realizaban en la bolsa y, algunas tardes, Federico miraba el movimiento en el mundo real de las criptomonedas que "La China" había recomendado comprar. En la cadena de bloques, es decir, en la realidad, las monedas no se movían. La subida que veían los seguidores de "La China" era falsa. Aun así, se aferró a la esperanza totalmente irracional de que las ganancias de su cuenta RainbowEx eran reales.

"Todavía estoy llorando por eso", dijo, forzando una sonrisa.

‘No soy quien te ha estafado’

El 19 de diciembre, la fiscalía de San Pedro allanó 22 locales y detuvo a siete personas. Entre los detenidos estaba Luis Pardo, de 31 años, quien trabajó en la fábrica de papel. Al parecer, fue de los primeros en afiliarse a RainbowEx, y asistió a la gala de septiembre; en el video del acto aparece sosteniendo una placa y sonriendo junto a uno de los actores polacos. Los registros demostrarían más tarde que Pardo retiró más de 200.000 dólares del fraude.

Paulo Cordara, abogado de Pardo y de otra persona detenida, fue entrevistado en la radio por Flaiman en diciembre y dijo que sus clientes no crearon el Knight Consortium, no tienen ni idea de quién lo hizo y se limitaron a recomendar a otros que invirtieran en RainbowEx porque a ellos les funcionaba.

"Ni siquiera ellos sospecharon o creyeron de que esto podía ser una estafa", dijo Cordara, "hoy en día son víctimas".

Pardo y otros dos residentes de San Pedro siguen en prisión, acusados de fraude. La fiscal, Maria del Valle Viviani, dijo en una entrevista que consideraba que ellos tres eran los actores esenciales del fraude. Tiene hasta finales de año para concluir su investigación. Se ha incautado Tether por valor de unos 3,5 millones de dólares, y faltan 46 millones.

Nadie parece saber dónde están. La mujer cuya imagen se utilizó como "La China" intervino desde Taiwán para decir, a través de su cuenta de Instagram, que le habían robado la foto y que no sabe nada de RainbowEx.

"No soy quien te ha estafado", escribió.

Los actores polacos contratados para interpretar a los ejecutivos del Knight Consortium no fueron de mucha ayuda. Dijeron que se quedaron atónitos al enterarse de que tenían un cameo en un fraude, el cual descubrieron cuando Firtman se puso en contacto con ellos a través de Instagram a principios de octubre. Como explicaron en una entrevista publicada en YouTube, ambos habían sido contratados por una mujer llamada Ashli, de una agencia de talentos asiática, con la que uno de los hombres había trabajado anteriormente. Les pidieron que volaran a Buenos Aires para un trabajo actoral, lo que les hizo ganar 1500 dólares en criptomonedas.

Esto es lo que hacemos para ganarnos la vida, explicaron, hablando desde Polonia, sonando apenados y arrepentidos. Somos actores. Representamos un papel, leyendo líneas escritas por otra persona. Nunca engañamos a sabiendas.

Al principio, Firtman se mostró escéptico. Cambió de opinión cuando vio que los actores habían pasado unos días en Buenos Aires y habían publicado fotos de su paseo por la ciudad en sus cuentas personales de Instagram. Una de ellas llevaba como etiqueta #Relax. Las autoridades, al parecer pensando que ambos eran ajenos al ardid, han mostrado poco interés en interrogarlos.

Mismo fraude, distinto logotipo

A principios de octubre, mientras Berardi intentaba comprender mejor la mecánica de RainbowEx, entrevistó en su programa de radio a un especialista en ciberamenazas llamado Mauro Eldritch, oriundo de San Pedro y que ahora vive en Uruguay. Dijo a los oyentes que el intercambio era un lío muy vulnerable. Desde entonces, ha aprendido mucho más.

RainbowEx es una versión de una estafa que ha aparecido en todo el mundo, dijo en una entrevista reciente, utilizando cada vez una plataforma de software casi idéntica. Ha encontrado iteraciones en África, Europa, Asia y Estados Unidos, donde han aparecido ejemplos en Alabama y el estado de Washington. Al menos 200 versiones están activas actualmente, dijo Eldritch en una entrevista telefónica. Cada una tiene un nombre diferente y muchas tienen personajes parecidos a "La China" que dan instrucciones sobre las criptomonedas. En una variante ya clausurada en Italia, el personaje de "La China" se llamaba Dolly.

"Básicamente, todos son el mismo producto", dijo Eldritch, "con distintos fondos, distintos diseños, distintos logotipos".

Rastreó la plantilla original de estas "bolsas de criptomonedas" hasta un sitio chino de desarrolladores web llamado DCloud, donde se subió en 2021. En aquel momento, era el andamiaje de una aplicación criptográfica básica y honrada; las partes que facilitan el fraude han sido añadidas por otros. Muchos otros, de hecho. La estafa parece estar dirigida por un conjunto descentralizado de estafadores, sin coordinación aparente. En el caso de RainbowEx, determinar quiénes son los autores y detenerlos ha resultado ser todo un reto. Las autoridades argentinas han pedido a Interpol que detenga a dos malasios, cuyos nombres no se han hecho públicos. También están buscando criptomonedas por valor de millones de dólares que desaparecieron de las cuentas de San Pedro.

La mejor conjetura de Eldritch es que la plataforma se siembra como un virus en diferentes comunidades, donde luego se transmite de una persona a otra. (Muchos reciben una variante del Knight Consortium para ayudar a darle legitimidad). Hubo inversores de RainbowEx en otras ciudades de Argentina, pero en ningún lugar prosperó tanto como en San Pedro. El lugar era lo suficientemente grande como para alcanzar una masa crítica y lo suficientemente pequeño como para extenderse rápidamente. También tenía la combinación adecuada de confianza y desesperación.

Hoy, la ciudad tiene una nueva división: ganadores y perdedores. Miles de dramas personales se han desarrollado en silencio. Las esposas se enteraron de que los esposos habían mentido sobre la cantidad que habían invertido, y viceversa. La gente tuvo que disculparse ante amigos y familiares que habían reclutado.

Carlos Rodríguez, el inspector de vehículos, perdonó a su nieto por haberle involucrado. Rodríguez comprende que el dinero de su propio bolsillo ayudó a pagar la casa nueva de un conocido. Como muchos ganadores, el tipo de la casa nueva mantiene un perfil bajo, por alguna combinación de culpa o miedo, supone Rodríguez.

"Pero no estoy enfadado", dijo. "Lo dejo ir. Es una experiencia. Una mala experiencia".

Berardi sigue pensando en la infeliz brecha que "La China" generó en San Pedro. No sabe si las relaciones en el pueblo sanarán del todo. Y duda de que se hayan aprendido lecciones importantes.

Una mujer de la localidad le dijo recientemente que había invertido en algo llamado CryptoMaster, intentando recuperar lo que había perdido con RainbowEx.

CryptoMaster ya se ha desplomado.

Lucía Cholakian Herrera y Macarena Funes colaboraron con reportería.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



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