Más allá de lo guapo que estaba el profesor Earle Herrera el pasado martes cuando presentó ante la Asamblea Nacional el proyecto de Ley para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial de Venezuela, estaba muy emocionado.
Sabe muy bien el profesor Herrera que no por ponerme yo un traje de Madama o bailar calipsos soy patrimonial, y que no porque me ponga a confeccionar chinchorros con Curagua soy portadora de la tradición de Aguasay, y que puedo subir al Waraira Repano o a la montaña Asuntina en Nueva Esparta y recoger unas palmas y eso para nada me transformará en palmera y mucho menos en protagonista de una tradición ancestral. Y es que de eso se trata.
Nuestro país, por fortuna está lleno de manifestaciones culturales y de tradiciones precisamente porque hay comunidades, pueblos, personas que se han ocupado más allá de cualquier acción de gobierno por proteger, por abrazar esa tradición para que permanezca. Los pueblos saben que sus manifestaciones genuinas son el cordón umbilical que nos sigue dando oxígeno, y del bueno para preservarlas.
Esos patrimonios inmateriales, bien festivos o bien en peligro, o de buenas prácticas, o los conocimientos y las tecnologías tradicionales, deben ser protegidos en sus fuentes primarias, en sus matrices de creación y crecimiento, al igual que sus protagonistas, portadores de la tradición. No es tarea fácil porque con esa masa muchos oportunistas y advenedizos quieren hacer bollos a cuenta de cultura, y empichacan y hasta agreden a lo que está en pureza.
Ya los portadores de tradición comenzaron a estudiar el proyecto propuesto por el profesor Herrera. Ellos hablarán alta y claramente. Pongámonos pues, las alpargatas.