Si existe un tema de gran complejidad y de argumentaciones infinitas, es la cultura.
Adentrarse en este mundo de tanta multiplicidad, tan diversa, con influencias inevitables para su dinámica y cambios, implica tener el arma poderosa de la comprensión y la amplitud para poder ver con claridad todos y cada uno de los elementos en juego, cuando se hacen especificidades respecto a un grupo humano o a manifestaciones puntuales de alguna población, en un arte o manifestación reconocido en el ámbito popular, vivo en la memoria colectiva.
En la actualidad las noticias e informaciones en general tienen un carácter planetario, permanente, recurrente y masivo. Es en realidad la democrátización mundial, la libertad de expresión nunca calculada antes de surgir la tecnología cibernética, la digitalización.
Las sociedades están hoy en una especie de transición cultural que indiscutiblemente se dirige hacia una nueva civilización de carácter planetaria. Esto debe entenderse como la transformación inevitable sin la intervención de los movimientos sociales a los que estamos acostumbrados a ver cómo el motor de los cambios. Por ello, las culturas de las naciones y sus especificidades internas, tienden a fundirse en una vasta dinámica implacablemente devoradora, capaz de engullir desde las icónicas manifestaciones que caracterizan a cada país, hasta las localidades generadoras de emblemáticas expresiones en todos sus géneros y formas en lo que se llama folklore o tradición.
El tiempo siempre permite el surgimiento de novedosas y gratificantes creaciones desde el corazón de los pueblos, del más profundo arraigo y sentir humano, haciendo posible la autenticidad de un grupo étnico o habitantes de un rincón de la tierra.
Las culturas se van transformando y esto sólo es unicamente posible por la influencia de otras culturas, de lo que se origina el fenómeno eterno de la interculturalidad y digo eterno, porque la existencia del hombre es sinónimo de cultura, cambios, transformación de la naturaleza y surgimiento de sociedades.
La memoria colectiva tiene un límite, las generaciones nuevas le imprimen otras características, desapareciendo la antigua tradición, para abrir otra fase que va a constituir otra memoria colectiva. Es un espiral que va creciendo con la misma historia y dinámica de las sociedades.