En la casa de barro y tejas frente al mar que se extiende al infinito, vive Cruz Salmerón Acosta. Enfermo, solitario, resignado a su aislamiento. Cerca de él, como a la espera de un milagro de sanación, permanece echado su perro fiel que le hace compañía. Siempre sigiloso en la puerta del cuarto donde la penumbra juega con el soleado y caliente clima. Solo sus ladridos rompen el silencio para anunciar la proximidad de algún vecino.
Desde la cima del árido y desértico cerro donde está ubicada la pequeña y agradable construcción que le sirve de hogar y refugio, Cruz puede ver a plenitud el ancho e interminable oceano. El azul de las aguas parecen un cielo que ha bajado para mostrarle lo bello y valioso de la vida.
Sus deformes y temblorosas manos desafían las dificultades y limitaciones para escribir.
Su habilidad, inteligencia y su visión del mundo, le permiten enfrentar con estoicismo la adversidad y en esa resiliencia logra crear una hermosa obra literaria que va llenándose de maravillosos sonetos propios de la tendencia modernista a comienzos del siglo XX.
Contempla ensimismado la otra costa, allá está Cumaná, y él sin posibilidad de cruzar el oleaje impetuoso e ir a encontrarse con la mujer que ama.
Desde aquella elevación costera, en un nostálgico pensamiento, está la soledad inevitable que inspira su alma de poeta para plasmar de romanticismo y melancolía páginas hermosas entre los azules.
Los habitantes de la tierra donde nació Cruz le profesan un gran cariño a él y su familia. Sus hermanos son trabajadores de trenes de pesca, jugadores de truco y también tienen su interés en la política.
Cruz en el padecimiento, no deja de recordar a su "Cordera" amada (como llamaba a su novia). Así pasaban los días , semanas y meses.
Entre el buen trato de los habitantes de su terruño, la existencia toma sentido y su espíritu se unió al dolor colectivo por la muerte de uno de sus hermanos. Parecía que se reencarnaba en una colectividad que le cobró al comisario asesino la vida de un ser querido, como lo hizo con el comendador la población de fuente ovejuna por abusar del poder y todos se declararon culpables. Cómo un héroe sin rostro, Salmerón es arrojado en prisión, se auto condena por la ira masiva, entra al calabozo, a la oscuridad, al presidio.
Muere en un ambiente tan seco, como su propio martirio leproso, entre los cactus y espinas de su dolor.
En medio de la sequía, con un sol implacable, la piel de los dolientes se tostaba y el sudor corría a borbotones por el rostro de los que cargaban el féretro. Iba el entierro del bardo martirizado acompañado de una comunidad de pescadores que lo amaba. Repentinamente se ocultó el astro rey y se oscureció la mañana desatandose una extraña y tormentosa lluvia, rebelde e inclemente. Fue una Despedida de abundancia, de la tierra que se ahogaba después de su estío prolongado. Alrededor de la anegada tumba, la gente se agolpaba mojada, agradecida. El adiós al poeta con lágrimas del cielo, se unió al clamor del milagro de la vida en su despedida. Este sentir fue exaltado por el canto de Alí:
" ...La canción de Salmerón, el que su vida cambió por un día de lluvia porque su pueblo moría de sol".
**Homenaje al poeta del
Soneto, Cruz Salmerón Acosta, quien
nace en enero de 1892 y muere en su
misma tierra de Manicuare el 30 de
julio de 1929.
Cumaná, 29 de mayo de 2023.