Mi palabra

Feliciano Carvallo y sus anécdotas contadas en San Rafael De Onoto

"Después de todo,

la pintura se ha de hacer tal como uno es"

Juan Gris

En una de esas románticas caminatas llenas de pasión revolucionaria difundiendo el mensaje del antiguo PCV, en las calles de San Rafael de Onoto, me encontré en la puerta de una humilde vivienda a un moreno barrigón, calvo, muy amable y receptivo –hace más de 40 años–al instante la cara me pareció conocida y la curiosidad me invadió, ya que, no podía creer, que la persona muy risueña era Feliciano Carvallo, pero, estaba seguro, que era él. Al preguntarle usted es Feliciano, no me dejó pronunciar el apellido, porque al momento desplegó toda la humildad y sencillez de un artista consagrado del pincel de aquella época. Me respondió ¡El mismo que ve sin camisa y descalzo! Me invitó a un cafecito y mi vista se quedó maravillada de lo que veía en las paredes de esa vivienda, el cual parecía un fogón a esa hora de la tarde por el calor sofocante, pero por todos lados estaba la creatividad del virtuoso del pincel, ganador de varios galardones, como pintor ingenuo.

Apenas salí, apresurado por regresar Acarigua, para contarle a otro pintor: el profesor La Torre, el encuentro con Feliciano Carvallo después de haber oído varías anécdotas de su larga trayectoria plasmando en los lienzos su imaginación de cosas sencillas, pero con un colorido y creatividad impactante, sobre todo de su vida en la tierra, que lo vio nacer: Naiguatá, donde las noticias se trasmitían de boca en boca y muchas veces pasaban sin dejar ninguna huella. Una de esas historias es sumamente agradable propia de la ingenuidad de este artista, al contarme pausadamente: "Estaba pintando en la casa, que casi se me caía y oigo la voz del vecino ¡ahí viene la caravana del presidente! No tuve tiempo de ponerme la camisa y salí corriendo y cuál es mi sorpresa se pararon en frente de mi rancho y uno de ellos pregunto, quién hizo eso, no puede responder un poco asustado y me guarde rápido"

En el corto viaje de regreso me parecía escuchar a Feliciano, con su manera tan jovial para contar, sin ninguna ínfula de vanidad y es tan así, que al despedirnos se puso a buscar unas alpargatas y un machete, porque iba para una siembra muy cerca del rio. Este hombre del pueblo, parecía haber nacido para contar, porque en el rato de estadía en medio de una conversación tan agradable, terminó de echarme el cuento de la caravana, resulta, que después de terminada la visita del presidente de Venezuela para aquel entonces: Rómulo Gallegos; al rato llegaron comprándole la puerta echa de madera. El presidente había mandado a parar para observar detenidamente lo plasmado por Feliciano, y, desde ese momento le puso su valor a tal punto, que la mando a buscar y, por muchas excusas del artista, al final cedió. A los tres días llegó la comisión, con el albañil encargado de cambiar la puerta por una de hierro y el dinero para pagarla y, la sorpresa de Feliciano, casi le cambia el color de la piel, ya que, no podía crecer lo que le estaban dando, una bolsa llena de billetes.

Este relato tan breve de un personaje tan valioso para el arte, me vino a la memoria el domingo 28, cuando fui a San Rafael de Onoto, a ejercer mi derecho al voto y al darme un paseíto, me encontré con la desagradable sorpresa, que la casita, había desaparecido para darle paso a una nueva construcción de tres pisos de unos comerciantes y por mucho preguntarle a varias personas mayores, que se encontraban en el sitio de votación, si habían conocido a Feliciano Carvallo, ninguno me dio alguna señal y en parte tenían razón, porque el pintor llegó a ese pueblo buscando aires de inspiración y se encerraba a pintar y en los momentos de relajación, se iba para la pequeña veguita a la orilla del rio, más a contemplar la naturaleza, que a otra cosa, ya que, tenía sumamente claro, que para crear se necesita algo de soledad.

Pero, además, tenía toda la razón el cantor del pueblo Alí Primera, cuando compuso la canción –Coquivacoa– y en una de sus estrofas nos dice: ¡La inocencia no mata al pueblo/Pero tampoco lo salva/ Lo salvara su conciencia/Y en eso me apuesto el alma! Una gran verdad, ya que, el que le compró la casa, me había golpeado profundamente en el alma, cuando un martes por la mañana, al llegar preguntando por Feliciano, el nuevo propietario me respondió, sin darle importancia ¡me la vendió y se fue para su tierra! ¿pero qué hizo con las pinturas? ¡Las borré, eso eran muy feas, a usted le gusta eso! Me marché pensando en la mayor pobreza del ser humano, cuando carece de cultura o de la intuición para captar, cuando la música, la poesía, la pintura y muchas otras actividades sirven para deleitarnos el corazón, como bien decía mi querida madre, cuando escuchaba las canciones de Reynaldo Armas ¡Ese si sabe componer y me entretiene, cuando lo oigo, porque entendía las metáforas enlazadas en los versos!

PREMIOS OTORGADOS A FELICIANO CARVALLO

  • Mención Honorífica en el Salón Oficial, 1965.

  • Segundo premio en el concurso Goodyear Internacional,

Art Gallery of Akron, Ohio.

  • Premio Antonio Edmundo Monsanto, 1965.

  • Premio Nacional de Cultura mención Pintura, 1966.

  • Premio Armando Reverón, 1966.



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Narciso Torrealba


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