Condenemos el crimen imperialista

Los imperialistas son criminales por convicción, por necesidad, por oportunismo y hasta por usura sicológica. Van a misa vestidos de levita y por debajo llevan su manual de guerra y con el dedo metido entre el gatillo de la pistola montada; se presentan como unos santos en la beatificación de un Papa aunque mucho les haya repugnado sus encíclicas denunciándolos como salvajes; disfrutan de una boda real despreciando las estupideces de la monarquía con sus actos protocolares que recuerdan el feudalismo; le echan la bendición a los soldados para que asesinen en defensa de los intereses económicos que empobrecen a los pueblos; hacen sus orgías de lobos repartiéndose las presas más indefensas. Son los planificadores del peor de todos los terrorismos: el de Estado.

 No solo no les importa el dolor que generan sus crímenes sino, peor aún, se burlan del sufrimiento de los heridos, de los mutilados, de los que tienen hambre, de los que tienen sed, de los sobrevivientes de las víctimas. Son los peores y más atroces sanguinarios del planeta. Se burlan de Dios cada vez que incrementan su riqueza privada expoliando la riqueza colectiva o pública, porque su verdadero Dios es el dinero y su verdadero Santo es el patrón que explota trabajo ajeno.

 Cuando se proponen un objetivo económico son capaces, lo han demostrado, de arrasar con todo lo que encuentren por delante. Sus crímenes no tienen límites. Una plancha de acero cargan en sus pechos con figura de corazón. Pedazos de oro y plata les manchan sus cerebros elaborándole los fetiches, que son sus verdaderos sentimientos “humanos”. Asesinos de sueños y de esperanzas de pueblos casi enteros. Caníbales del género humano.

 Sin justificación valedera de ninguna naturaleza los imperialistas están haciendo una guerra de bombardeos a Libia, destruyendo lo que antes le vendieron con beneplácito al gobierno libio y matando inocentes. Son criminales de lesa humanidad. A través del terrorismo imperialista quieren lograr que Gadhafi abandone el gobierno para colocar otro que les sea un fiel servidor y obediente pacífico. “Petróleo, gas y agua”, es el supremo interés de la guerra imperialista contra la mayoría del pueblo libio.

Con el cuento de garantizar la vida al pueblo que está contra el gobierno libio, matan más pueblo del que “defienden”. Son criminales salvajes por el ángulo que se les mire. Nadie los llama, pero se presentan no para dialogar sino para hacer guerra y matar pueblo. Invadiendo a Libia, para derrocar a Gadhafi, creen que los pueblos olvidarán las décadas en que mantuvieron gobiernos despóticos permitiéndoles materializar sus políticas de rapiña.

Los imperialistas, cuando se trazan el objetivo de derrocar a un mandatario que les resulta problemático para la extensión de sus designios, procuran afectarlo donde más le duela: matándole a sus hijos, sus nietos, sus familiares más cercanos. Eso lo han hecho ya en dos oportunidades contra Gadhafi. Pero en esta nueva oportunidad, mucho más seria para derrocarlo que la anterior hace algunos años atrás, le dieron en un blanco mucho más doloroso: un hijo y tres nietos. Los imperialistas de tanto ser indiferentes a sus propios hijos y a sus propios nietos saben cuánto sus víctimas aman a sus propios hijos y sus propios nietos. El cuento de que no quieren derrocar a Gadhafi se cae por su propio peso de mentira.

El objetivo fue meticulosamente planificado, calculado palmo a palmo como hace el Diablo en el Infiero para que el castigo sea más doloroso contra los que violen las Sagradas Escrituras de su régimen. Si Gadhafi hubiese estado en una escuela, allí hubiesen lanzado la bomba mortal sin importar cuántas criaturas inocentes asesinen y, mucho menos, cuántas queden heridas o mutiladas. Se vanaglorian del crimen, aunque algún vocero imperialista salga dándose golpes de pecho lamentando el hecho. Son crueles y criminales de lesa humanidad. Se burlan hasta de los propios soldados que usan para cometer sus genocidios y tropelías. Maldito!, siempre, el soldado que dispare contra su propio pueblo. Eso le sabe un pito a los imperialistas. Bolívar, fue un “loco” al pensar y decir que parecía que Estados Unidos estaba destinado por la Divina Providencia para plagar a la América en nombre de la libertad. Ya no es América, es el planeta casi completo.

En el Medio Oriente y en otros países islámicos se están produciendo rebeliones por reformas, porque sus pueblos ya están hastiados de tanto ver alargarse y prolongarse sus niveles de pobreza y de sufrimiento. Cayó Mubarak, cayó el Presidente de Túnez, están por caer otros y las mareas se mantienen preocupando a los imperialistas mucho más que a los gobernantes repudiados por sus pueblos. “Todo parece igual al pasado aunque se haga evidente la alternabilidad en el gobierno. Nada nos afecta nuestros intereses económicos en la región”, piensan los imperialistas y los oligarcas de cada nación afectada por la ola de protestas populares. En Siria ha habido, por ejemplo, mas muertes y más represión que en Libia antes de la invasión imperialista. Dos invasiones de los amos del mundo a países árabes no son convenientes. La monarquía saudita se presta, miserablemente, para invadir a un pueblo árabe. Alá la condenará, pero eso es simplemente teoría. La práctica debe ser el rechazo y lucha de los pueblos, en primer lugar, árabes para expulsarlos de Bahréin como, igualmente, es necesario protestas a nivel mundial contra las tropelías imperialistas para que salgan aplastados de Libia.

Si algún momento se ha convertido tan idóneo, tan perfecto y tan ideal para hacer realidad una política antiimperialista es el actual, porque están dadas todas las condiciones objetivas para que los países exportadores de petróleo no le vendan ni un solo barril de ese importante mineral a las potencias imperialistas. Más importante es la caída del imperialismo que la entrada de dólares a las arcas de las naciones que le venden mineral energético.  Con el petróleo que se les vende a los imperialistas, éstos lo utilizan para hacerle guerra a las propias naciones que se los negocian. Eso sería la protesta más seria, más efectiva y que más daño haría a los imperialistas y favorecería el desarrollo de procesos revolucionarios en el mundo. Los imperialistas suelen olvidar, pero los revolucionarios en general también, que detrás de una época de luchas por reformas se asoma un tiempo de lucha por revoluciones.

Sabemos que de nada significa que nosotros (como EPA) rechacemos y condenemos la intervención bélica de los imperialistas en el mundo, pero debemos decirlo, debemos expresarlo, es nuestro deber. La potestad de frenar ese intervencionismo, como también de las guerras imperialistas, la tienen los pueblos, el proletariado mundial en primera instancia, los gobiernos progresistas o democráticos, los Estados revolucionarios, las organizaciones políticas que se guían por el respeto al derecho de autodeterminación de los pueblos. Por eso, cada día que pasa y lo testimonia cada vez más el intervencionismo imperialista en los asuntos internos de otras naciones, que sólo el internacionalismo –ejerciendo la solidaridad revolucionaria- con el proletariado sin fronteras a la cabeza puede dar al traste con ese brutal y perverso régimen de capitalismo salvaje en el mundo.

¡Sin justicia social, la paz será siempre una utopía!

¡Viva el internacionalismo revolucionario!

¡Derrocar al imperialismo es avanzar en el progreso social y asegurar la construcción del socialismo!



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El Pueblo Avanza (EPA)


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