Panamá: El revés de la trama

El envío del general Manuel Antonio Noriega a Panamá por decisión del gobierno y la justicia de Francia, adonde fue enviado ilegalmente desde Estados Unidos, en abril de 2010 cumpliendo oscuros acuerdos bajo la mesa entre Washington y París, vuelve a poner en escena el revés de la trama.


Mayo 25 de 2012.- A los 77 años y enfermo llegó detenido a su país, a sólo diez días de conmemorarse la trágica fecha de la invasión de Estados Unidos a Panamá que comenzó a última hora del 19 y en la madrugada del 20 de diciembre de 1989 y, que dejó entre cinco y siete mil muertos y desaparecidos.

Panamá tenía entonces dos millones de habitantes, que fueron víctimas de una invasión que partió del propio territorio cuando aún estaba el Comando Sur estadounidense en la Zona del Canal con la serie de bases militares, pensadas para el control de América Latina. Esas tropas, aviones y helicópteros sólo debían cruzar una avenida y lo hicieron bombardeando una ciudad de unos 600 mil habitantes.

Se destruyeron barrios enteros con pérdidas humanas y materiales millonarias y fueron también desarticuladas las incipientes Fuerzas de Defensa que estaban siendo preparadas para cuidar el Canal cuando se fueran las tropas de Estados Unidos, que buscaba excusas para quedarse.

Nada de todo esto se dirá, ni se contará la historia real de ese país olvidado, cuyo pueblo tuvo jornadas heroicas de lucha anticolonial y al que América Latina, bajo el influjo de una temible desinformación dejó sólo en el momento de la invasión, salvo honrosas excepciones.
No es coincidencia el traslado de Noriega en este momento donde el gobierno de Ricardo Martinelli intenta crear una nueva cortina de humo, para encubrir los nuevos pasos de entrega de soberanía a favor de Washington.

Noriega llega en momentos en que José Raúl Mulino, ministro de Seguridad del gobierno del empresario derechista Martinelli, acaba de anunciar que Estados Unidos, y Panamá instalarán una academia militar de estudio y entrenamiento “en patrullajes de frontera” (PL, 6-12-11).
Mulino dijo a los periodistas que la academia ofrecería formación a unidades de policía de Centroamérica y permitiría a Panamá jugar “un rol de liderazgo en materia de seguridad”.

En las declaraciones que circulan en estas horas el ministro precisó que en esa entidad se formarán unidades especializadas “en combatir el tráfico de drogas, a los indocumentados y en la vigilancia fronteriza en áreas de difícil acceso”.

Sostuvo también que Estados Unidos y Colombia se han comprometido en “cooperar” y dar asistencia a esa academia, para lo cual fue rubricado un acuerdo con ambos países.

Otro acuerdo con Estados Unidos también permitirá el entrenamiento a pilotos panameños en el manejo de helicópteros tipo Bell-2-2. , añadió el titular, aunque no hay fuerza aérea ni ejército panameño desde la invasión.

Las naves “permitirán hacer vuelos nocturnos para la interdicción en casos de narcotráfico o en trabajos de rescate”.

Detalló que se hará un rediseño de la seguridad en el Aeropuerto Internacional de Tocumen para evitar su uso en el tráfico de dinero. ¿Se instalarán más asesores de Estados Unidos en el ex aeropuerto Omar Torrijos, bautizado Tocumen después de la invasión?

A estas altura pocos pueden dudar de que la Academia se trata de una nueva “Escuelita de las Américas” y una reocupación de Panamá, país donde el gobierno de Martinelli a tres meses de su asunción en 2009 firmó un compromiso con la Secretaria de Estado norteamericana Hillary Clinton para instalar bases militares de Estados Unidos en ambas costas oceánicas de Panamá y en la estratégica frontera con Colombia, un viejo diseño de los Planes Colombia y Puebla Panamá.

Pero también la “extradición” de Noriega se produce en el marco de una fuerte rebelión popular de trabajadores, intelectuales, estudiantes y otros contra un gobierno, que ya ha dejado varias víctimas por represión y cuando casi el 60 por ciento de los panameños no aprueban su gestión.

Familiares cercanos al presidente han sido detenidos en México por el tema de narcotráfico y abundan las denuncias por corrupción y abuso contra su administración.

Una nueva ola de desinformación sobre la historia real de lo que realmente sucedió en Panamá se extiende por el mundo, entretenido en una historia falsificada sobre Noriega, que en realidad desde septiembre de 2008 debiera estar libre por haber cumplido el tiempo de su condena en Estados Unidos que establecen los reglamentos internacionales.

Todo ha sido ilegal desde su traslado desde Panamá a Estados Unidos en diciembre de 1989, violando el acuerdo y las convenciones en materia de prisioneros de guerra en caso de una invasión como la de Panamá, hasta su escandaloso juicio en Miami, con testigos en su contra conformados por una serie de narcotraficantes menores a los que se le descontó años de prisión y se les dieron otros beneficios para que acusaran al general panameño, aún sin conocerlo ni haberlo visto nunca, como está comprobado.

En las últimas horas el ingreso a Panamá estuvo teñido de ilegalidad ya que no se lo pudo ver cómo era obligatorio en esas circunstancias y cuando era trasladado en silla de ruedas.

Para humillarlo más se le impuso cárcel común, en un país donde se instalarán nuevas bases militares de los mismos que invadieron y mataron miles de panameños, sin recibir nunca condena alguna.

Ninguna ley se cumple como no cumplió el general Marc Cisneros, a cargo de la invasión, quien tomó compromisos en sus trámites con altos dignatarios de la Iglesia, como Monseñor Sebastián Laboa los que nunca respetó.

Uno de los testigos para condenar a Noriega fue el poderoso narcotraficante colombiano Carlos Ledher, preso en Estados Unidos, a quien la justicia entregó documentos falsos como testigo protegido y al que liberó unos ocho millones de dólares de una cuenta que le habían incautado. Con otro nombre y millones de dólares Ledher y su familia se fueron a vivir a Francia. Al general panameño no se le permitió hablar en su defensa aduciendo “razones de seguridad para Estados Unidos”.

Nadie menciona esto ahora. Sólo el ex procurador de Estados Unidos Ramsey Clark habló con verdad y claridad en su momento contra la brutal invasión a Panamá, denunció las muertes y la destrucción y las mentiras del gobierno de su país en este caso.

¿QUIEN ESCRIBE LA HISTORIA HOY?

Para advertir hasta qué punto la banalización informativa funciona en estos días es necesario aclarar en primer término, que Noriega al que mencionan como “dictador brutal y ex presidente de Panamá”, nunca fue presidente de ese país.

No se dice tampoco que cuando se produjo la invasión de Estados Unidos a Panamá, de la que fui testigo como corresponsal de periódicos mexicanos, “el dictador” era tan terrible que no había un solo opositor preso.

Unas horas antes de la iniciar esa invasión, soldados de Estados Unidos entraron tranquilamente a la ciudad de Panamá y se llevaron a la sede del Comando Sur en la entonces Zona del Canal que ocupaban militarmente, a Guillermo Endara, Ricardo Arias Calderón y Guillermo Ford, a quienes nombraron allí presidente y vicepresidentes de Panamá.

Los principales opositores estaban tranquilamente en sus casas, a pesar de haber realizado una serie de acciones desestabilizadoras y golpistas contra el gobierno panameño, y apoyado la intervención a su propio país. Habían creado una alianza opositora supuestamente “democrática” recibiendo millones de dólares desde Washington, donde tenían la principal sede de esa oposición.

Así mientras comenzaba la invasión los jefes militares estadounidense nombraron, nada menos que en el Comando Sur, al gobierno que iban a imponer en el país invadido.

El único preso “político” era el agente de la CIA estadounidense Frederick Musse, quien había sido detenido cuando se le encontró una radio clandestina para hacer propaganda contra el gobierno y documentos que lo ligaban a la inteligencia del Comando Sur. El fue el primer objetivo de rescate de los invasores con un duro ataque al realmente pequeño cuartel Central de las Fuerzas de Defensa panameñas, empleando helicópteros y artillería.

PRESIDENTES PANAMEÑOS ENTRE 1968 Y EL 20 DE DICIEMBRE DE 1989

Para que quede muy claro de cómo se desinforma, ni el general Noriega ni tampoco el general Omar Torrijos, líder panameño, fueron nunca presidentes de Panamá.

Torrijos, al frente de un grupo de militares de la entonces Guardia Nacional se rebeló el 11 de octubre de 1968 derrocando al gobierno oligárquico y pro estadounidense de Arnulfo Arias Madrid.

Poco más de un año después en diciembre de 1969 el Comando Sur junto a algunos militares panameños preparó un golpe contra Torrijos mientras este estaba fuera del país.

Pero el 16 de diciembre en una acción audaz, y con el apoyo del mayor Manuel Antonio Noriega, Torrijos logra regresar en un viejo avión alquilado en México, donde se encontraba, para aterrizar clandestinamente en Chiriquí, departamento panameño fronterizo con Costa Rica.

La ayuda de Noriega, quien lo esperaba iluminando una pista con antorchas en ese lugar, fue clave para el retorno de Torrijos.

Mientras los golpistas derrotados huían y se refugiaban en el Comando Sur de Estados Unidos en la Zona del Canal, Torrijos entró de lleno en la lucha por recuperar el estratégico Canal y Noriega fue nombrado jefe de inteligencia. Torrijos murió en mayo de 1981 junto a un grupo de escoltas y acompañantes en un extraño accidente de aviación atribuido a la CIA por sus familiares e investigadores durante un corto vuelo doméstico.

En 1983 Noriega llegaría a la jefatura de las Fuerzas de Defensa de Panamá, que reemplazaron a la Guardia Nacional, creada en los años en que Estados Unidos se apoderó de ese país para construir el Canal.

Después del golpe fracasado en contra de Torrijos en 1969 fue nombrado presidente Demetrio Basilio Lakas, quien gobernó hasta 1978.
La figura preponderante fue Torrijos, líder de la Revolución panameña que significó un viraje de 180 grados en ese país.

Entre 1978 y la invasión estadounidense de 1989 fueron presidentes de Panamá Arístides Royo (78-82) y Ricardo de la Espriella (82-84). Este renunció el 13 de febrero de 1984 y fue reemplazado transitoriamente por el abogado y diplomático Jorge Illueca hasta octubre de ese mismo año, en que se realizaron elecciones en las que resultó electo Nicolás Arditto Barletta. Barletta gobernó hasta 1985.

Lo sucedió Eric Del Valle, en momentos complejos para el país.
En 1988 asume la presidencia Manuel Solís Palma, quien a su vez en 1989 es reemplazado por Francisco Rodríguez.

Este era el presidente de Panamá cuando se produjo la brutal invasión, y Noriega, comandante de Fuerzas de Defensa, había sido nombrado cuatro días antes por la Asamblea de representantes de Corregimientos como Jefe de Gobierno, manteniendo la presidencia Rodríguez, en un intento por frenar cualquier tipo de acción estadounidense contra el país.

Muchos panameños fueron desaparecidos y encontrados cuando las madres de las víctimas y organismos humanitarios lograron que se abrieran algunas de las fosas comunes que existen en ese país, donde había decenas de cadáveres y algunos militares que defendieron Panamá, habían sido sacados de los hospitales donde estaban con heridas y fracturas (enyesados varios de ellos) y ejecutados con un disparo en la cabeza.

De todo eso hay documentación suficiente como de las armas probadas, entre estas los aviones silenciosos F17 Stealth, granadas especiales, los nuevos helicópteros Apache con un sistema de visión nocturna que permitía ver como si fuera de día.

Panamá fue la Guernica de América Latina entonces. En enero de 1990 el jefe suplente del estado mayor del ejército norteamericano Jimmy Ross recordó a un periodista de la agencia británica Reuter que se sentían orgullosos por la “demostración” (invasión) y atribuyó al éxito a la nueva tecnología probada allí. “Todo funcionó mejor de lo esperado” dijo.
El Apache había sido diseñado para destruir los tanques del Pacto de Varsovia, cargar misiles Helfire y cañones de fuego rápido de 30 Mm . Este helicóptero reemplazó al Cobra AH-1 usado en Vietnam.

“Hablé con pilotos que utilizaron el Apache con el que ellos podían suspenderse y observar más o menos desde unos mil metros y ver, por ejemplo, cuando entraban las tropas nuestras por algún lugar y el enemigo salía por detrás”. Eso explica por qué los hombres de la resistencia -que la hubo en Panamá- eran literalmente “cazados” en sus desplazamientos.

La prueba de armas incluyó sensores y cañones láser, rayos infrarrojos, bombas y granadas especiales, algunas tipo napalm que pulverizaba o derretía metales y otras que podían entrar en una casa y convertir en cenizas a los seres humanos y dejar todo el mobiliario y la estructura en perfectas condiciones.

Los cascos y chalecos utilizados por las tropas eran de Kevlar un material delgado como la hoja de un papel, pero más duro que el acero. Cascos y chalecos tenían por los menos 16 capas delgadas y livianas que impedían el paso de las balas. Los defensores de Panamá armas livianas y alguno que otro mortero. Era realmente David contra Goliat.

La invasión ya era un crimen, pero los delitos cometidos contra la población fueron de lesa humanidad. Esos crímenes no serán juzgados y menos aún bajo el actual gobierno que hizo retroceder la historia panameña a los tiempos de la primera ocupación norteamericana.

Fuente:Cubadebate
http://www.nuestraamerica.info/leer.hlvs/5724


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Stella Calloni


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