Violencia, racismo e impunidad

Hace 30 años, éramos unos 4 millones de venezolanos viviendo en suelo patrio, hoy somos, dicen, hasta unos 26 millones de personas. De por sí, consumimos mas alimentos, más agua, más combustibles, necesitamos más viviendas, más vías de comunicación, más medios de transporte y por supuesto, más educación gratuita, necesitamos más policías de acuerdo a los standares internacionales. Ello, es decir, el ser más personas, también requiere de más empleos o puestos de trabajo, de más empresas, de más inversiones foráneas e internas, ya del gobierno y de la todopoderosa oligarquía criolla, dueña y ama del capital, de la tierra y hasta ayer, del poder político del país. Requiere también de más escuelas, liceos y universidades. También requiere de más jueces y tribunales, de más cárceles y centros penitenciarios y de centros de producción de alimentos..

Lo primero, el consumo se da por elemental lógica y por la inducción sostenida a la practica del mismo, ya a través de la televisión, como radio y prensa, pero lo segundo, el proveerlo, dependerá de la capacidad del gobierno y de la empresa privada hacerlo. Hasta el 1999 se le hizo fácil a los gobiernos del puntofijismo porque fueron inobservando y desatendiendo el servicio público, es decir, dejaron de hacer el trabajo que le correspondía y se lo fueron preparando, a través de la privatización, a los grandes capitales su entrega final y por supuesto, el que no tuviera para obtenerlo, el bien o el servicio, pues simplemente no accedía a ello y tenía o se veía obligado a obtenerlo por otras vías, la de la violencia y esta se manifiesta por medio del atraco, robo, homicidios, tráfico y consumo de drogas, el secuestro, el chantaje, el vicariato, del alcohol, cigarrillos. Prácticamente, esa violencia, convirtió en una industria la actividad delincuencial, como lo es la práctica del beísbol o la del fútbol, por nombrar dos al menos y como se vive, como actividad común, en países como México, Honduras, Guatemala y El Salvador.

Se acepta como un hecho la probabilidad de la acción delictiva por lo antes expuesto y por la inacción del Estado o Gobierno en el manejo y administración de los cuerpos policiales, ya se dice que son estos los que manejan al que ejerce el Gobierno, en sus distintos niveles, y la posibilidad de que el actor sea el de bajos recursos que busca el sustento y también, del que los posee pero desea aumentarlos para tener más poder, o por otras razones que serían imposibles de enumerar. Cabe otra opción, que esta en las manos de los que ostentan poder político y administran recursos del Estado y por vía de la corrupción se convierten en portadores de un significativo porcentaje del hecho delictual en el país.

Hasta allí todo es como normal que ocurra y la lógica elemental nos señala que el hecho se investiga, se determinan responsabilidades y los tribunales aplican las medidas que prevén las leyes para el castigo social al delincuente. Pero, aquí entra el juego del manejo del poder que tienen los actores, sean ya delincuentes comunes, de cuello blanco o de poder económico, las policías, los fiscales del ministerio público y los jueces. Sí, unos tienen posibilidades de hacerlo amenazando o amedrentando a los funcionarios, otros poniendo dinero por el medio para mover conciencias y cuentas bancarias y unos terceros, aceptándolo por encima de los preceptos obligantes de la lealtad, dignidad y el juramento del fiel cumplimiento de sus funciones públicas.

En lo anterior se conjuga el racismo claro aplicando con fuerza inusitada la acción de las leyes en contra de aquellos que no tienen poder pero han cometido un delito. Y también se observa la benevolencia con que es tratado el delincuente con nombre y apellido, con empresas, con dinero probado, con apoyo cómplice de otras personas allegadas a su entorno y de la propia ley que le considera esa condición y por ejemplo, en vez de recluirlo en Yare lo envía a los calabozos de la Disip y si tuviera posibilidad de ser sentenciados, esa situación les impone barreras casi infranqueables. Se manifiesta también, cuando los jueces aplican , a sabiendas, calificaciones de los delitos que no corresponden y tienen que ser, en algunos casos notorios, que ser anuladas pero seguimos viendo al mismo juez cumpliendo funciones y dictando sentencias Juego macabro de la vida.

Esos dos espectros le dan vida eterna a la posibilidad que impere entre los hombres y en la sociedad en general, la impunidad. Sin explicarla mucho pero podemos poner ejemplos más que inductivos. El caso de los niños Faddoull, resuelto, el caso del señor Sindoni, resuelto, el caso del fotógrafo Aguirre, resuelto. Pero el caso del golpe de Abril del 2002, impune en su esencia. El de los militares que anunciaron los muertos antes de que ocurrieran, andan sueltos. El caso del periodista, OTTO N, tranquilo. Los que montaron al portugués de Altamira al lado del Alcalde Bernal, aparecen en pantalla y tienen pantalla de televisión. Los generales de Altamira y los que retuvieron al Presidente Chávez, libres y sin conocer algo de ello. Los que acompañaron a Carmona, ninguno detenido o con auto de privación de libertad. El periodista que se gano el premio español con el engaño de Puente Llaguno, anda como “ pedro por su casa”. Los que sacaron a Carmona de su casa y lo llevaron a la embajada colombiana hasta lo dice por Unión Radio y sigue allí.

En fin, son muchos casos pero esos tres elementos se unen y el tiempo pasa y los hechos tienden a olvidarse pero en esta revolución esta prohibido hacerlo.


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Antonio J. Valdez Mederico


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